miércoles, 19 de diciembre de 2012

Diario campestre infantil (9-12-12): Hoz de Pelegrina

Bueno sí, hemos decidido cambiarle el título, porque montaña, montaña, lo que se dice montaña, tampoco es que sea exacto; mejor decir campo.

Nos despertamos con la luz del alba (bonito eufemismo para decir que Rafa se despertó a las 9:00 de la mañana y empezó a cantar pidiendo lo suyo tras una noche en la que empezó a llorar a las diez de la noche y terminó a la una de la mañana, sin ser capaces de calmarle, salvo a ratos). Al final pude dormir un poco. Rafa desayunó tras lo cual nosotros bajamos a la cocina para hacer lo propio. Aunque el desayuno entraba en el precio de la casa  te lo tenías que preparar tú, un desayuno cuya materia prima, marca blanca (o "nisu"), no es que fuese de primera calidad, pero era algo. En esas estábamos cuando llegó la regenta con fruta y unos bollitos denominados "mostachones" que, inocentes de nosotros, pensábamos eran del lugar, pero buscando en la red resultan ser de Utrera, cosas de la globalización. Eso por un lado, por otro el nombre no tiene absolutamente nada que ver con la forma de un mostacho grande a lo señor prusiano. Si no nos creéis, observad:



Nos comimos un par de mostachones y nos guardamos unos plátanos y manzanas para el camino. Inconcebiblemente estábamos saliendo de la casa a las 10:30, todo un tiempo récord que no sé si volverá a repetirse. Entre paréntesis y aireando un poco los trapillos sucios de la familia, Gema me acusa de ser un cagaprisas cuando hay que salir o llegar a algún sitio (cosa que no niego) y un huevón cuando hay que hacer cosas en casa (cosa que podríamos matizar, aunque no vamos a extendernos). Yo le acuso justo de lo contrario.

Antes de salir hacia nuestro siguiente destino decidimos dar una vuelta por Maranchón para verlo de día, pues ya no volveríamos (al menos ese finde). Tampoco sabemos si en la casa rural nos acogerían después de llevarnos la fruta para comer el día anterior, poner perdida la casa del barro que trajimos en las botas, manchar los cacharros de la cocina con la cena (pues no nos arriesgamos a caer de nuevo en otro chusco-bar) y dar la noche a los vecinos con los llantos de Rafa). Fiel a nuestra costumbre de recorrer los alrededores, nos adentramos en los arrabales de Maranchón, esas especies de vertederos de inertes, donde a veces te encuentras inerte algo que antes estaba "erte", perros, vacas, gatos... Y colchones. No obstante, a pesar de que nuestro carrito es tipo todo-terreno (o eso pensaba yo, hasta que vi que le faltaba suspensión)


hay sitios por los que no puede pasar. Bueno, eso tampoco es cierto, depende de las ganas que le eches, porque la semana anterior subimos a la Silla de Felipe II por la parte de atrás: tuvimos que atarle una cuerda al carro para que Gema tirase de él mientras yo empujaba, y Rafa dentro, por supuesto, convirtiendo un agradable paseo de domingo en un raid en toda regla (luego tuvimos que saltar con él el quitamiedos de la carretera, etc). El caso es que empezamos a subir por detrás de la iglesia hasta que la cuesta se hizo muy pina, a partir de allí continuó Gema sola, decidida a buscar una buena panorámica del pueblo:

panoramica 

Yo mientras tanto decidí continuar por la senda que bien podríamos denominar "del botellón", ya que esos eran los restos que más abundaban por allí, por detrás de un pequeño depósito de agua convenientemente vallado para que los asiduos a la senda no se despejasen involuntariamente. Luego, como suele ocurrir invariablemente en estos casos en los que el grupo se dispersa sin quedar de antemano para reunirse de nuevo en una región concreta del continuo espacio-temporal, empecé a impacientarme porque Gema no bajaba... ¿Y si fuera a bajar por otro lado? Vayamos a ver... volvimos Rafa y yo sobre nuestros pasos. Por la parte frente a la iglesia vimos bajar a dos niñas que previamente estaban arriba, donde subió Gema. Rehusamos preguntarles por la hippy de gafas negras que había subido tras ellas, no fuera a ser que también se asustaran del boina con gafas negras y carrito (a saber lo que podría llevar en él) que hacia ellas se dirigía y huyesen despavoridas gritando y alertando a los vecinos, prestos a salir en pos de los forasteros por mucha boina que gasten. Cruzámosnos con otro lugareño que extranóse de nuestra presencia en tan fría mañana de diciembre... Hasta que nuestra mujer y madre apareció por donde había marchado.

Fuimos posteriormente al punto opuesto del pueblo fotografiando fachadas curiosas y casas semiderruidas "donde habita el olvido", llegando hasta el cuartelillo de la Guardia Civil (yo rápidamente me di la vuelta, que con las pintas que llevaba no era cuestión de quedarse por allí mucho rato, no quiero decir nada de la que tomaba fotos). Llegamos hasta el final de la alameda, allí donde la primera paisana de la noche anterior nos indicó la fonda; la fonda efectivamente estaba, pero ya no era hora de probar sus viandas.


puertas    puertas1    molinos

la alameda

Volvimos a la furgo, metimos la ruta en el (una vez más, sacrosanto) Google Navigator de mi flamante HTC Wildfire ("Fuego Salvaje", debe ser por lo que se calienta cuando tienes puesto el GPS, internet y el "diente azul" a la vez) y nos dirigimos hacia Pelegrina. ¿Por qué la Hoz de Pelegrina y no la de Molina de Aragón, que quedaba más cerca? Porque al ser el domingo y tener que volver a Madrid nos pillaba de camino: salir a la A2 hacia Madrid y en el km. 119 tomar la desviación hacia Sigüenza.

Una de las cosas que más te sorprende de los cañones es, precisamente, su presencia en un sitio en el que a priori parece que sólo hay unas suaves ondulaciones de monte bajo. Es decir, si te encuentras en un sitio montañoso no te sorprende, o te sorprende menos, ver un desfiladero, pero ver un cañón excavado en la llanura... 

rio dulce5 

Ya desde el vehículo podía observase desde arriba, pero mucho más cómodo era observarlo desde el mirador de Félix Rodríguez de la Fuente (tío de Gema)...

Sí, amigos, la Hoz de Pelegrina fue uno de los sitios donde el amigo Félix rodó muchos de sus documentales, de hecho todavía existe la caseta donde guardaba el material de rodaje y otras cosas, como el rollo de cinta aislante con el que ató la cabra a las patas del aguilucho aquel... Pero, ¿alguien ha visto alguna vez a una rapaz comerse a un bicho mayor que ella? Desde luego qué vida la de las cabras, cuando no las tiras de un campanario, las tiras colgadas de un águila y si no, le pegas un tiro, como dicen que hizo Buñuel en el documental de las Hurdes, para que parezcan que se despeñan por sí mismas. En fin... De todos modos no vamos a negarle a Félix la gran labor de divulgación científica y el amor por la naturaleza que nos inculcó de niños. Una de cal y otra de arena (aunque nunca he sabido cuál era la buena, ¿la cal o la arena?). Dejamos al niño dormidito en el coche y nos fuimos, su madre y yo, a otear la Hoz, pero tras la lectura de dos paneles info-educativos una vocecita en mi conciencia empezaba a llamarme desde el vehículo... No, no era Rafa llorando, era mi conciencia, sí, que aunque no lo parezca la tengo. Por alguna atávica razón uno no puede separarse muchos metros de su cría sabiendo que ésta se queda sola... Bueno, sí, los conejos lo hacen, pero las crías de los conejos se quedan calladitas en el fondo de su madriguera, no en un coche aparcado al sol (aunque estemos en diciembre) en la curva de una carreterucha local. Así que sin poder resistirlo tuve que ir al coche para comprobar que el niño seguía durmiendo como un bendito.

De aquella ya nos montamos y continuamos el camino hacia el pueblo de Pelegrina, villa dominada por un castillo (ruinoso) en lo más alto del seno de la hoz; 

el castillo

para ello hay que tomar un desvío por una carretera cuyo final es el pueblo, no continúa más allá. Aparcamos en uno de los últimos sitios que quedaban en el aparcamiento para turistas, pues las estrechas calles del pueblo no permitían el ir y venir de los vehículos. Además que el pueblo tampoco era tan grande como para tener que recorrerlo en coche.

Pero Rafa seguía dormido y, dada la noche lloriqueante que tuvo, Gema no quería despertarle para ponerle en la mochila, prefería que siguiera durmiendo; mas yo, que no tengo corazón para dejar a la gente dormitar cuando la luz del día ilumina un mundo lleno de posibilidades y maravillas, es más, que no lo tengo ni siquiera para dejarles dormitar las horas previas a la iluminación de ese mundo si la programación lo requiere, era partidario de la inmediata carga infantil, que ya tendría tiempo de dormirse después... A todo esto serían así como la una de la tarde (un poco menos). Pero como dos no discuten si uno es tu mujer, lo que hicimos fue sacar a Rafa en el cochecito, que como ya va metido en el huevo y éste se engancha al carro no era necesario despertarle. Así que, hala, nuevamente cuesta arriba. Se acaba el asfalto y empieza el camino de tierra...

Cuando os hablan de castillos siempre pensáis en los de los cuentos y películas, con puentes levadizos y carreteras empedradas que llevan hasta él, ¿verdad? Ay, ingenuos, a la mayoría de castillos se accedía por una senda lo suficientemente ancha para que quepa un caballo y normalmente cuesta arriba, que así era más fácil defenderlo. En realidad no tenían que defenderse de ningún ataque; el castillo era sitiado y sólo podían esperar a que algún aliado acudiera a su rescate antes de que muriesen de hambre o alguna otra enfermedad, por su parte los "atacantes" se sentaban fuera a esperar mientras se daban el festín con el ganado y las mujeres que no hubieran tenido tiempo de refugiarse en el castillo. Pero, claro, eso en las pelis es muy aburrido y hay que darle un poco de acción (catapultas, escalas, flechas, aceite hirviendo y mandoble a diestro y siniestro...) Ah, la Edad Media, honor, escudos, armaduras... Pamplinas; todo era violencia, mugre y enfermedades.

Subimos, como decía, a las ruinas del castillo y... A todo esto cabe la reflexión acerca de los tipos de ruinas que podemos encontrar en nuestros periplos campestres; podemos dividir las ruinas en tres clases en función de su altura: bajeras, medias y altaneras. Altura que suele estar en relación inversa a su proximidad temporal, aunque también al tipo de construcción: las viviendas romanas suelen ser del tipo bajero, es decir, muretes de 40 cm como mucho, los castillos medievales son de tipo altanero... Aunque las viviendas a los pies de la Cueva de los Casares, medievales, son de tipo bajero. Bueno, también es de entender que los castillos, fortalezas, templos, etc. se contruyeran con más esmero y más piedra, sobre todo más piedra. Pero bueno, dejemos esto para los arqueólogos (yo de pequeño quería serlo, imitar a Champollion... Mucho antes que a Indiana Jones).

... Allí se despertó Rafa, tomamos unas fotos, le cargamos en la mochila y volvimos al coche para dejar el carro. Sí, ya sé que es mucho trajín, pero llevar un niño es lo que tiene. Quedarse en casa es otra opción, pero más aburrida y da poco que contar luego en el blog.

Desde el mismo aparcamiento salía el camino hacia el río, aunque uno debía estar un poco atento pues salía desde una calleja de medio metro de ancho, a punto estuve de quedarme atrapado con Rafa. Al contrario que en la ruta del día anterior en el Valle de los Milagros, en ésta había bastante más gente. La gente que te sueles encontrar en el campo te saluda... Este es un fenómeno curioso que varias veces hemos tratado Gema y yo: vas andando por el campo, ya sean Los Claveles de Peñalara, o la Herrería del Escorial, y la gente con la que te cruzas te saluda, gente desconocida que no lo haría dentro del pueblo, ni siquiera en un parque de Madrid... O quizá sí. Todo depende de la cantidad de personal que haya por los alrededores (no sé si ya he reflexionado sobre esto en algún otro artículo; bueno da igual): a más gente, menos posibilidades de saludo hay; es lógico, no vas a estar saludando a todo el mundo. Vale, pero ¿por qué se saludan los caminantes? Obsérvese que esto es más difícil que ocurra en otros "deportes" itinerantes como las carreras o el ciclismo. Podría pensarse que eso se debe a que se va más deprisa y cuesta más abrir la boca o levantar una mano. Ya. Eso no es así, porque los moteros por ejemplo se saludan al cruzarse (la mayoría). Para Gema es cosa de mantener el contacto social en un medio solitario donde en un momento determinado podríamos necesitarnos. Y lo cierto es que cuanto más solitario sea el paraje más tiempo dedicamos al encuentro: te encuentras a alguien en el Pirineo que baja mientras tú subes y te paras, le preguntas qué tal por ahí arriba, etc. Pues si vas con un bebé colgado (colgado físicamente, no loco ni drogado, para esto ya tendrá tiempo en la adolescencia, uséase, de los 12 a los 40 años)... Si vas con un bebé, tooooodo el mundo se para a decirle cositas: "qué a gusto vas ahí, ¿verdad?", "quién fuera bebé", "mírale qué rico", "hala, ya de pequeño haciendo deporte"... Sí, sí, deporte el chico, pues anda que yo, que me tiene eslomao. Antes iba al fisio a que me diera masajes en las piernas, pero de un tiempo a esta parte necesito que me trate la espalda. Y los brazos dentro de poco.

paco y rafa2  paco y rafa  gema y rafa

Me quité la boina, pues no me tapaba bien la luz del sol, me puse la gorra y le dimos de comer a Rafa, mientras los buitres revoloteaban por encima de nosotros (que aunque sólo comen carroña inerte y maloliente, no es cuestión de dejar al nene muy lejos). Como podéis ver en las fotos se trata de un barranco excavado en terreno calizo por el río Dulce.



rio dulce4 rio dulce2 rio dulce   


rocas1

castillo

Un sitio que invita a la paz y a la reflexión, ¿verdad? Pues siempre hay alguien que tiene que venir a molestar. Bueno, en esta ocasión no vino, se quedó en el mirador (el de Félix), pero se le oía en toda la hoz: ¡eeeeeeoooooo! ¡Manoloooooooo! ¡eeeeeeoooooo! Y doblemente, porque hacía eco. Así durante un cuarto de hora... O cinco minutos, pero se me hizo muy largo. La caseta del Félix fue un poco decepcionante (ni la fotografiamos), uno esperaba algo cuco, de maderita, pero qué va, es de obra: ladrillo, uralita...

La ruta, circular, aunque no tiene mucha pérdida está bien señalizada por unos postes de madera cortados al bies con una flecha pintada en el corte, pues "bies", en el poste más importante (el que te hace cruzar el río y dar la vuelta) tenía la flecha más abajo, de modo que no la vi y continuamos recto, no mucho porque rápidamente el camino empezaba a subir por rocas y bajar por grietas no apropiadas para lactantes. Así que dimos la vuelta.

Tras cruzar el río se encuentra la desviación para la Cascada del Gollorio, pero tampoco la consideré apta para Rafa y, aunque Gema me animó a ir sólo mientras me esperaban, no me pareció apropiado, pues también era la hora de comer. El camino por el otro lado del río era un poco más complicado, era una veredilla con subeybajas (en un punto hasta han puesto barandillas; con cadenas, eh, tampoco vayáis a pensar en el balcón de Palacio). Luego llegamos al puente y volvimos al camino original.

Entonces, como la ruta se había desarrollado sin incidencias, decidimos darle emoción al asunto: primero lo intentamos, cómo no fieles a nuestra tradición, por los arrabales del pueblo, dando la vuelta a la hoz por debajo del castillo, pero aparte de mugre no había senda. Después ya, con más éxito, tiramos hacia arriba, atrochando, hasta las eras; una subida que con el niño a cuestas no dejaba de tener su dificultad, pues sus piernecitas no te dejan subir mucho las rodillas, el terreno resbalaba un poco... Pero el lugar que escogimos para comer lo merecía: solecito, vistas a la hoz y al paisaje de detrás, buitres sobrevolándonos a pocos metros (Rafa estaba cerca).

Después, un cafetito, que el bar estaba cerca. Los regentes un poco secos como acostumbran a ser los poseedores de monopolios en lugares turísticos o de mucho paso: "prohibido asomarse al balcón de 13:30 a 17:00" rezaba un cartel a la entrada del comedor. "Es por los autobuses que vienen, la gente entra y no dejan comer a los clientes". No sé cómo les sentaría que cambiásemos a Rafa de pañal encima de una de las mesas, porque  se trata de una actividad de riesgo en toda regla; dos son los peligros fundamentales: (1) si el pañal está enmierdao hay un 75% de posibilidades de que tú también acabes enmierdao, pues el niño de los cojones (enmierdaos) no para de patalear (con la única intención de enmierdarse los pies) ni de bracear (con la única intención de enmierdarse las manos para, posteriormente, llevárselas a la boca), ante esta situación es bueno contar con la ayuda de una tercera persona (la madre en este caso) para que así disminuyan las probabilidades de enmierdamiento (37'5% para cada uno) o, al menos, se socialice el mismo (mal de muchos, consuelo de padres damnificados) y todo esto sin tener en cuenta la nefasta posibilidad de una réplica; (2) tanto si el pañal está enmierdao como si no, hay una probabilidad, baja, eso sí, de que al niño le entren las ganas en ese mismo y comprometido instante; ganas de lo uno o de lo otro, pero tranquilos no os voy a abrumar con los escatológicos detalles; no obstante pensad sólo un momento en que todo esto ocurriera en un restaurante. Afortunadamente todo se desarrolló "con normalidad", tras lo cual pagamos, nos montamos en el vehículo y salimos rumbo a casa, a la que llegamos con la sola incidencia de que a Rafa le entró hambre y tuvimos que parar, pues no conviene darle teta en marcha, no conviene sacarle de su huevo con el coche en movimiento.

Hasta la próxima.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Valle de los Milagros, parte II


Pues eso, llegamos a Riba de Saelices, ignorantes de lo que allí pasó en el 2005, preguntamos por la Cueva de los Casares y nos dieron las indicaciones oportunas con la información adicional de que ya no podían visitarse, pues el cicerone se jubiló el pasado septiembre y con los recortes no se ha contratado a uno nuevo.

La Cueva de los Casares parece ser una de las primeras en las que existen representaciones del ser humano y, más concretamente, del ser humano realizando la cópula, no sólo en pinturas sino en grabados. Fue una lástima no poder visitarla.

Como ya he dicho la cueva estaba cerrada, pero a sus pies pueden observarse las ruinas bajeras de un poblado hispano-musulman del s.X y justo encima de la cueva, una torre del mismo siglo. A los pies de la colina se encuentra el área recreativa donde se inició el incendio, ahora sólo cuenta con unas mesas y la fuente; las barbacoas fueron desmanteladas.

area recreativa cueva de casares   listos para empezar

Cuando Rafa terminó de comer me lo eché a la mochila y nos adentramos en el Valle de los Milagros remontando el curso del Río Linares, el cual tuvimos que vadear varias veces, aunque no supuso ningún problema pues no llevaba mucha agua. La entrada al valle es un cañón con altas paredes de areniscas y conglomerados de colores rojizos.

rocas          parece la proa de un barco

Tras una de las curvas que hace el cañón, a lo lejos aparecen los puntales, el de los Milagros, Peña Eslabrada y el puntal del Canto Blanco. Mas no por fijarnos en ellos debemos abandonar la observación de las paredes que nos acompañan y sus moradores.

rio          buitres

milagros1

arbol

Un paisaje que, de estar en verano sin una brizna verde, hubiera parecido digno de películas de indios.

En la última foto se ve por dónde discurre el camino queriendo sortear la loma. Justo en ese punto el camino se divide, pero hemos de estar atento a los postes de color rosa que indican la ruta para continuar hacia la Cueva de la Hoz y no continuar por la pista que comienza a subir por la loma, el carril de los Milagros, que nos llevaría a Santa María del Espino. Sin embargo, como ya dije, en esta ocasión no llevaba mapa pues la ruta era muy sencilla y estaba marcada. Nunca nos debemos fiar. En el punto de la bifurcación hay un poste y otro unos metros más allá, pero si vas distraído continúas por el carril, como nos sucedió a nosotros.

Tras un par de kilómetros, más o menos, nos encontramos con una extraña escultura.

escultura 1

Tras lo que nos encontraríamos después, podemos pensar que se trata de otro homenaje al retén. Al fondo a la izquierda se ven unas piedras: son las ruinas de la majada donde se encuentran las rosas.

monumento a los caidos del reten

Todavía persistiríamos más en nuestro error caminando un rato, hasta que consideramos que el viento era demasiado fuerte y frío para Rafa, así como que se acercaba la hora de comer, de modo que nos dimos la vuelta para comer de cara a los Milagros. Como podéis ver en la foto el nene se nos quemó un poquito:

rafa1

bajando

Tras la comida emprendimos la vuelta por el mismo camino que habíamos llevado, ahora, eso sí, pudiendo hacer unas estupendas fotos de los puntales iluminados por el sol de la tarde.

milagros

los milagros

Después volvimos a Riba de Saelices para dar una vuelta por el pueblo. Nos tomamos un café y volvimos a Maranchón.

riba saelices   portico saelices

iglesia ribas   fuente


miércoles, 12 de diciembre de 2012

Valle de los Milagros, 8-12-12 (parte I)

Nos despertamos a las 9:00, desayunamos y nos pusimos en marcha. Metimos la ruta en el Google Navigator de mi HTC Wildfire ("Fuego Salvaje"), curioso nombre para un aparato que ni siquiera da una llamita para encenderte un cigarro; pero eso sí, nos llevó sin perdernos a la Riba de Saelices, pueblo desde el que partía nuestra ruta. Curioso nombre y triste coincidencia: Riba de Saelices, concretamente a los pies de la Cueva de los Casares, es el lugar donde comenzó el fuego que en julio de 2005 arrasó 13.000 hectáreas en la zona y se llevó la vida de once miembros del retén de Cogolludo.

A veces mi propia ignorancia me sorprende, pero me sorprende más darme cuenta de mi pereza a la hora  de buscar información sobre sitios y acontecimientos. Conozco a una persona a la cual la tragedia le pilló muy cerca, incluso realicé un diaporama en el que se homenajeaba al retén, y sin embargo hasta ahora no me había interesado por el lugar donde ocurrió. La casualidad hizo que nos desviáramos de la ruta prevista y acabáramos, creo, en el mismo lugar donde perecieron los once integrantes del retén.  El lugar, ciertamente, parecía bastante desolado por la carencia de árboles, sin embargo, tras siete años los matorrales han cubierto de verde la tierra. En el quizá ahora mal llamado "Carril de lo Milagros", a los pies de las ruinas de una majada, once enormes rosas negras de metal recuerdan a los fallecidos, simplemente sus nombres.



En ese momento imaginé de qué se trataba, pero no pensábamos que fuera ese el mismísimo lugar. Me he puesto a escribir y cuando he buscado información sobre la zona, sobre el retén, se me han quitado las ganas y el ánimo para continuar en un tono alegre. Os dejo un documental sobre el asunto (son 4 partes de 10 min.):




martes, 11 de diciembre de 2012

Diario de Montaña infantil (7-12-12): Madrid - Maranchón

Retomamos la sana costumbre de escribir acerca de nuestros periplos por el campo, pero esta vez con más protagonistas: Gema y la nueva estrella del equipo, el pequeño pero increíble Rafael!!!

La historia que hoy relatamos comienza justo hace un año, más o menos, cuando como todos los años en estas fechas te rompes la sesera buscando algo para regalar a tus padres, a tus hermanos, mujer, abuela (el que la tenga), amigos, hijos de los amigos, "amiga" (el que la tenga)... Cuidando luego, muy mucho, de no dar el regalo equivocado a la persona errónea en el momento menos indicado (que suele ser al final de la cena cuando "misteriosamente" hemos tomado el color de los carabineros cocidos que nos hemos zampado, aunque no sea debido precisamente a los carabineros). Afortunadamente nada de esto ocurrió aquella noche de... ¿Nochebuena, Navidad?, qué sé yo si hace ya un año. El caso es que, siguiendo la ancestral institución del Potlatch, nos intercambiamos los regalitos. 

A mis padres les regalamos una cajita de esas que ahora están tan de moda para irte a pasar un finde a una casa rural "con encanto", mientras que ellos, o mi hermano, nos regalaron a nosotros una cajita de esas que ahora están tan de moda para irte a pasar un par de horas a un espá "con encanto". Terminamos la cena y todos muy contentos nos fuimos a casita con nuestra cajita bajo el brazo.

Mas el güevonismo hizo su aparición y a lo largo de todo el año ni ellos consumieron su cajita, ni nosotros la nuestra. Para más información las cajitas caducaban el 31 de diciembre. Vale también que en nuestro caso teníamos un poco de disculpa, pues Gema estaba embarazada y los chorretes calientes o fríos en la tripa podrían no haberle sentado muy bien a Rafa, así que fuimos dejándolo hasta que naciera el churumbel; luego el problema estaría en dónde dejar al churumbel mientras que los papis se lo pasan teta jugando con el agüita.

Pero no fue necesario llegar a esos extremos. Vigilante yo, durante un año, del curso de mi regalo, insté a mis progenitores a hacer uso de él bajo pena de quedarse sin hijo, sin nuera y sin nieto, a lo cual tampoco fue necesario llegar. Mi madre, sabia ella y no por vieja ni por diablesa, me hizo ver lo siguiente: "¿Y a qué nos vamos a ir a una casa rural en un apartado pueblo donde no conoces a nadie si ya tenemos nuestra propia casa rural en este pueblo cercano donde conocemos a todo el mundo? ¿Por qué no nos cambiáis la casa por el balneario?" Aperplejados mi mujer y yo, ojiplático el niño de cuatro meses, buscábamos mentalmente dónde podía estar el truco, mas no lo había; el cambio era entre otras cosas fruto del amor maternal, y el regalo, un regalo boomerang.

Así que, a mediados de noviembre, nos encontramos con un fin de semana gratis a gastar antes de enero en un lugar perdido, con el crío a cuestas y a saber con qué temperaturas.

Se puso Gema a llamar de inmediato a las casas rurales "con encanto"... Y encantadas debían estar, sí; si no ellas, al menos sus dueños o gerentes, pues no parecía haberles llegado la crisis: no encontrábamos casa disponible. Al final dimos con una en Ledesma (Salamanca) cerca de los Arribes del Duero, un sitio dicen bastante bonito.

Sin embargo, héte aquí que a una semana del evento, nos comunican que nos cancelan la reserva por continuados impagos de la empresa de las cajitas, cuyo nombre no me importa mentar: "La vida es bella". ¡Mierda! Pues parece que la crisis sí había llegado al sector, y si no la crisis sí al menos los listillos. 

Gema continuó con su periplo hispano-telefónico buscando qué lugar encantado tendría a bien acojernos. Al final recabamos en Maranchón (Guadalajara), cerca de Molina de Aragón, lugar donde se registró la temperatura más baja de España; lugar encantado, también, si posees la suficiente imaginación como para convertir las modernas centrales eólicas en quijotescas hordas de gigantes.

Pero eso no lo sabríamos hasta el sábado por la mañana, aunque ya el viernes sospechábamos algo, viendo como veíamos a distancia indeterminada debido a la oscuridad, mientras nos acercábamos a nuestro destino, luces intermitentes en perfecta formación y equidistancia.

El viernes trabajé desde casa, no pude coger el puente pues gasté todas mis vacaciones cambiando pañales tras el permiso de paternidad (durante el cual, por cierto, hice lo propio). Pero al menos desde casa no tuve que hacer 140 km extras. Me las prometía yo muy felices, pensando en que al ser puente no iba a tener mucho trabajo; pensaba yo sacar información para las rutas del fin de semana, mas todo quedó en agua de borrajas: ni guía, ni mapas, ni brújula, ni pilas en el gps. Afortunadamente Gema ya había hecho el trabajo por mí, al menos sacar los sitios importantes: Valle de los Milagros y Hoz de Pelegrina.

También pretendía, ingenuo de mí, salir de casa a las tres de la tarde, por aquello de viajar con luz, pues ya se sabe que una de las cosas que tiene el invierno, aparte del frío es que los días son más cortos; los buenos estudiantes que hicieron la EGB y BUP (no sé cómo andará ahora la cosa) y los aficionados a la astronomía sabrán que ambos fenómenos están íntimamente ligados... No, no es porque la Tierra esté más lejos del Sol, pues entonces sería invierno en todos los sitios a la vez, Argentina incluida; sino por la inclinación del eje de la Tierra que... ¡Anda ya, buscad en la wikipedia! También sabrán, los más avezados en estas lides científicas (hoy día diez, por cierto es el aniversario del nacimiento de Ada Lovelace, madre de la informática y de la cual yo no tenía noticia, gracias Google) que según la teoría especial de la relatividad el tiempo se estira y se encoje: pues cuando tienes un niño los tiempos de salida se estiran y estiran mientras se te encoje el ánimo al tiempo que toma un color grisáceo; como además el niño va metidito en su huevo, no le ves y su sonrisa no puede colorear tu ánimo de nuevo.

Así que a todo meter, metimos todo en la furgo: comida, agua, maletas, mochilas de senderismo, cuna de viaje, colchón de la cuna de viaje, carrito, gato... ¿Qué coño hace el gato aquí? ¡Fuera! Y... Algo se nos olvida... Apartadito en un rincón del salón Rafa esparaba paciente su turno. Al final salimos a las cinco y media, con lo cual, ya por Villalba se nos hizo de noche... ¿A Maranchón por Villalba? Sí, si vives más allá y no más acá: Villalba, Madrid, Alcalá, Guadalajara, Alcolea del Pinar y Maranchón. ¿Veis qué rápido? 217 km, 2 horas 14 minutos, según Google, nuevamente... ¿Alguien recuerda cómo era el mundo antes de Google? No, pero gracias a él podemos averiguarlo. Preguntad a Google si existe Dios y probablemente os dirá (como en aquel cuento de Stanislaw Lem, creo): "Ahora sí".

El camino transcurrió con la única incidencia de algún banco de niebla en la carretera: ni el niño lloró, ni hubo equivocación. Calentitos como íbamos en nuestro vehículo, aunque temerosos de la temperatura que podríamos encontrar fuera, nos aterró pasar por la desviación hacia Las Inviernas: el nombre lo decía todo.

Desvío en Alcolea y por fin en Maranchón, pueblo fantasma a esas oscuras horas (ocho de la tarde) de no ser por las luces de los semáforos y el típico chusco-bar a cuyos clientes preguntamos por la casa rural, la cual no podía quedar lejos de allí.

Llegamos a la casa, llamamos a la puerta, nos abre la regenta, hacemos las presentaciones y nos da las llaves. Esta vez sacamos primero a Rafa no fuera a ser que nos lo encontráramos a la mañana siguiente hecho un carambanito. Típicas carantoñas y comentarios de la regenta hacia el pequeño ser y llegamos a nuestra habitación en el segundo piso... Mejor, así no tendríamos molestos vecinos encima, sólo goteras que no llegaron a ser molestas puesto que no llovió en todo el finde. Lo mejor: ¡ducha con hidromasaje! Así que después de todo también tendríamos espá.

Terminé de subir los bártulos (que parecía que nos íbamos a quedar 15 días) mientras Rafa se amorraba a la teta de su madre. Nos relajamos un poco. Intentamos montar la cuna de viaje que, como todo el mundo sabe... O sea, vamos a ver, cuando te compras cualquier perenganillo electrónico (vídeo, lavavajillas, microhondas, Ay!pad!, esmarfon, etc.) el librillo de instrucciones sirve para rellenar el cajón de los librillos de instrucciones y, sólo en el muy hipotético caso de que el susodicho perenganillo no funcione utilizando el sentido común presente fundamentalmente en el dedo índice de la mano derecha (en la izquierda para los zurdos), sólo en ese hipotético caso, al cual se añade cierta vergüenza y pudor en llamar desde el primer momento al servicio técnico (llamada que, obsérvese, se realiza con la misma inteligencia presente en el mismo dedo), se procede a desembalar el librillo de instrucciones (que suele ser más complicado que el aparato en sí, razón por la cual desestimamos su consulta por principio). Sin embargo, cuando un ser racional del siglo XXI se enfrenta con un mecanismo del siglo XVI, sin enchufe ni baterías, sino con tuercas, tornillos y engranajes, el librillo de instrucciones se hace indispensable, siendo consultado mientras nuestro labio inferior monta sobre el superior y el dedo índice (otrora tan inteligente) pasa a rascar la sesera para estimular la respuesta a la siguiente pregunta ¿Cómo es posible que sea más difícil desplegar una cuna o montar una mesa de Ikea que manejar un ordenador portátil? Pues bien, para desgracia propia (y de los vecinos de abajo) la cuna no traía manual de instrucciones, pues es de segunda mano y el susodicho manual estará en el cajón de los librillos de instrucciones del primer usuario de la cuna durmiendo el sueño de los justos. ¿Cómo un mecanismo aparentemente tan simple puede llegar a adquirir semejante dificultad de manejo y sembrar tanta ira en el ánimo de una persona? Que venga Íker Jiménez a montarme y desmontarme la cuna!!!

Y esto no sólo me ocurrió a mí, sino a Gema y a mi padre un día que intentaron montarla en casa. Al final, moviéndola desaforadamente, cual orangutanes enfurecidos, logramos estabilizarla y montarla. ¿Para qué? Para nada, porque al final Rafa durmió en nuestra cama, entre los dos, chupando de la teta de Gema mientras pateaba mis riñones, dándome la peor noche de su vida.

Pero eso entonces no lo sabíamos, así que tan contentos salimos a la calle a dar una vueltecita por el desierto pueblo y a buscar algo abierto para cenar. Lo primero que nos llamó  la atención fue lo nuevo que estaba todo, las fachadas y el pavimento, así como las múltiples obras; remozamiento que acertadamente (como más adelante nos comentaría la regenta) achacamos a la presencia de los gigantes. Lo segundo fue que el bar estaba cerrado. Lo tercero fue una paisana que huidizamente se deslizaba por los laterales de una de las calles mientras Gema corría tras ella para preguntarle por algún sitio y mientras yo trataba de comunicarme con mis progenitores para dar el parte del viaje, que por mucho que crezcas y no vivas en su casa, eres su hijo y has de dar el parte.

La paisana dijo que tocáramos al bar, que aunque estaba cerrado la mujer que lo llevaba nos haría la cena; sin embargo no nos pareció apropiado. Una segunda opción era recorrernos la alameda hasta el final, donde había una fonda. Por alguna razón que podemos sospechar omitió la existencia del chusco-bar, mas ingenuos de nosotros, cuando le vimos ante nuestras narices no dudamos en entrar.

En su descargo debemos decir que no todo parecía tan mugroso, aunque sí la mesa en la que nos sentamos. Los clientes, dos grupos de edades heterogéneas, eran bastante ruidosos, a lo cual contribuía una música machacona: Lady Gaga y sus amigos. Rafa, como siempre, ojiplático ante todo aquello nuevo y diferente. Pedimos un pincho de tortilla y un bocata de queso que, para mi desgracia y empalagamiento, era en aceite.

Volvimos a la habitación prestos a usar el hidromasaje. Nuestro gozo en un pozo: no había agua caliente. Y mira que se lo dijo una vecina a la regenta justo cuando llegamos. Ya podríamos haberla probado nosotros entonces. Si la caldera era de gasoil y no había depósito la explicación sólo puede estar en que, debido a lo goloso del hidromasaje, el agua caliente la dan el segundo día, es decir, cuando protestas, como así nos pasó.

Pero de momento nuestro día acaba aquí, en la noche toledana que me dio el maldito niño durmiendo entre los dos.