jueves, 22 de octubre de 2009

Monfragüe y la Vera del Tiétar

(Saliendo un poco más de la profunda zanja de la ignorancia)

Creo que nunca supe de la existencia de Monfragüe antes de haber escuchado a Extremoduro, allá por finales de los ochenta; vivía una ignorancia feliz. Después ya viví en una ignorancia consciente, experimentada como una carencia, aunque no lo suficientemente castrante como para ponerle remedio en los siguientes veinte años... Hasta el pasado puente del Pilar en el que Gema me sacó de mi mundo madrileño-trescantiano-escurialense.

No sé si acaso más sangrante es la ignorancia en la que vivía acerca del curso del río que nace en mi pueblo, Escarabajosa del Tiétar (pueblo que no encontraréis en los mapas, pues tiempo ha que los caciques católicos le pusieron un nombre más acorde con su ideario), aunque nace muerto, un aborto, vamos, ya que no lleva nada de agua. Su pista la perdía en el siguiente pueblo. ¿Falta de curiosidad?

Y toda la vida oyendo hablar de la Vera, de lo bonito que era. Toda la vida yendo a Gredos y jamás me dio por bajar a Candeleda, Jaraíz, Jarandilla, etc. Mi mundo acababa en Arenas y Guisando. Bien es cierto que nunca me gustó mucho el turismo y que me tiraba más la montaña que la ribera de los ríos, pero en veinte años que hace que conduzco tiempo habría para todo.

Ni siquiera tuve la curiosidad de buscar fotos. Pero a lo largo de estos veinte años me hice una imagen mental de lo que debían ser esos pueblos y parajes. Una imagen, por supuesto idealizada: pueblos con casitas blancas, abundante vegetación, el frescor del río respirándose en sus calles... Monfragüe en cambio lo imaginaba a veces desértico, a veces paradisíaco (aunque entonces no sabía qué pintaban los buitres en el paraíso, porque pensar en Monfragüe es pensar en buitres)

Pues ni una cosa, ni la otra: ni Monfragüe es un desierto, ni es un paraíso, ni los pueblos de la Vera son blancos, ni su vegetación es exuberante, ni el río pasa por los mismos. Todo fue un fiasco para mi imaginación alimentada por quimeras. Me di un baño de realidad: la vegetación de la Vera es la misma que la de mi pueblo, que para eso es la vera del mismo río, si bien es cierto que allí son un poco más horteras y han plantado palmeras en la entrada de los pueblos. Y de palmera, palma; y la palma a lo más hortera se lo lleva Losar de la Vera con sus setos podados a lo Eduardo Manostijeras. Horteras, sí, pero me gustan, qué le vamos a hacer.

En fin, no me hagáis mucho caso, pues la Vera la vimos desde el coche camino de Monfragüe, solo paramos en Candeleda y Madrigal. Demasiados kilómetros perturban la percepción... Pero al menos me hice una idea más cercana a la realidad.

Dormimos en un camping de Madrigal y a la mañana siguiente continuamos nuestro camino. Llegamos sobre la hora de comer a Villareal de San Carlos tras intentar infructuosamente pillar una habitación rural en un hotel muy cuco, tras desviarnos hacia los Saltos del Torrejón, donde los ríos Tiétar y Tajo son represados y donde Gema tuvo a bien patear con la espinilla un tronco que estaba clavado en el suelo a modo de bolardo anti-parking. Mi sorpresa fue bastante grata cuando supe que allí mismo, frente a mí, confluían los dos ríos. Desde pequeño sabía que el Tiétar era afluente del Tajo, así lo decían aquellas cancioncillas que nos aprendíamos de memoria y que ya se nos han olvidado (nunca olvidé lo del Tiétar, pues era "mi" río). Pero nunca supe el lugar donde desembocaba hasta el pasado fin de semana. Ni siquiera sabía que el Tajo pasaba por Monfragüe. Ah, la ignorancia.

Y... Bueno, Villareal es el típico poblado turístico-fantasma, semejante a Patones de Arriba, donde no vive nadie, aunque hay gente que trabaja dedicada a la información y restauración del turista que por allí campa: casas de piedra autóctona y algún chozo con tejadillo de ramas, merenderos para turistas, restaurante, casa rural, museo "antropológico", chiringuito...

Logramos hacernos con una mesa y dos sillas mugrientas, así como con dos bocatas y cervezas; nos los comimos volvimos a intentar lo de la habitación (esta vez por teléfono y de nuevo sin éxito) y nos fuimos a sestear a una de las pocas sombras que había y que quedaban libres. Tras ello nos aventuramos a dar un paseillo vespertino... Eran las cinco de la tarde.

Sí, ya sé que no son horas de salir a pasear. Pero el tiempo se nos había echado encima y solo nos quedaba esa tarde y la mañana siguiente. Así que cogimos mochila, agua y folleto/pseudomapa explicativo de la ruta y empezamos a caminar hacia el Cerro Gimio. Lo más sorprendente, como ya he dicho, fue el tipo de vegetación y paisaje que allí encontramos: si me hubieran llevado con los ojos cerrados y me hubieran soltado, podría haber jurado que estaba en Guadalajara o en algún lugar de la Sierra Este madrileña (Patones, Valdepeñas, Alpedrete): encinas, jaras, pizarras, arcillas... Ya en lo alto del Cerro Gimio pudimos observar la Sierra de las Corchuelas, con el Pico Monfragüe, el Castillo y la ermita; y a sus pies el Tajo (un tanto venido a menos por aquello de las presas y la sequía) con algún arroyo afluente. La vuelta se hizo un poco más llevadera porque el calor había disminuido.

De nuevo en Villareal, tras los siete kilómetros andados, nos comimos una frutilla y regresamos por la carretera hacia un camping que había a la entrada del parque, a unos 10 o 15 km. Pues era la única opción que nos quedaba para "alojarnos".

Sabido es que una noche de acampada te deja el cuerpo molido; dos, ni te cuento. A la tercera, sin embargo, te vas acostumbrando, pero no teníamos días para comprobarlo. De modo es que con el cuerpo maltrecho, aunque con el estómago bien apañado (que al menos el camping tenía restaurante) volvimos a Villareal para acometer la Ruta del Castillo, que según el folleto rondaba los 18 km., pero que nosotros entre unas cosas y otras lo dejamos en 13; más que nada por no andar cerca de la carretera.

Comenzamos por realizar una variante del itinerario para ir lo más cerca posible de la desembocadura del Tiétar (era una ilusión que tenía, hombre). Después bajamos hasta la orilla del Tajo, cruzamos por el puente del Cardenal, un puente que a veces se sumerge bajo las aguas en función de los embalses de los alrededores. En las fotos podéis ver cómo está el puente. Ésta fue una de las partes más bonitas del camino... Bonita o, más bien, espectacular, un espectáculo consistente básicamente en cosas muertas, plantas y construcciones ahogadas por las aguas, esqueletos de vidas pasadas... No carentes de belleza.

Llegamos a la Fuente del Francés, donde el agua tenía el color de la arcilla... Aunque sabía mejor que la de Villareal. Bebimos de ella, rellenamos las cantimploras, hicimos perder el miedo a la gente reticente, y cuando bajamos del castillo el agua que brotaba tenía el color del agua, o sea ninguno, pura y transparente. Misterios.

Subimos hasta el castillo y la ermita, cuya imagen, hecha en Jerusalén, es bastante antigua (aunque no recuerdo de cuándo, ya que no había nacido). El castillo es una torre resto de una fortificación mozárabe, aunque algo restaurada. Resalta la barandilla de las almenas para evitar que la gente caiga al vacío. La tercera edificación del conjunto arquitectónico consiste en el típico chiringuito donde comprarte algo, unos panchitos rancios, por ejemplo, aunque sin barra, eso sí, que hasta allí no llegan los barriles del Majou.

La vuelta a Villareal fue dura, pues también la hicimos después de comer y esta vez sin siesta, aunque no hubiera conciliado el sueño tras el susto de confundir un tampón pretérito con una piedra rojiza (pero no llegué a tocarlo)... Y es que la gente es muy guarra; sabiendo que los pajarracos estos se comen cualquier cosa que huela a sangre... En fin... El hallazgo fue enterrado.

Salimos de Monfragüe a las seis de la tarde y llegamos a El Escorial a las diez. Del tirón, sin parar y casi sin atascos. Todo un logro.

Aquí están las fotos de Gema:

viernes, 2 de octubre de 2009

La romería de la Virgen de Gracia y la decadencia de la Fiesta

El domingo 13 de septiembre se celebró en el bosque de la Herrería la romería en honor de la Virgen de Gracia, patrona de San Lorenzo de El Escorial. Allí estuve con Gema para realizar unas fotos (que podéis ver más abajo) y empaparnos del ambiente serrano, amén de la lluvia que nos cayó (es que estas cosas deben hacerse en julio).

Aunque llegamos a eso de las doce de mediodía, la broma había empezado a las seis de la mañana con el Rosario de la Aurora: sacan a la Virgen del santuario y la llevan en su carroza, tirada por dos bueyes, hasta la Ermita de la Herrería; y durante todo el camino van rezando el Rosario. Después, a las diez de la mañana, desde el Monasterio comienza el desfile de las carrozas.

Claro, yo me había mentalizado a ver unas carrozas estilo El Rocío, todas llenas de flores, lujosas, pomposas, tiradas por lustrosas jacas y corceles, etc., y me encuentro con unos carromatos con motivos serrano-chirigoteros, tirados por todoterrenos (estos sí, mira por dónde, lujosos ellos... Bueno, y algún que otro tractor no tan lujoso). Dichos motivos figurativos evocaban escenas de la vida rural serrana: monigotes con sus trajes típicos que parecían reducir dicha vida al bebercio, al comercio y al bailorcio, a la fiesta, en una palabra (Nota: para mi sorpresa "bebercio" existe como palabra en el diccionario de la RAE, "bailorcio" no). Evidentemente, con estos ejemplos que se les da a la juventud no es de extrañar que allí, en plena Herrería, a los pies de la Virgen y bajo los ojos de Felipe II sentado en su sillita, se celebrase un macrobotellón serrano-gurriato (que así se denomina a los oriundos de San Lorenzo para diferenciarlos de los oriundos del Escorial de abajo y que serían más bien escurialenses). Jóvenes y no tan jóvenes, ataviados como sus ancestros, ellos con boina, blusa y alpargatas, ellas con pañoleta, manteo, pololos y medias de ganchillo, despliegan sus arsenales alcohólicos: botas de piel con vinillo y botellones de plástico con brebajes dignos de las más siniestras brujas de los cuentos (después volveremos sobre el asunto).

Lo primero que me impactó fue la gran cantidad de gente que acudía al evento (con la poca gente que siempre me ha parecido que vivía en San Lorenzo); después me enteré de que se trata de la tercera romería española en importancia y afluencia después de Santa María de la Cabeza en Málaga y el Rocío onubense. Lo segundo fue lo cutre de las carrozas, exceptuando la de la Virgen, por supuesto, aunque si lo pensamos desde otro punto de vista quizá este aspecto cobre más valor; y es que dichas carrozas son preparadas por las propias gentes del pueblo, por las peñas... Pero, claro, ya sabemos lo que es una peña: un grupo festivo de gente y, por lo tanto, nada al margen de la fiesta puede quedar reflejado en su imaginario colectivo. Sin embargo, la cuestión es que, serenos o borrachos, quizá más bien lo segundo, las carrozas son confeccionadas por las peñas, no son encargadas a diseñadores chic, ni maestros carroceros; son producto de una manifestación popular; y el pueblo quiere fiesta; bien lo sabían los emperadores romanos: "démosle pan, démosle circo" (ahora toros, fútbol...). Se la quitan y montan la de Pozuelo.

Anduvimos caminando entre las gentes y entre las peñas escuchando, viendo y sacando fotos. Habéis de saber, pajarillos, que las peñas tienen su lugar asignado en la Herrería, y si no lo tienen llegan el domingo antes y acotan unos cuantos metros cuadrados con cuerdas de envolver paquetes, o de tender, y en ellas tienden unos carteles con el nombre de la peña. Allí plantan su toldillo, su barbacoa (que como siempre llueve, parece que está permitido)... Plantan sus mesillas, sus sillitas y su carroza, cómo no. Por cierto, hay concurso de carrozas: el desfile termina justo delante de la Ermita en cuya explanada montan un escenario en el que se sitúa el jurado; más tarde lo harán los músicos.

Nos comimos unos pinchitos y nos tomamos una cervecilla, que yo pensaba que entre tanta peña no iba a haber un chiringuito público, pero sí, había dos... A cada cual más caro. Y es que San Lorenzo es un sitio caro. Mucho rollete serrano-popular pero allí la gente es muy pija, con cara de garrulos pero muy pija, ya que se han hecho ricos con el urbanismo y la construcción, vendiendo eras y huertecillas para construir mansiones en el monte desde las que emular al monarca ya citado oteando el Monasterio.

Empezó la misa y empezó a llover. ¿Será que lloraba la Virgen porque no le gustaba lo que veía? ¿Y qué veía? Supongo que lo mismo que nosotros, aunque dicen que ella también ve en el interior de los corazones. En medio del jolgorio generalizado, allí en la explanada, pretendía celebrarse una solemne misa con casi más sacerdotes y monaguillos que feligreses atentos al asunto.

Y aquí empieza la reflexión seria:

¿Qué está pasando con nuestras tradiciones? ¿Tienen vigencia? ¿Tienen valor? ¿Se están perdiendo? ¿O "sólo" se están transformando? No quiero meterme a reflexionar sobre las tradiciones en general, pues éstas copan todo el espectro de ámbitos de la vida, sino sólo aquellas que se refieren a los aspectos festivos de la misma. ¿Se siguen manteniendo este tipo de tradiciones o están en franco declive? Es evidente que las tradiciones se transforman, que se les incorporan nuevos elementos, sobre todo elementos físicos (aparatos, vestimentas...); en este sentido resultaba chocante, aunque no extraño, ver a las gentes ataviadas de serranos y subidas en los flamantes todoterrenos, ataviadas de serranos y luciendo tatuajes orientales o bailando bachata (podéis ver una foto) los sudamericanos en lugar de jotas y rondones. Las tradiciones se transforman: la mayoría de los ritos cristianos tienen un origen pagano que el cristianismo fue recubriendo; esto se observa perfectamente en Sudamérica, donde ciertas figuras religiosas resultan ser, al mismo tiempo, figuras de la religión ancestral; y es que quinientos años no son nada. La cuestión en el caso que nos ocupa es si sólo se transforman o también pierden su valor, su sentido. Como ejemplo de lo que quiero dar a entender ya hace unos 60 años Yukio Mishima apuntaba al mismo problema en "El color prohibido":

"Hoy en día se ha erradicado de nuestra cultura el interés extremadamente detallado por la inmoralidad que tan importante había sido. La metafísica de la inmoralidad ha muerto y no ha quedado más que su ridículo, y éste no es más que objeto de burla. Eso es todo. La enfermedad del ridículo ha desbaratado el equilibrio de la vida. ¿No cree usted que ésta es una lógica extraña? ¿No es el reflejo de un modernismo superficial que pretende que en nuestra época lo sublime sea impotente y sólo lo ridículo tenga una fuerza salvaje? [...] De acuerdo con un abyecto principio burgués, la moral va unida a la trivialidad y al punto medio de la humanidad [...] Como he manifestado a menudo, el falso modernismo y el falso humanismo inmorales han propagado una herejía que consiste en rendir culto a los defectos humanos. En el arte moderno, desde Don Quijote, se tiende a la veneración del ridículo [...] ¡Lo humano! Ese el el único refugio que tenemos, la única base a nuestros alcance para justificarnos. ¿Pero no es una auténtica perversión esta necesidad de recurrir a la idea de lo humano para tener la certeza de que uno es un hombre? En realidad, ¿no es más humano, dada la condición del hombre, apelar a lo que no es humano, la divinidad, la materia, la verdad científica, etc.[...]? Tengo la sensación de que todo el ridículo se debe al hecho de que pretendemos ser humanos y de que justificamos nuestro instinto porque es humano."

Lo sublime frente a lo ridículo, lo vulgar. Supongo que dependerá de los lugares, pero creo que el caso de esta romería es un claro ejemplo de lo que puede estar ocurriendo con todas las fiestas, al menos en España: la pérdida del sentido simbólico de la fiesta, la pérdida de lo sublime; no su función social, que se sigue manteniendo y que consiste, a grandes rasgos, en mantener unida a la comunidad, en sostener y crear lazos sociales; pero sí su sentido, un sentido que es, o era, fundamentalmente religioso. Y es que, si nos fijamos bien, parece que las tradiciones festivas que más auténticas se mantienen son aquellas que no poseen un nítido contenido religioso, como los carnavales (ridículos estos de por sí). El resto se nos manifiesta como pura fachada, sin fondo, ridículo; el ejemplo más claro son las Navidades.

Cosa algo diferente son, sin embargo, las manifestaciones religiosas de la Semana Santa, pues se trata de unas celebraciones que no conllevan ritos festivos. Aunque en este caso ocurre como en los otros, que al ser vacaciones la gente huye lo más lejos posible de su lugar de trabajo y residencia. Probablemente estas sean las celebraciones más auténticas, hoy en día y aquí en España, del sentimiento religioso, reducidas, eso sí, a los cuatro beatos que participan por los cuatrocientos espectadores que se concitan a observar el folclore.

Por supuesto, a nadie se le escapa que todo esto tiene que ver con el proceso de modernización y laicización de la sociedad. Pero la cuestión es, entonces, que si no se cree, por qué se sigue participando del ritual al margen del rito religioso, por qué se sigue participando en una fiesta cuando ya todos los fines de semana son fiesta, especialmente para los jóvenes. Y es que incluso dejando de lado el contenido religioso, quedándonos con la pura manifestación festiva, con el desahogo que ésta proporciona, antes las celebraciones tenían un cierto valor separadas entre sí, como estaban, temporalmente, tenían valor debido a su escasez; pero ahora (al igual que en la economía, con la ley de la oferta y la demanda) cuando cada fin de semana es fiesta, el valor de la pura fiesta se ha reducido, y es que hay mucha oferta.

Y sin embargo, allí estaban, jóvenes y viejos, con sus botas y botellones, bebiendo juntos, aunque probablemente no revueltos, es decir, grupos de jóvenes al lado de grupos de viejos... Con sus "saludables" excepciones, por supuesto. Al fin y al cabo, para los jóvenes se trataba de un botellón más que contaba, eso sí, con el beneplácito de padres y autoridades. Es más, se trata, incluso, de una reivindicación por parte de la juventud, frente a sus mayores, de su propia fiesta; fiesta sin sentido, pero suya, a la postre. Todos lo hemos hecho en las fiestas de nuestro pueblo; hace veinte años era lo mismo. Por cierto, en los botellones la gente no bebe ni más ni menos que antes, simplemente lo hace más gente, lo hace en público y en aglomeraciones de grupitos.

"Hace veinte años era lo mismo". ¿Y hace cuarenta? ¿sesenta? ¿un siglo? Evidentemente no estábamos allí. Tradicionalmente, como ya he dicho, la fiesta estaba asociada a los ritos religiosos, los antiguos bebían y se drogaban para entrar en contacto con la divinidad; posteriormente lo hacían en honor a la misma, pero eran momentos en los que la juventud sacaba esa energía que se lleva dentro a los quince, dieciocho, veinte años: los jóvenes trabajaban duro durante todo el año y cuando llegaba la fiesta lo daban todo. Con el proceso de laicización de la modernidad los jóvenes empezaron a reivindicar otras formas de fiesta; pero esto no es de ahora, sino de principios del siglo XX, si no antes: los jóvenes trabajaban o estudiaban y, cuando podían se montaban la fiesta y seguían dándolo todo. Ahora, en la postmodernidad, que ni estudian ni trabajan, la energía contenida es mayor (pura física) y continúan dándolo todo, consumiendo esa energía, en la fiesta continua que tienen montada. Y que no sea así, porque entonces nos encontramos con casos como los de Pozuelo, o el del Dos de Mayo de hace unos años: de algún modo los chavales han de divertirse, han de gastar su energía.

Esto lo sabían perfectamente los regímenes autoritarios, fascistas y comunistas, así como las órdenes religiosas dedicadas a la enseñanza, por ejemplo los Salesianos. Sí, yo pasé 8 años con ellos y lo conozco bien, aunque no sé cómo estará ahora el asunto. Como ejemplo de lo otro no hay más que ver "El Triunfo de la Voluntad", de la Riefenstahl: el régimen nazi organizaba encuentros deportivos donde los jóvenes, aparte de prepararse para la guerra (motivo principal de todo ese asunto), se dejaban de gilipolleces y gastaban su energía en cosas más sanas. Los Salesianos también han dado siempre un gran valor a la educación deportiva; allí en el colegio nos desfogábamos y volvíamos a casa suavecitos, sin ganas de montarla... Bueno, al final resultaba que el tiempo dedicado al deporte no era suficiente y terminábamos montándola.

También desde hace varios años el Ayuntamiento de Madrid lleva organizando "La Noche más Joven" en determinados polideportivos de la ciudad. Ignoro la acogida que esa iniciativa tiene entre los muchachos, imagino que no mucha, por eso no deja de ser un lavado de cara frente al electorado, para que veamos lo que se preocupan por la juventud. Pero, joder, nadie quiere jugar al baloncesto a las once de la noche, por mucha energía que tengas... Juegas si estás borracho, eso sí. Se juega por la mañana, se corre por la mañana, y para ello además hace falta un cierto empuje, una cierta obligatoriedad.

Así pues, o les machacas físicamente (trabajando y/o haciendo ejercicio) o te la montan. Me río yo de la reflexión de los popes acerca de la pérdida de valores de la juventud. Tendrán su parte de razón, pero si en Pozuelo los jóvenes hubieran tenido un "gran respeto por la autoridad" se hubieran liado a botellazos entre sí, no contra la policía (y por lo menos estos llevan casco).

Todo es consecuencia, entonces, como decía Mishima, del aburguesamiento de nuestra sociedad: ya nadie cree en lo divino, pocos hacen ejercicio, pocos trabajan y los trabajos tampoco matan, de modo que hay más tiempo y más ganas para la fiesta (aunque no haya dinero, que estamos en crisis), pero una fiesta ridícula porque no está vinculada con lo sagrado, una fiesta que termina hastiando. Estamos en la zanja, vaya panorama. En fin aquí os dejamos las fotos de la romería:



sábado, 26 de septiembre de 2009

Voluntarios para el 2º Operativo de Busqueda en la Pedriza de Jose Carlos Marcos (3-Oct)

Comunicado de la Federación Madrileña de Montaña:

Estimados amigos,

Como ya sabréis por algún medio de comunicación o por la web de la
Federación Madrileña de Montañismo, se ha puesto en marcha el segundo
operativo de búsqueda de José Carlos Marcos con el objetivo de
terminar el trabajo de rastreo iniciado el pasado sábado 20 de junio.
La semana pasada unos montañeros encontraron unas prendas que han sido
identificadas positivamente por la familia, por lo que, en esta
ocasión, existen esperanzas más que fundadas de encontrar pistas que
nos acerquen al paradero de José Carlos.
Por todo ello, sabedores del compromiso que todos vosotros habéis
demostrado durante el primer operativo, os pedimos nuevamente vuestra
colaboración, para con ello, conseguir apaciguar, en alguna medida, la
terrible angustia que la familia de Jose Carlos lleva padeciendo desde
hace muchos meses.

Las condiciones de inscripción son las mismas que en el primer
operativo. En el siguiente enlace encontraréis el formulario necesario
para poder participar como voluntarios.


En nombre de la familia de José Carlos os damos las gracias
anticipadas por vuestra dedicación y compromiso que ensalza los
mejores valores del amor por la montaña.

Comunicación FMM

domingo, 9 de agosto de 2009

Camino de Santiago Primitivo

¿Cuántas veces hemos de repetir nuestras acciones para aprender algo de ellas? ¿O acaso estamos condenados al "lo más curioso es que esto no me ha servido de nada, no he aprendido nada", que dice Patrick Bateman al final de "American Psycho"?

¿Cuántas veces he de realizar el Camino de Santiago para aprender algo de él?

Podría ponerme a revisar los tres o cuatro capítulos que escribí a la vuelta del Camino hace dos años, pero ello supondría añadir unas sensaciones, recuerdos y reflexiones que ahora no tengo presentes, pervirtiendo el sentido de lo que quiero expresar y que no es otra cosa sino la sensación que me ha quedado al final de esta nueva experiencia y las enseñanzas, si las hubiera, que haya podido extraer de la misma.

Este año tengo vacaciones, no estoy en el paro, como dos años atrás, de modo que el tiempo era más limitado y para colmo tengo un viaje el día 12 de agosto. Mi hermano se casó el 25 de julio (precisamente el día de Santiago) en Oviedo, de modo que para llenar el tiempo entre esas dos fechas decidí hacer una parte del Camino. ¿Cuál? Pues ya que estaba en Oviedo, el Camino Primitivo, el que atravesaba las montañas asturianas y gallegas antes de la Reconquista, antes de que se "limpiasen de infieles" las tierras por las que luego discurriría el Camino Francés, un camino más llano. Este camino pasa por Grado, Salas, Tineo, Pola de Allande, Grandas de Salime, Fonsagrada, Cadabo, Lugo, San Román de la Retorta, Palas de Rei, Melide y Arzúa.

La motivación, por lo tanto, que me ha llevado a realizar de nuevo parte del Camino no es desde luego religiosa (ya sabéis que soy ateo) y no sabría si calificarla de espiritual. Es deportiva, desde luego, y las relaciones sociales también estaban presentes como parte de esas motivaciones, si bien, desde ciertos puntos de vista tales motivos podrían resultar espurios.

La mística del Camino establece que uno lo realiza para conocerse a sí mismo o, que en todo caso, como consecuencia de hacerlo uno termina conociéndose, pues andando solo durante tanto tiempo da para pensar en todos los aspectos de nuestra vida, como si en la vida diaria no tuviéramos tiempo para pensar en todo ello; yo al menos sí lo tengo (cuando conduzco al trabajo, cuando corro, cuando ando por el monte, etc). No necesito el Camino para pensar en mí mismo y tampoco sé si uno puede llegar a conocerse a base de pensar. De modo que esto tampoco estaba entre mis motivos.

También está la motivación cultural: conocer a otras gentes, lugares, monumentos... Una motivación que puede variar entre lo turístico y lo edificante, dependiendo del tiempo que se le dedique. En este sentido, quizá una de las pocas cosas que haya aprendido es una recomendación para cuando haga de nuevo el Camino: la ausencia de prisa. Una tabernera me decía que se había pervertido el sentido de la peregrinación, que ya nadie se paraba a hablar con ella ni le solicitaba asilo; casi todo el mundo pasaba de largo buscando el albergue. Por supuesto, este motivo estaría reñido con el deportivo, con el de recorrer 30 ó 40 km diarios.

Para establecer un orden a la hora de hablar sobre lo que me he encontrado en este Camino utilizaré tres “categorías”: a) las gentes, b) mi cuerpo y c) los monumentos y paisajes

a) La gente.

Lo que me encontrado a lo largo de este camino de 11 días y 300 km. es algo bastante distinto de lo que me encontré en el Camino Francés: por lo pronto menos gente peregrina, alrededor de 30 personas en los albergues, lejos de las 100 o 150 que podemos encontrar en el otro, lo cual no es ni mejor ni peor, sino distinto, porque los albergues cuentan con menos plazas y puedes encontrarte durmiendo en el suelo. Sin embargo el tipo de gente sí es distinto, es gente que llega huyendo de la masificación que se supone que existe en el Francés, una masificación que, hablando con los hospitaleros, resulta que se reduce a la segunda quincena de julio y primera de agosto. Es gente que tiene una motivación más deportiva, aunque también los hay que parecen que van de fiesta, a comer, a beber, a fumar porros, a ligar... Sin embargo, estos también se hacen los kilómetros "reglamentarios".

Para ser exactos tendríamos que decir que nos podemos encontrar de todo. Suele decirse que el Camino es como la Vida, un pequeño Aleph o fractal de la misma, por ello también es por lo que uno se encuentra con material sobre el que pensar de un modo diferente, probablemente más concentrado, sobre su propia vida.

En este sentido me he encontrado con gente estúpida, que hacía parte de las caminatas andando y parte en auto-stop y ocupaban camas en los albergues, de modo que cuando llegabas tú, debías irte a dormir al suelo o a otro local. Pero también he encontrado personas interesantes, como una chica española que llevaba andando 4 meses, desde Austria. No obstante he de decir que yo tampoco estaba muy receptivo hacia la gente, lo cual es un grave error, ya que probablemente me haya perdido una parte muy importante. De todos modos es difícil conjugar este "mandamiento del Camino" (estar abierto a los demás) con aquel otro que dice "aprende a desprenderte de todo" (normas presentes en la mística de todos los lugares y religiones): cuando uno se abre al otro y el otro se abre al uno surge un vínculo de amistad, de amor, que es difícil abandonar o suspender (no ya romper, puesto que estamos en la era de las telecomunicaciones) para continuar el propio camino. Sin embargo, tampoco creo que esa haya sido la razón para haber permanecido un poco cerrado; ha sido más bien algo de pereza.

En cambio, bastante más interesantes me han parecido las personas que vivían o nos íbamos encontrando por los caminos, aldeas y albergues, especialmente el párroco de Grandas de Salime, que nos ofreció la casa parroquial para pernoctar, así como alimentos para la cena y el desayuno; pero también el párroco de Villabade, que nos mostró la Catedral de Castroverde, el tabernero de San Román de la Retorta, que nos enseñó la iglesia del s. XII, Remedios con su cantina ilegal, que abría a cualquier hora, vendía lo que le pidieras y charlaba contigo mientras maldecía a los perros (je, je, no digo el lugar, no vaya a ser que le cierren el chiringuito) y algunos paisanos anónimos que me hablaban de lo mal que está el campo: de lo poco que les pagan por la leche, por la carne, por las hortalizas, de los jabalíes que les estropean las huertas y no pueden matar bajo multas importantes… Por lo general no es gente acostumbrada al paso de los “peregrinos”, al contrario que en el Camino Francés, donde se nos considera como una fuente de ingresos turísticos.

Pero al mismo tiempo he echado en falta la mística que se respira en el Camino Francés, el “rollete peregrino”, que quizá pueda ser un poco impostado, pero que ayuda un poco a sobrellevar los sinsabores del camino: dolores físicos, pérdidas de personas…

b) Mi cuerpo

La pereza espiritual de la que hablaba más arriba quizá pudiera estar ocasionada por la laboriosidad física a la que me sometía la jornada de camino. He de reconocer que caminar por los montes asturianos resulta bastante más duro que hacerlo por la llanura castellana. Parece de perogrullo, pero alguien acostumbrado a caminar por el monte podría ponerlo en duda o relativizarlo. No. De verdad es más duro: las piernas se cargan más y como consecuencia de ello, al menos yo, debía dedicar más tiempo a los masajes y estiramientos. No sé si también como consecuencia de ello los músculos de mi espalda empezaron a ceder bajo el peso de la mochila, se empezaron a contracturar. Se recomienda que el peso de la mochila no supere el 10% del peso corporal y nunca más de 10 kg; la mía pesaba algo más de 12 kg. Como ya he comentado, se suele decir que en el Camino aprendes a desprenderte de todo, en primer lugar de todo lo que pesa… Pues bien, tampoco eso he aprendido o, al menos, no he logrado llevarlo a cabo; quizá si hubiera tenido que caminar durante más tiempo… Hace dos años me pasó lo mismo, prácticamente con el mismo peso, pero al cabo de los 30 días. ¿Será que me vuelvo viejo? Me sobraban unas chanclas, me sobraba el kit de afeitado, una camiseta, dos pares de calcetines, dos calzoncillos, la navaja multiusos y 4 pilas pequeñas, dos de ellas gastadas; no sé, puede que en total lo sobrante llegase a 2 kg, ya lo pesaré cuando llegue a casa. También debería haber sustituido mi viejo saco de dormir (26 años) por alguno más moderno y ligero. En fin, como consecuencia de ello tuve que gastarme 30 euros en un fisioterapeuta en Lugo. La chica me descargó la espalda un poco, pero a los dos días ya estaba igual.

Así que soy capaz de desprenderme de las personas pero no de las cosas… ¿No es preocupante?

c) Monumentos y paisajes.

Por lo que toca a los paisajes asturianos y gallegos… ¿Qué decir que no sepáis? Os he dejado algunas muestras en las fotografías, aunque ya sabéis que ellas no pueden expresar lo que uno siente allí: valles y colinas (unas suaves, otras agrestes) en diferentes tonalidades de verdes, según lo que allí se cultivase, bajo unos cielos grises cuya tonalidad variaba a lo largo del día, con leves descargas de fina lluvia. Nieblas, bosques de eucaliptos, senderos y caminos que parecían excavados en la tierra y cuyas paredes estaban cubiertas de musgo, raíces, hierbas, helechos, muchos helechos…

Sin embargo, no es el paisaje geográfico lo que más me ha impresionado, acostumbrado como estoy a patearme las montañas y habiendo hecho justo antes del Camino la Ruta del Cares, con ese impresionante desfiladero entre las calizas de los Picos de Europa. Lo que más me ha impresionado ha sido el paisaje humano de la Asturias y Galicia profunda: aldeas de cuatro casas en las que no ves a nadie o, cuando lo ves resultan ser personas bastante mayores; no hay niños, raramente ves a personas de mediana edad. Desde luego no hace falta irse allí para saber del problema de la despoblación del campo, pero cuando paseas por esas aldeas y campos adyacentes te vienen a la mente las imágenes contadas por Julio Llamazares en “La lluvia amarilla”.

Especialmente para mí resulta muy gratificante, ya que me recuerda a mi niñez en el pueblo, los olores de los establos de vacas y las calles de los pueblos minadas por sus plastas… Je, je, ahora recuerdo que sí vi a una niña con la abuela y la madre arreando a unas vacas; estaría de vacaciones.

Hay, no obstante, un olor que es casi omnipresente en todo el norte al que no termino de acostumbrarme, el de la hierba fermentada en los plásticos que se usa para alimentar al ganado; es un poco fuerte y parecido al olor de los vómitos (qué agradable, ¿no?).

En cuanto a los monumentos presentes en el Camino Primitivo destaca la Catedral de Lugo y sus murallas, el resto son iglesias más o menos antiguas, sencillas, aunque no por ello menos importantes. Me llamaron mucho la atención las iglesias de los pueblos y aldeas con el cementerio alrededor, algunas incluso con las tumbas en el propio muro de la iglesia, vestigios de una cultura que integraba a la muerte en la vida cotidiana, que no olvidaba a sus muertos, que no apartaba a sus ancianos en asépticas residencias; el problema con el que me he encontrado es la falta de tiempo para aprender más sobre ellas…

El verdadero problema es que no terminamos de cortar con nuestra vida diaria, no hacemos un verdadero paréntesis: tenemos los días contados, las etapas establecidas, los kilómetros marcados, la guía del peregrino… Seguimos presos del afán acaparador, de la acumulación de cantidad, pero olvidando la calidad. Sí, he realizado el Camino Primitivo en los 11 días que marca la guía de la Asociación Astur-Leonesa de Amigos del Camino, me he machacado la espalda, los pies no, menos mal, y todo ¿para qué? ¿Qué he aprendido?

No sé, quizá que el Camino no puede hacerse de esta manera tan precipitada; quizá sea cuestión de andar menos kilómetros y hablar más con la gente. Todo esto, por supuesto desde una perspectiva atea, el que sea creyente tendrá otras motivaciones y otras recompensas.

En fin, aquí os dejo las fotos:

domingo, 21 de junio de 2009

Balance personal sobre el operativo de búsqueda de Jose Carlos Marcos

No todas las Zanjas son divertidas.

Como bien sabéis los que seguís este blog, el pasado sábado, 20 de junio, tuvo lugar un operativo de búsqueda de los restos de Jose Carlos Marcos, un vecino de Manzanares el Real que desapareció dando una vuelta por la Pedriza en el mes de diciembre. La familia de este chaval pidió un último esfuerzo a las autoridades y a la Federación Madrileña de Montaña para peinar la Pedriza o, al menos, la zona donde más probabilidades hubiera.

Hacía tiempo que no experimentaba en un mismo día un cúmulo de sentimientos, sensaciones, emociones, tan dispares, tan contrapuestas unas con otras, tan parecidas a unas terceras, aunque con matices diferenciables. No sé si podré dar aquí cuenta de todo lo que experimenté, pero al menos lo intentaré.

Como también sabéis, la mayoría de las veces que salgo al monte lo hago con grupos autogestionados a través de internet, de modo que en el más grande propuse como actividad la integración en el operativo de búsqueda. En primer lugar, lo que me sorprendió y a la vez me indignó un poco fue la escasa respuesta que obtuve por parte de la gente más experimentada en este grupo: sólo respondieron tres personas. Me pregunto cuáles son los motivos por los que no acudieron a la llamada.

Hablando de ello con una amiga, la tarde del viernes, me dio alguna clave: "mira, no todo el mundo es capaz de asistir a la búsqueda de un cadáver; no es una perspectiva muy agradable." Eso me hizo pensar en ciertas personas que no soportan la visión de un féretro, que son incapaces de ponerse la ropa de un difunto, etc. No sé si es la idea misma de la muerte lo que no aceptan. O quizá el raro sea yo, acostumbrado desde los 10 años a poner flores en las cámaras mortuorias con el finado presente y atraído por la parafernalia oscura y satánica del Heavy Metal y de los cómics. Quizá tengan una disculpa.

La misma sensación de sorpresa e indignación, aunque más atenuada debido al procesamiento mental de las razones antes señaladas, tuve el sábado por la mañana cuando me enteré de las pocas personas que se habían apuntado: la totalidad del operativo ascendía a 150 personas, de las cuales solo 100 éramos los que realizábamos la búsqueda efectiva.

La indignación fue una de las emociones que más perduró a lo largo del día, siendo sustituida a ratos por la pena, a ratos por la sensación de peligro, a ratos por la de cansancio. El operativo comenzaba a las 8 de la mañana en Manzanares apuntándote como voluntario en una carpa de Protección Civil. La gestión era muy lenta y la mayoría nos preguntábamos para qué había servido, entonces, apuntarse en el formulario de la Federación. Un capítulo divertido en este aspecto fue observar la nomenclatura alfabética que utilizan los cuerpos militares y paramilitares, como Protección Civil y los mismos Agentes Forestales; para ellos no existen Almería, Barcelona, Cáceres ni Dinamarca, sino Alfa, Bravo, Charlie, Delta... Mi número de DNI acababa en Yanqui. En fin, los preparativos de toda la operación duraron dos horas: hasta las 10:00 no empezamos a movernos

También desde primera hora estuvieron presentes los familiares de Jose Carlos atendiendo principalmente a la cuestión del avituallamiento. Se les veía totalmente volcados y agradecidos con los voluntarios; inspiraban un poco de pena sí, pero ante todo mucha ternura y al mismo tiempo entereza.

Ignoro cuántos operativos de este tipo se habrán montado aquí en Madrid; al menos uno más, seguro, cuando desapareció un chico de Miraflores tras un accidente de tráfico en la carretera del Puerto de Canencia. Un operativo de estas características requiere la coordinación de varios cuerpos: Policía Local, Guardia Civil, Protección Civil, Bomberos, Agentes Forestales, Federación de Montaña, Ejército de Tierra, etc. Así que quitando los problemas del principio y alguno más que comentaré más adelante, el aspecto de la coordinación podría sacar un notable alto.

La mayor sorpresa me la llevé cuando supe que el Ejército había puesto un helicóptero Chinook a disposición del Operativo. Un comandante, con su traje de camuflaje y su boina, nos dio las instrucciones de como utilizar ese autobús aéreo. Entre "grandes medidas de seguridad" (cortaron la carretera para que cruzásemos en grupo) llegamos a las 9:30 a la orilla del embalse, donde nos esperaba el sargento encargado del embarque del ganado, o sea, nosotros, pero éste, al menos, iba en vaqueros y camiseta. Esperamos otra media hora a la llegada del Chinook. Todo un espectáculo verlo aterrizar y despegar. Yo fui en el segundo viaje: en plan paramilitar, nos dispusieron en dos filas rodilla en tierra mientras el helicóptero giraba sobre sí mismo, nos enseñaba el culo y reculaba. La gente estaba excitadísima, como si no hubieran visto nunca Apocalypse Now. Se bajó la trampilla, salieron dos sujetos con casco y mono verde, nos hicieron la señal, nos levantamos y, corriendo (como si el Vietcong nos estuviera acosando; bueno, vale que el calor que desprendían los motores por detrás era sofocante), embarcamos. Subieron la trampilla, aunque lo de subir es un eufemismo, más que nada para que no se arañara mucho al aterrizar de nuevo, ya que como se inclinara un poco y alguien saliera rodando la trampilla no lo retendría. Y, por supuesto, nadie se preocupó de que nuestros cinturones de seguridad estuviesen bien enganchados. Detrás de mi había un ojo de buey por el que otear un poco, ya que desde la abertura trasera lo que se veía estaba distorsionado por el calor de los motores, como cuando miras a la ventana en invierno con el radiador encendido.

El trayecto no llegó a cinco minutos; nos soltaron en la pradera del Yelmo, donde la poca gente que había se debió quedar atónita al ver el espectáculo. Allí un Guardia Civil nos dio una charlilla sobre el asunto de la búsqueda y raudos nos dirigimos a nuestra zona.

Y ahí comenzó mi mayor indignación. Nunca he participado en un operativo de búsqueda, pero creo que no hace falta haberlo hecho para que, teniendo un poco de sentido común y, habiendo visto alguna que otra película sobre el particular, uno comprendiera que aquello no se estaba llevando de la manera correcta. Los agentes forestales que lideraban nuestro grupo podrían tener muy buena voluntad, pero no tenían ni idea sobre el particular: cada uno iba a su bola mirando donde Dios (que no existe) le daba a entender, bajo los matorrales, bajo las piedras (piedras de toneladas, no piedrecitas), en las zanjas profundas. Al menos nuestro grupo no tuvo en cuenta, o no tuvo claro, el concepto de "peine". Yo, que soy calvo, sí lo tengo (quizá porque lo eche de menos). Un peine se basa en que todas las púas permanecen unidas, en contacto y paralelas, a la vista unas de otras. Cuando se peina, las púas avanzan al unísono y, si una se enreda en un remolino, las demás se paran. Nosotros avanzábamos, algunos nos enredábamos (bajando a grietas o subiendo a riscos) y algunos nos esperaban, pero otros no esperaban a esos, de modo que los que nos habían esperado ya no sabían si ir 4 metros más a la derecha o no (y en este paraje, 4 metros son muchos metros) o si por donde iban ya habían pasado los otros. Sencillamente, íbamos demasiado rápido y algo descontrolados.

El cansancio hizo mella en nosotros, pues a lo abrupto del terreno se unía un calor infernal y el agua se nos calentaba; no apetecía beberla. Cuando llegamos a la zona con menos piedra y más vegetación la cosa no hizo sino empeorar: menos sombra, arañazos, pinchazos y enganchones. Probablemente todo esto hizo que alguno desistiera de la búsqueda. La última parte se hizo muy mal o casi no se hizo. Además, el operativo finalizaba a las ocho de la tarde, pero nosotros acabamos a las cinco, maltrechos, eso sí, pero quizá hubiéramos tenido que dar algo más de nosotros.

Lo curioso (quizá también indignante) es lo rápido que se repuso la gente con dos cañas de cerveza en Cantocochino y lo alegres que se tornaron sus ánimos, casi tanto como cuando comenzamos la búsqueda, haciéndose fotos con el helicóptero, etc. Joer, no digo yo que vayamos como en una procesión fúnebre, pero tampoco estábamos de fiesta.

Desde Cantocochino nos trasladaron al pueblo en minibús, donde fichamos para comprobar que no nos habíamos quedado por allí arriba. De nuevo los familiares nos ofrecían todo tipo de comida y bebida mientras nos daban las gracias. Unas gracias que quizá no nos merecíamos del todo.

Me quedé un rato más en Manzanares viendo una actuación de Caballeros medievales. El pueblo estaba de fiesta: mercado medieval. El castillo y las calles engalanados con escudos y motivos del medievo, música de flautines, juglares, vecinos ataviados a la época. Todo muy alegre, pero yo sin pizca de ánimo, triste y cansado.

La última imagen que me llevé de allí, ya montado en mi coche, fue la de uno de los familiares, un chico muy agradable, quitando un cartel de la carretera que indicaba el camino hacia el puesto de control del operativo. Una cruel metáfora del fin de la ayuda institucional, si es que es verdad que dan por terminada la búsqueda, tal y como he oído por ahí.

martes, 2 de junio de 2009

20-junio: Búsqueda en la Pedriza del montañero desaparecido en diciembre

Jose Carlos Marcos, montañero y vecino de Manzanares el Real, desapareció el 19 de diciembre dando una vuelta por La Pedriza. Desde aquí pedimos vuestra colaboración para participar en el operativo de búsqueda de su cuerpo:

martes, 26 de mayo de 2009

Diario gráfico de montaña (17 y 24 de mayo)

17-05-09: La Isla - El Purgatorio - Remontando el Aguilón - El Pinganillo - La Isla
(fotos de Inda)


24-05-09: Morcuera - Najarra - Bailanderos - Asómate de Hoyos - El Pinganillo - Morcuera.
(fotos de Claudio)


(fotos de Marieta)

martes, 17 de marzo de 2009

Diario gráfico de montaña (15-03-09): Alpinismo

Curso de Alpinismo con el Club Alpino Madrileño en Peñalara... Ahora, si me pego la hostia o me sepulta un alud, será con conocimiento de causa.

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Club Alpino Madrileño

Mountain Wilderness

jueves, 22 de enero de 2009

Subida a Peñalara por el tubo central

No sé si es la mejor manera de homenajear a alguien el mostrar la realización de una actividad en la cual ha perdido la vida; quizá sí, si tal actividad era una pasión para él (o ella).

El pasado viernes 16 de enero, un montañero murió sepultado por una avalancha; murió justo en la zona que os mostramos en las fotos, tomadas cinco días antes. Las condiciones cambiaron en esos días, cierto; ¿pero acaso estábamos a salvo de sufrir cualquier otro tipo de percance?

Toda actividad conlleva un riesgo... Incluso la inactividad de quedarse en casa día tras día, aunmentando los niveles de colesterol, azucar, etc., igual que se acumulan los mantos de nieve en las cumbres.

(Ya sabéis: podéis aumentar el tiempo de exposición de las fotos pinchando en el más)