miércoles, 3 de diciembre de 2008

Diario gráfico de montaña (30-12-08)

Profunda Zanja abierta por el paso del Lozoya a lo largo de milenios:

Pontón de la Oliva, Hoces del Lozoya, Navarejos, Poblado del Atazar, Cancho de la Cabeza, cortafuegos, pista del Canal, Cueva del Reguerillo, Necrópolis visigoda, Mirador, Pontón.

19'450 km.

(Podéis aumentar el tiempo de exposición de las fotos: pasad el ratón sobre la foto, se habilitarán unos controles bajo ella; al lado de donde pone "segundos: 3" hay un signo +; si pincháis sobre él aumentan los segundos durante los cuales podréis ver cada foto; de nada)



Más detalles de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=251443




martes, 18 de noviembre de 2008

Caminito del Rey (un paseo temerario)

Cortesía de Juantxo y/o Maripaz:



Caminito del Rey
De Wikipedia, la enciclopedia libre

El Caminito del Rey es un paso construido en las paredes del Desfiladero de los Gaitanes en El Chorro, cerca de Álora (Málaga). Se trata de un paso peatonal de 3 km con largos tramos con una anchura de apenas 1 m colgando hasta 100 m de altura sobre el río, en unas paredes prácticamente verticales. Actualmente se halla muy deteriorado, casi todo el recorrido está sin barandilla y hay segmentos que se han derrumbado, quedando sólo la viga de soporte. Todos estos factores han contribuido a crear una leyenda negra tras haber perdido la vida varios excursionistas tratando de cruzarlo.

Historia

La Sociedad Hidroeléctrica del Chorro, propietaria del Salto del Gaitanejo y del Salto del Chorro necesitaba un acceso a ambos para facilitar el paso de los operarios de mantenimiento, transporte de materiales, y la vigilancia de los mismos. Las obras se iniciaron en 1901 y fueron terminadas en 1905. El camino comenzaba junto a las vías del tren de Renfe y recorría el Desfiladero de los Gaitanes, permitiendo el acceso a ambos saltos. En 1921, el rey Alfonso XIII asistió a la inauguración de la presa del Conde del Guadalhorce cruzando para ello el camino previamente construido. Fue a partir de este momento cuando se le empezó a apodar como Caminito del Rey, nombre que se mantiene vigente actualmente.

El paso del tiempo y el abandono de su mantenimiento hizo mella en el Caminito: en los años 90 presentaba un estado lamentable, con la barandilla desaparecida en prácticamente todo su recorrido, numerosas secciones derrumbadas y las que quedaban amenazando con hacerlo. Precisamente fue su peligrosidad uno de los factores que contribuiría a su fama, numerosos excursionistas se dirigían a El Chorro motivados por recorrer el Caminito (aunque también por su zona de escalada, una de las más importantes de Europa). Esto propició numerosos accidentes (algunos mortales) a lo largo de los años y acrecentó su leyenda negra.
Excursionistas cruzando el camino con la vía del tren al fondo

En 1999 y 2000 sendos accidentes mortales que costaron la vida a cuatro excursionistas indujeron a la Junta de Andalucía a cerrar los accesos al camino, demoliendo su sección inicial. Esta medida no consiguió detener a los excursionistas, que seguían encontrando la manera de acceder a él escalando. También decretaron una multa de 6.000€ por transitar por las vías y los túneles del tren por las que se puede volver del Caminito.

La Diputación Provincial de Málaga, en colaboración con la Junta de Andalucía, ha incluido en sus presupuestos del 2006 un plan de restauración.

viernes, 31 de octubre de 2008

Diario gráfico de montaña (19-10-08)

Valverde de los Arroyos - Cascada Despeñaaguas - Ocejón - Chortal Redondo - Majada del Roble - Pradera Maldita - Valverde

16'800 km.

(Podéis aumentar el tiempo de exposición de las fotos: pasad el ratón sobre la foto, se habilitarán unos controles bajo ella; al lado de donde pone "segundos: 3" hay un signo +; si pincháis sobre él aumentan los segundos durante los cuales podréis ver cada foto; de nada)




martes, 23 de septiembre de 2008

Diario gráfico de montaña (21-09-08)

Canto Cochino - Las Torres (por PR-2) - Collado de las Dehesillas (por PR-1) - Canto Cochino (por GR).

11 horas.

martes, 16 de septiembre de 2008

Diario gráfico de montaña (14-09-08)

Zanjas profundas, altas cumbres.

Fuente del Cura, Hoya de San Blas, Pedriza, Bailanderos, Najarra, Cuatro Calles...
De 25 a 30 km.
11 horas, un par de ellas, de noche.
19 personas (15 acabamos, 4 se quedaron para pasto de los buitres)
...Un despropósito...

Pero bonitas fotos:


domingo, 7 de septiembre de 2008

Diario gráfico de montaña (7-09-08)

Navacerrada - Bola del Mundo - Cotos - Lagunas - Los Claveles - Peñalara (y vuelta a Cotos)

22 km

jueves, 12 de junio de 2008

Diario de montaña, 08-06-08: El Yelmo

Al igual que cualquier otro sábado por la noche, antes de acostarme, sean las doce, las dos o las cuatro, encendí el ordenador por si a alguien se le había ocurrido plantear una ruta de última hora (en vez de ser yo, vago de mí, el que lo hiciese... Todo llegará chic@s). Y así fue: subida al Yelmo. Pero, claro, a las ocho y mierda (uy, lapsus, perdón) en Pza. Castilla para llegar pronto a la barrera de la Pedri, que si no, no pasamos. Eran las dos de la mañana, aunque afortunadamente sólo me había bebido tres cervezas, y eso que el concierto en el que estuve... Bueno, “concierto” por denominarlo de alguna manera, ya que ahora a cualquier sucesión de ruidos le llaman concierto. En esa... “cosa”, decía, escuchando... “eso” a uno le daban ganas de chuzarse a base de ron, que por otro lado estaba barato; era en una asociación cultural de Vallecas. Las “gentes del lugar”, que decían los Barón Rojo, alucinaban con los "Poupees Electriquees", mis colegas (sí, los que daban el concierto). Las gentes eran los típicos heavies vallecanos que, currando en la construcción o de repartidores, no han tenido que cortarse las melenas a sus cuarenta y pico años. Mis colegas eran los típicos freakies “electro...algo” con aparatos que no has visto en tu vida, fabricados en los años 20 en Munich y traídos directamente de Berlín, todo para hacer, como ya he dicho, un ruido infernal, in-fer-nal, sin ritmo ni melodía, todo ello aderezado por proyecciones psicodélicas sobre ellos mismos, en fin, una tortura y, para colmo, lejos de casa.

Pero lo hice, me apunté a la ruta. Dormí cinco horas, pero dormí deprisa para dormir más, no me dio tiempo ni a soñar. Me levanté algo aturdido, eso sí, y me costó hacer la mochila, aunque casi lo tengo ya todo preparado, cada cosa en su lugar. Pero el desayuno me animó ¡y sin tomar café! (éste caería en Canto Cochino).

Me puse mi camiseta de manga larga abanderado 100% poliéster, la fina, no la de invierno y me calcé las mallas (claro, venían chicas y uno ha de hacer notar lo que de otra manera no se nota; no soy como el cantante de los Camouflage –concierto del viernes- que con unos pantalones relativamente anchos parecían que iban a explotar... En fin...). Me puse las botas y pa’lante. Parecía una mezcla entre Robín de los Bosques, Robín el de Batman y la Sota de Copas.

Llegué a Pza. Castilla, donde ya estaba esperando Jose:
-¿Eres de Luzdecruce?
-Sí.
-Bueno, pues ya somos dos. Solo faltan las chicas.
-No, y otro chico. Yo soy Paco, es que me he apuntado a última hora.
-Ah. Bueno, pero eres de fiar, ¿no?
-Pues no sé. Yo es que soy escéptico, entonces no me fío ni de mí mismo. Tendrías que preguntar a otros.
-Y, ¿puedes aportar referencias?
-A estas horas no, están durmiendo.
-¿Quién?
-Las referencias.
...
-Hola, ¿sois de Luzdecruce?
-Sí.
-Hola, yo soy Ricardo.
-Hola, yo Jose.
-Hola, yo Paco.
...
-Bueno, pues...
-Ahora a esperar a las chicas.
-Sí, ya sabes, que si me pinto aquí, que si me doy cremita allá...
-Oye, hace un poco de fresco, ¿por qué no nos ponemos en la salida del metro que sale un airecito caliente procedente de las infectas profundidades suburbanas?
-Vale.

En esto que aparece por allí una chica con cara de despistada, mirando aquí y allá. Nosotros nos la quedamos mirando con cara de “pregúntanos si somos de Luzdecruce”. Pero la chica, reticente, continúa su periplo acera arriba, acera abajo, hasta que decide apoyarse en la valla del Canal, justo enfrente de nosotros. Decidí, entonces, abordarla:
-¿Eres de Luzdecruce?
-Sí, soy Sonia.
-Yo Paco.
-Es que pensaba que sólo erais dos.
-Sí, yo es que me he apuntado a última hora.
-¿Y eres de fiar?
...

Y así continuamente hasta que llegaron todos los miembros, o sea, las dos que faltaban, Cristina y Marga, la cual llevaba un buen rato, pero al lado de la churrería, comiéndose unas porras sin invitar a nadie.

Cogimos los coches y en un plis-plas nos presentamos en la Pedriza. El cafetito que no falte. Una ruta de montaña no puede empezar bien si no empieza con café. Además el café moviliza los adipocitos, estimula nuestro sistema nervioso y nos hace estar más alerta en el entorno. Antonio no terminaba de presentarse... O sea que en realidad eran tres hombres antes de que yo me apuntara... Entonces... Bueno, da igual.

Encendimos los gepeesos y... ¡Mierda! mi tamagochi no pilla chicha. ¿Y el tuyo?
-El mío sí- dijo Jose.
-El mío debe ser algo cutrillo.
-No, sólo que es de la gama inferior.
-Pues es más grande que el tuyo.
-Pues no sé yo si eso es una ventaja.

Nos tomamos los cafeses, apartando las pelusas de los chopos, tras la típica discusión de si dan alergia o no las dichosas pelusillas, nos pertrechamos con nuestros aparejos de experimentados senderistas y enfilamos rumbo a lo desconocido... Al menos para mí, que yo nunca había subido por ese camino...

...Y para todos los demás. Serían las 10 y media de la mañana. Buena hora para empezar a andar. Sin prisas.

La subida tras cruzar el arroyo (previamente se cruza el Manzanares) comienza con una fuerte pendiente, ideal para desesperanzar a los incautos principiantes en este mundillo, aunque no era el caso de ninguno de nosotros. Las diferencias físicas no eran abismales y, al ser pocos, manteníamos contacto visual y auditivo en todo momento; sólo yo me quedé algo descolgado para quitarme la chaquetilla del chándal.

En teoría deberíamos subir por el Barranco de los Huertos para luego pasar al Hueco de las Hoces, pero nosotros subíamos por una ladera que, según el gps con mapa de Jose (el mío seguía sin pillar chicha), corría paralela al Barranco. Así que decidimos bajar al mismo, por un sendero, eso sí, que en la Pedriza salirse del sendero equivale a pérdida, ostión o ambas cosas... Incluso te pasa sin salirte de los caminos...

Ya en el barranco nos tiramos una fotillo (héla aquí)
(De izquierda a derecha: Sonia, Cristina, Marga, Robín y Ricardo; Jose es el que está delante de la foto, o sea, detrás de la cámara; alguien tendría que tirarla, ¿no? No os preocupéis, que sale más adelante)

Nos hicimos a la idea de todo lo que había que subir y con buen humor continuamos la marcha entre sesudas conversaciones sobre yacimientos arqueológicos, interpretaciones filosóficas de sus hallazgos y cosas por el estilo... De hecho este tipo de conversaciones intelectualoides fue la tónica general del día y, seguramente, la causa de que nos perdiéramos en más de una ocasión, más pendientes como estábamos de seguir los senderos dialécticos que el sendero geográfico. Pero cada vez que nos perdíamos echábamos mano o bien del gps o bien de la intuición y encontrábamos los hitos que marcaban el camino.

Algunas fotos desde el Hueco de las Hoces:

Este es el Cancho de las Pilas, creo
De este modo pudimos llegar a la Pradera del Yelmo; eran cerca de las 12 de la mañana, puede que antes, puede que después. Allí fue donde, cerca de la fuente, una fuente que, pese haber estado varias veces, no conocía; allí fue donde, decía, nos pusimos a zampar un aperitivillo antes de comenzar la subida a la Peña, al Yelmo, craso error, ya que cualquier engrosamiento de nuestra constitución física, cualquier aumento de volumen y en concreto del perímetro abdominal, puede impedir a una persona atravesar “La Grieta”. Y allí también fue donde, probablemente, Antonio nos dio alcance y nos adelantó. Previamente habíamos recibido unos mensajes alertándonos de sus llamadas perdidas, pero no había suficiente cobertura para realizar llamadas. Nos adelantó tanto que ni siquiera nos cruzamos a su bajada del Yelmo.

Cuando íbamos a acometer la subida un simpático pastor alemán de nombre y dueño desconocido, ya entrado en años y en kilos y con collar antivampiros (no, de ajos no, de pinchos), se nos acopló. Escalaba las rocas que daba gusto, hasta que, claro, lo intentó por una con demasiada pendiente, resbaló y se pegó una buena castaña, lo cual nos vino bien, ya que le dejó sin ganas de seguirnos por la grieta, aunque algún intento hizo; menos mal que Marga y Sonia no querían pasar por aquellas apreturas y le retuvieron. Los otros cuatro nos internamos en las tripas de las rocas, aplastando las nuestras contra ellas. Ved:Tiene su punto pasar por La Grieta, no es muy apto para claustrofóbicos y hay un par de saltos de nivel bastante complicadillos. Incluso es difícil, aunque no imposible, pasarlo con mochila; nosotros las dejamos al cuidado de Marga, Sonia y el chucho. Lo mejor es ir mirando hacia el Oeste e intentar agarrarse hacia arriba a las grietas.

Y tras las estrecheces llega la amplitud del espacio y de la llanura madrileña con sus cuatro falos apuntando al cielo. Nos echamos unas fotos, alguna que otra risa y volvimos a estrecharnos, esta vez hacia abajo, dirección tampoco nada fácil.

Unas foticos en y desde la cima: en primer lugar Manzanares:En segundo lugar, la Cuerda LargaEn tercer lugar, una panorámica con Cristina en medio (pinchad la foto para verla mejor)Y en cuarto lugar, los intrépidos montañeros, con Jose a la derecha y Robín a la izquierda en su habitual pose U2 que nadie comparte porque todos prefieren mirar a la cámara:Y ahora, una reflexión: siempre hablamos de las Zanjas Profundas, pero ¿nos hemos parado a pensar lo que es una Zanja en términos de espacio y materia? ¿No es acaso una incisión del vacío en la materia? (Sí, sí, ya lo sé, pero tomemos "vacío" en un sentido coloquial). Aquí, en cambio, nos encontramos en una cima. Y una cima, ¿no es caso la inversión de una sima, de una profunda zanja? ¿No es acaso la incisión de la materia en el vacío? Las zanjas son oscuras, las cimas luminosas. Descendemos a los infiernos, escalamos a los cielos. ¿Acaso podríamos permanecer siempre en las profundidades? ¿Y en las alturas? No, ya lo decían Pabellón Psiquiátrico: "en el cielo no hay alcohol, ni mujeres, ni pastillas de color". Pero tampoco podríamos permanecer siempre en las llanuras, en los valles, sin recurrir a los altibajos; necesitamos cambios de percepción para, precisamente, poder percibir de modo realista. Bien, continuemos.

Recogimos las mochilas y, acompañados en todo momento por el perro, pendientes de encontrar a cualquier ser humano con pinta de dueño-de-pastor-alemán-perdido, nos dirigimos hacia el Este para dar la vuelta hacia el Collado de las Dehesillas, donde pretendíamos comer. Esta vez las conversaciones versaron sobre películas, música y, cómo no, nuestra salvación digital: LA MULA.

La bajada hacia el Collado tiene la peculiaridad de contar con bastante arena suelta, circunstancia a la que no se adecuaba muy bien nuestra guía Cristina, intrépida, por otro lado, a la hora de escalar rocas y atravesar grietas. Tras poner como excusa a sus desgastadas suelas la conversación se dirigió hacia las botas, sus marcas, material deportivo en general y tiendas en las que se puede adquirir. Todo un clásico de las marchas de montaña. Yo mientras tanto no hacía más que intentar subirme las mallas, no para marcar paquete, sino porque se me bajaban y me daba la impresión de ir “cagao”, es decir, con esa bolsilla que se te queda bajo el culo.

Llegamos al Collado, cerca de las 15:30 pero como habíamos comido bastante en la Pradera y hacía un poco de aire, decidimos seguir bajando hasta el Tolmo; comeríamos allí. Sin embargo, nada más llegar al Collado comprobamos lo que ya veníamos sospechando: que nuestro cánido y gordo amigo ni tenía dueño, ni falta que le hacía; vivía de dar la brasa al personal para que le soltase algo de comida; llegaba, se tumbaba a tu lado, ponía cara de pena y a esperar; si caía algo, bienvenido fuera. Así que nos abandonó al ver que había otras gentes con comida entre las manos.

Así que con la conciencia más tranquila tras haber endosado el marrón a otros (aunque el marrón era libre), entre rocas y jaras, bajamos al Tolmo. Yo, al menos, llegué con un hambre... Ocupamos el puesto de una familia que había comido al abrigo del viento, en la pared sur de la gran roca, y no se nos ocurrió otra conversación para amenizar la comida, que hablar de cosas tan simpáticas como cánceres, fetos muertos, teratomas y otras maravillas de la fisiología humana. La comida también fue amenizada por el chucho, que llegó acompañando a sus nuevos amigos, pero viendo que la comida ahora estaba en nuestras manos, cual vil chaquetero, volvió a quedarse con nosotros; sin embargo, viendo que no iba a sacar ni un trocito más que las cáscaras del queso, cogidas sin mucho cuidado de la mano de Sonia (afortunadamente no perdió ningún dedo), marchó a la búsqueda de nuevos pringaos... Y no lo volvimos a ver.

Pero he aquí la cuestión que entonces nos planteamos: ¿se fue simplemente? ¿se fue dejando una huella en nuestros corazones, con lo cual es como si no se hubiera ido del todo? ¿O se fue dejando algo más, por ejemplo... una garrapata?

Sí, ¡una puta, insignificante y vil garrapata! Un inmundo bicho que logró hacer que no pudiera terminar de comer tranquilamente, porque... ¿podíamos estar seguros de que fue un único regalo del perrito? ¿Y si nos dejó más? ¿Y si el chucho fuera inocente? ¿Y si estábamos encima o en las cercanías de un nido de esos minúsculos vampiros? Qué estupidez, todo el mundo sabe que las garrapatas son animales solitarios, no tienen nidos, nacen...

Impresionante. Me he puesto a leer sobre las garrapatas; las muy condenadas pasan por cuatro fases: huevo, larva, ninfa y adulto, en cada una de las tres últimas pueden parasitar a distintos huéspedes, ya que para mudar han de soltarse. Pueden vivir meses o años y se sienten atraídas por colores claros, por mi blanca camiseta, por ejemplo, ya que fui yo el que descubrió a la susodicha trepando por mi pierna.

Levantamos, pues, el campamento, con picores imaginarios recorriéndonos el cuerpo, olvidándonos incluso de poner fin a la ínfima existencia del pernicioso ácaro (transmiten una gran variedad de enfermedades, pero no he encontrado nada acerca de lo que comenté sobre las excreciones en el torrente sanguíneo del huésped, de lo cual se deduce que sería mentira; ¿veis? no podemos hacer caso de todo lo que nos dicen, aunque el que lo diga parezca muy seguro). Posteriormente, ¿o quizá fue antes?, hablamos sobre la descripción que de la garrapata se hace en “El Perfume”, la novela de Patrick Süskind... La gran novela, y su no menos gran adaptación al cine.

Ya en camino, discutimos sobre la pertinencia o no de tomarnos el café en el Giner o en Cantocochino: a favor de Giner, cercanía; en contra, café de puchero. Ganó Cantocochino.

Hernán Cortés y los aztecas fueron el tema de este tramo del camino al final del cual comenzó a llover. La última indecisión tuvo lugar sobre cuál de los dos bares parecía mejor. Optamos por el que tenía la tele con menos volumen. Nos tomamos los cafés, nos despedimos, nos montamos en los vehículos y tras unos breves atascos llegamos a la Plaza Castilla. Fin de la historia.

P.D.: cuando llegué a mi casa me puse a inspeccionar mis pertenencias por si hubiera rastro del parásito, pero estaba demasiado cansado como para hacerlo exhaustivamente, de modo que ahora me despierto por las noches sobresaltado, sintiendo picores en la entrepierna...

¿Ladillas? ¿Quién a hablado de ladillas? ¿Es que no habéis leído la historia?

P.D.2: Las fotos son por cortesía de Jose, al cual, evidentemente no he pedido permiso y espero no me meta en pleitos. A continuación copio-pego la breve pero bella descripción que ha hecho Ricardo de la ruta, sin tanta palabrería estéril e insulsa:

Me sentí muy bien con gente tan acogedora. Fue un día magnífico en un paraje maravillosamente feraz de la Pedriza; admiramos una flora, exuberante y zingzagueamos por un espectacular cañoncito en donde se abría, pegado al arroyuelo, ese sendero que no costo poco remontar, ¿eh, compañer@s?. En el cielo vimos buitres y dominando el roquedo, rebecos (eso creo, al menos). En aquella Sierra a nadie dejan impasible esas formas graníticas tan peculiares; antaño, algunos serranos atribuían su talla a... misteriosos genios, noctámbulos pobladores del bosque...

miércoles, 4 de junio de 2008

Diario de montaña, 01-06-08: La Najarra

Me levanté como tantos otros domingos: con la cabeza abotargada de haberme pasado el día anterior... De haberme pasado un montón de horas delante del ordenador; la sensación es la misma que cuando te has pasado con el alcohol. El tiempo era el mismo que el de todo el mes: nublado. Llevaba cinco semanas sin salir al monte. Ponía como excusa la lluvia, o el trabajo que tenía que hacer (luego aunque me quedara en casa no lo hacía)... Pero tenía que salir o mi salud mental podría verse perjudicada... Sí, más de lo que ya está.

Así que desayuné, preparé la mochila y me tiré al monte. Bueno, antes que nada siempre se toma un café. Llegué a Miraflores con un tiempo que no auguraba una buena jornada. En mallas y con una camiseta abanderado de manga larga (semejante, pues, a un híbrido entre ciclista moderno y obrero de los años 20) me bajé de la furgoneta (estaba chispeando) y entré en la cafetería, la que está bajo el hostal de las cadenas colgantes. La gente me miraba como a un bicho raro, lo cual, al cabo de 25 años (tiempo que hace que despertó mi conciencia) ha dejado de sorprenderme. Al principio, cuando eres adolescente y te vistes para que te miren de esa forma, lograrlo es todo un signo de distinción. Cuando al cabo de los años intentas pasar desapercibido sin lograrlo la más tenue de las sensaciones es el estupor, ya que no entiendes cuál es tu diferencia: ¿soy calvo? ¿mi pantalón no deja asomar la raja del culo? ¿llevo una camisa de cuadros por dentro del pantalón? ¿llevo chupa de cuero? ... ¿o son todas esas diferencias juntas?

Me visto de traje para ir a las entrevistas de trabajo y entonces no hace falta que nadie me mire porque ya me basto yo mismo para sentirme extraño: ¿iré bien vestido? ¿la corbata lleva la altura adecuada para que no caiga dentro del urinario? ¿el corte de mi chaqueta es moderno? ¿se me ha vuelto a descolocar la hombrera derecha y parezco Cuasimodo? Afortunadamente durante este mes y medio que he estado trabajando sólo los primeros días he ido de este guisa, después, viendo el percal, he vuelto a vestir de sport, que dicen los modistos.

De todos modos, era normal que mi mirasen yendo en mallas y con la camiseta. Me tomé el café, pasé al baño y me reencontré con mi viejo amigo, el cartel de cartón. Vedlo:
Ah, esta gente tan imaginativa. Subí a la furgoneta de nuevo y enfilé camino de la Morcuera. La carretera, como cualquier otro domingo, llueva o haga sol, apriete el calor o haga frío, estaba plagada de ciclistas a los cuales iba adelantando con gran precaución. Ya cerca del puerto volví a ver a otro viejo amigo: el coche despeñado desde la carretera que, roñoso y oxidado por el paso del tiempo, debieron dejar ahí para aviso de conductores.

Sólo dos vehículos había aparcados en el puerto; el viento soplaba fuerte y arrastraba una fina llovizna; la temperatura era lo suficientemente baja como para que se me durmieran los dedos de las manos, así que me puse los guantes de invierno. Supongo que algo no funciona bien en mi circulación sanguínea, pero bueno, mientras que no se me empiece a helar la cabeza... Cada vez que me pasa esto me vienen a la cabeza las imágenes de Ollarzábal y Pasapán con sus dedos apuntados; esta vez, sin embargo, el proceso de asociaciones fue más allá, y me trajo a la cabeza a Iñaki Ochoa de Olza, muerto hace quince días en el Annapurna.

Me pertreché con todos los
innecesarios aparejos de que al cabo de los años me han ido dotando mis amiguetes y familiares: gafas de sol ultra-fashion, mapa topográfico, bastones de fibra de carbono y mango de corcho (que absorbe el sudor), GPS... Por cierto, no tengo funda para el mismo, fue todo un triunfo lograr acoplarlo en la cincha de la mochila, así que si alguien se quiere tirar el rollo... En fin, mucha tecnología para luego dar un traspiés y sacarte un hombro, clavarte la cantimplora de Clint Eastwood en las costillas o matarte contra una piedra de treinta centímetro cúbicos acabada, eso sí, en pico. Tras ello me puse la capa de agua que me agencié el verano pasado en Ponferrada, mientras hacía el Camino y eché a andar. Lo malo de las capas de agua es que te mojas igual, ya que empiezas a sudar y... por no hablar de la verdad aquella de "es más difícil que mear con capa", y es que cuando sopla el viento la susodicha no se libra del chorrillo.

Las nubes cubrían la cima de la Najarra, así que opté por seguir el camino que lleva por la ladera hasta la Cuerda Larga. Al cabo de 10 minutos ya me dolía el tendón de Aquiles derecho... Yo y mis achaques. Milagrosamente desapareció el dolor al cabo del rato.

Después de mes y pico sin subir al monte los olores y sonidos del campo te arrancan uns lágrimas de felicidad por un lado y de reproche por otro: "¿por qué habré sido tan gilipollas de no haber venido en todo este tiempo?". Respirar el olor de la tierra húmeda y escuchar cantar a los pájaros con el valle del Lozoya y Peñalara a la vista, el cielo cubierto de nubes y ni un alma por los alrededores, es una sensación que contrasta demasiado con los apelotonamientos en el metro todas las mañanas, con las colas de gente saliendo por las escaleras mecánicas, semejantes a las salchichas saliendo de la máquina embutidora (clásica imagen de Kooyanisqatsi)... Pensamos que hemos avanzado mucho desde el siglo XIX, pero en un centro empresarial los aprietateclas (chupatintas en tiempos pasados) de la sociedad de servicios en que nos hemos convertido entran y salen en masa sin necesidad del ruido de sirenas; nos hemos librado de accidentes laborales causados por martillos, sierras o soldaduras, para ser sustituidos por hernias discales provocadas por malas posturas frente al ordenador, vista cansada por permanecer frente al mismo mucho tiempo o estrés y depresión por no poder coger del cuello a nuestro jefe, o a ese cliente quisquilloso, y sublimar nuestra tensión en una ordalía sangrienta... Acabando en la cárcel, por supuesto, que el crimen hay que pagarlo, como diría Dostoievski... O los mismísimos Banzai, con Salvador tocando la guitarra.

Ehhhhhh, sí, estábamos en la montaña, ¿no? Plácida y solitariamente caminando... ¿"plácida"? No. La digresión anterior no es sino el traslado de una pequeña muestra de los pensamientos que se me van ocurriendo mientras camino. Es difícil lograr un momento de paz espiritual. Únicamente cuando logro reparar en alguna peculiaridad del campo, por lo demás literariamente muy manida, como lo de los olores, colores, formas y sonidos, durante un pequeño lapso de tiempo me embarga un sentimiento de felicidad que a veces logro retener durante unos minutillos. Después los pensamientos rutinarios vuelven a la carga: el trabajo, el amor, la falta de alguno... Así hasta que el cuerpo despierta. Despierta y dice: "otra vez me estás machacando, ¿no? Muy bien, pues adelante"; eso suele suceder en las subidas con mucha pendiente. O también puede ocurrir que camines por un lugar difícil, rocas, matorrales, entonces te sube la adrenalina, tus sentidos se agudizan y dejas de pensar en gilipolleces del mundo civilizado para regresar evolutivamente a la vida de las cavernas, a ser uno con la naturaleza, en lucha con la naturaleza, ya que la "armonía" con la misma es también un invento civilizado.

Llegué a la Cuerda Larga y al asomarme a la Hoya de San Blas una cabra salvaje me saludó con el típico chillido que avisa a sus compañeras del peligro. Las crías se encontraban unos metros más abajo. Me entretuve un rato mirando hacia Madrid, envuelta en la bruma, mirando las formaciones rocosas de la Pedriza, mirando las nubes que seguían envolviendo el pico. La cabra se confió y volvió a su punto de partida, una roca de la que arrancaba los líquenes. De cuando en cuando sus ojos amarillos se enfrentaban a mis anaranjadas gafas, a mis ojos de mosca, y un escalofrío me recorría la espalda. Es natural que los antiguos asociaran al Diablo con las cabras.

Me marché de allí soltando una carcajada al acordarme de Gigatrón: "yo soy el Macho Cabríiiiiio, soy mucho más macho y más cabrón que tú..."

Decidí bajar hacia la Hoya, recorriendo el camino inverso en el que hace tres meses me fisuré la costilla. Paré a comerme un trozo del ladrillo de chocolate que mi hermano suele traer de Asturias (es que mira que son bestias las gentes del Norte) y a echar una foto con mi nuevo "Nokia 6124 Classic, exclusivo para clientes Vodafone". Este fue el resultado:

Dos setitas encima de una de las de Abelardo. Bucólico, ¿no? La siguiente fue tomada casi al final de la jornada, pero la pongo aquí por semejanza temática: son las casitas de los gnomos basureros.
¡Ah, la escatología!

Continué andando y al poco rato llegué a este maravilloso manantial del que brota el agua con un chorro del calibre de un brazo (aunque en la foto no se aprecia):
El sendero descendía por la ladera haciendo zig-zag, hasta que en una de las curvas el ansia de aventura pudo conmigo y abandoné el camino. En realidad lo que hice fue coger un pequeño sendero que salía desde allí y que como cualquier otro pequeño sendero, en estos tiempos que corren posteriores al abandono rural, termina muriendo, o más bien ocultándose entre la maleza, cien metros más allá.

El abandono rural, sí. Es lo que ha convertido nuestras montañas en sitios solitarios donde ya no puedes charlar con ningún paisano, donde los senderos mueren por abandono, porque ya nadie pasa por ellos, salvo algún osado excursionista. La vida rural, tan bucólica vista desde nuestra perspectiva; tan dura y sacrificada en la realidad. Hace unas semanas veía un documental sobre Marinaleda, un pueblo sevillano, el más avanzado en política social de izquierdas (autoconstrucción de viviendas, ocupación de tierras, explotación comunal de las mismas, cooperativismo...), en el cual una de sus habitantes, cooperativista en la fábrica de envasados agrícolas, reflexionaba de la siguiente manera: "siendo nosotros la base de la vida, los productores de alimentos para los seres humanos, ¿por qué estamos tan abandonados? ¿por qué no se nos trata mejor?" Y es que trabajas un año cuidando el campo para que luego llegue un pedrisco y te estropee la cosecha, como acaba de ocurrir con las cerezas del Jerte (así que este año, a precio de oro). Así pues, ¿tenemos algo que reprochar a aquellos que abandonan el campo? Quizá sí, leeros "La lluvia amarilla", de Julio Llamazares.

Abandoné el camino, se terminó el sendero, caminé entre las hierbas, cuyas puntas penetraban el tejido de las mallas, hierbas que ocultaban rocas y hoyos con los que tropezaba. Llegué a un canchal, un río de piedras, una autopista comparado con la zona herbácea, y volvieron las hierbas. Entre medias me encontré con este inmenso acebo:
Es una lástima que no fuera nadie conmigo, al menos para que tuvierais una referencia de su tamaño. Por cierto, ¿veis las flores de las retamas? ¿las flores amarillas? Antes os he hablado de los colores del monte, pues imaginaos todas las laderas cubiertas de un manto amarillo. Además, resulta curioso (aunque científicamente explicable) que hayan florecido hasta una determinada altura, viendo cómo se recorta el manto con una línea horizontal. Curiosos, los piornos, ¿no? Mi hermano que es biólogo y sabe de estas cosas, dice que bajo ellos existe un microclima de cuatro grados por encima de la temperatura ambiente, así que ya sabéis si os quedáis un día tirados en el monte: bajo los piornos, cual ratillas.

Subí una loma y la vi. Vi una cascada y me dirigí hacia ella. A ratos parecía que seguía un sendero y, efectivamente, viendo el trazado del GPS sobre el mapa (ya en casa), iba siguiendo, aunque a ciegas, el sendero. No es fácil, pues, llegar hasta aquí:
La cascada tendrá unos tres metros de alto y acaba en una pequeña poza, ideal para el verano; el problema es que para entonces no sé el agua que podrá llevar. Para cruzar al otro lado del arroyo hay que hacer un poco el mono: agarrarse a una rama, estirar mucho las piernas, agarrarse a otra y tirar con fuerza, sin mirar abajo, donde te espera otra poza quizá no muy profunda. Y al otro lado se encuentra el comedor del lugar, entre las sombras de los pinos. Allí desplegué el mantel y las viandas del picnic (empanada, queso, nísperos...) y comí plácidamente escuchando el ruido ensordecedor del agua, una delicia comparado con el del tráfico madrileño. No hubo siesta, el tiempo no estaba muy apacible y ya serían las cuatro de la tarde.

Eché a andar otra vez, ahora sí, a este lado del arroyo, por un camino en toda regla, un bonito y horizontal camino por el que pasear tranquilamente, desde el que observar vistas como ésta de la Pedriza:

Y vistas no tan bonitas, pero no menos impresionantes: las cuatro torres de Pza. Castilla, símbolo falocrático del poder económico, bancos y constructoras. Atrás quedó la industria, más atrás la Iglesia, instituciones que un día tuvieron el poder en sus manos y levantaron monumentales edificios para dejar bien claro quién manda, para impresionar, para hacer ver que estaban más cerca de Dios... Siguen mandando, por supuesto, pero en la sombra. Y ya no sabemos qué es lo peor.

Miré entonces hacia lo alto, llevado por estos excelsos pensamientos, y vi despejado el pico de La Najarra. Decidí atacarlo. Y tras unas breves dudas consultando mapa y GPS, los cuales parecían contradecirse o, peor aún, contradecir mi sentido de la orientación, los guardé maldiciendo y "con rabia entre los dientes" y a golpe de bastón me puse a subir en línea recta, nada de sendero zigzagueante que, por lo demás, se perdía cada dos por tres. Y llegué al pico. Y besé el hito del Instituto Geográfico Nacional. Y burlé a las nubes. Y bajé casi corriendo de lo contento que estaba. Había recorrido 15 km.

Una vez en el coche llamé a mi amiga Azucena, que vive en Manzanares y me invitó a una sopa de Tetrabrik, a unas almendras, a reinstalarle el antivirus y a que leyera una crítica que había hecho a la película "Conversaciones con mi jardinero", en la que trabaja Daniel Auteil (el de "La chica del puente"). Aquí está el enlace al texto y más abajo la ruta que hice por GPS:
http://www.letraviva.es/diario/wp-trackback.php?p=48

Salud.