martes, 16 de septiembre de 2014

Gredos: Galayos-Mira-Chocarron-Cervunal (29-08-14)






 
Distancia: 16'140 km.
Desnivel: 1.409 m. de subida y otros tantos de bajada. 
Tiempo con paradas 9 h. 45 min.
Dificultad: Técnicamente difícil (destrepes verticales) y físicamente exigente.
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Este año nuestra cita con Gredos fue por la cara sur, a los Galayos. He de confesar que, aunque mis primeros contactos con la montaña fue en estas cumbres, en Gredos, siempre nos habíamos limitado a las lagunas (Laguna Grande, Cinco Lagunas y El Gutre) viendo los picos desde lejos. No fue hasta el año pasado que decidí ascender al mítico Almanzor y a su hermana, La Galana. En esa misma ruta nos propusimos conocer los Galayos al año siguiente, es decir, éste. Y lo conseguimos pese a lo mal que nos encajaban las fechas por los viajes de vacaciones con las respectivas familias, la de David, mi hermano, y la mía.

Lo dejamos para el 29 de agosto, viernes. Siempre intentamos no ir en fin de semana para no encontrar mucha gente, algo importante a la hora de aparcar en la plataforma del Nogal del Barranco (Guisando), que es bastante pequeña, nada comparable a la de Hoyos del Espino. A las siete de la mañana llegamos allí, y todavía sin luz (7:20) echamos a andar. La senda comienza por la derecha de la plataforma (según se mira hacia hacia las cumbres), pasando también por la derecha de las construcciones (refugio y bar)... Y es que cuando vas sin saber y sin ver, cuesta encontrar los caminos.

El camino discurre por la margen izquierda del arroyo sin ninguna dificultad técnica, aunque con fuerte pendiente en algunos tramos, durante 3,5 km. tampoco tiene ningún peligro en este tramo. Al principio la vegetación son fundamentalmente pinos, y me llamó bastante la atención que una vez que estos se acaban no hay casi piornos, arbustos que abundan en la cara norte. Amanecía mientras recorríamos este camino conocido como "Senda de la Apretura" (pues la Apretura es el paraje hacia el que nos dirigimos) o "del Refugio Victory" o "Carril de los Galayos", mientras observábamos maravillados el avance del sol por nuestra izquierda y las imponentes agujas de Los Galayos por la derecha.

Los Galayos son un conjunto de agujas graníticas muy utilizadas para la escalada clásica, tanto es así que han llegado a denominarlos "los Alpes castellanos". Cuando te acercas a ellos observas una mole con muchos picos y cierto relieve, pero cuando el camino comienza a discurrir justo por debajo de ellos, se pierde la perspectiva y cuando se recupera parecen una gran pared con infinidad de grietas. Gran parte de estas grietas son falsas, son en realidad distancias de metros entre las diferentes agujas, pero desde la perspectiva de, por ejemplo, el refugio no se aprecia el relieve. También las dimensiones engañan, sólo hace falta buscar a los escaladores para darse cuenta de ello.

Como decíamos el camino discurría por la margen izquierda del Arroyo de los Galayos, pero al llegar a La Apretura, justo cuando nos colocamos debajo de las paredes verticales, el camino se bifurca: la opción más fácil es girar a nuestra izquierda, cruzando el arroyo y haciendo las zetas que, sin ningún problema nos llevarán hasta el refugio; la otra opción es físicamente más exigente y, si hacemos caso al cartel que marca la bifurcación, más arriesgada: "Zona muy peligrosa, desprendimientos". Sin embargo estos desprendimientos, todo hay que decirlo, son los que podemos realizar nosotros mismos sobre el propio camino al ser éste bastante empinado; lo cual no quita que, espontáneamente, se desprenda algún bloque desde lo alto, que no por nada el camino es un canchal; pero tales desprendimientos son más propios de épocas frías, cuando opera la gelifracción. Y yo, que iba delante, no me lo pensé: por la zona peligrosa. Fue así como logramos ver a un macho de cabra montesa, con sus dos buenos cuernos, justo delante de nosotros, posando para la foto. También vimos a los escaladores más madrugadores. A lo largo del camino, por cierto, sólo nos encontramos con otras dos parejas de caminantes, una de ellas con un perro.



Después llegamos al refugio (9:05). El nombre completo de este refugio es "Antonio Victory" (de ahí la "A" que veis en la foto). Don Antonio fue uno de los presidentes de la Real Sociedad Española de Alpinismo, uno de los pioneros en este deporte y en dar a conocer las sierras de Guadarrama y Gredos. El refugio fue construido en 1949 por la Real Sociedad de Alpinismo Peñalara y reformado en 2011 por el Grupo Gredos de Montaña de Arenas de San Pedro. En 2012 un helicóptero de la Guardia Civil, al ir a rescatar a un montañero accidentado, toco con las aspas en una de las ventanas y así quedó:


Se lo tuvo que llevar un Chinook del ejército.


Y es que el "helipuerto" es un poco pequeño.

En fin, nosotros llegamos allí y no se oía ni un ruido; todo el mundo estaría durmiendo, algunos vivaqueaban fuera, de modo que no quisimos armar mucho jaleo. Al poco de llegar nosotros apareció otro chico que debía de haber subido corriendo, en mallas, alto, todo un superhombre. Estuvimos hablando un ratito hasta que salió rumbo a La Mira. Nos tomamos un tentempié y salimos nosotros también (9:25). Justo antes de nuestra salida llegó la pareja del perro por las zetas; la otra pareja parece que tomó la senda peligrosa... No les volvimos a ver !!!

A partir del refugio el camino que sube hasta La Mira no lo es tal, es sólo un itinerario marcado con hitos, aunque si los perdemos de vista tampoco pasa nada pues lo que hemos de hacer básicamente es subir y tirar un poco hacia la izquierda. Nos hicimos unas fotos cuando el sol nos alcanzó, pues hasta entonces habíamos estado en sombra, lo cual siempre se agradece en un día de verano. Y continuamos subiendo hasta la portilla que nos da acceso a las vistas de la cara norte de Gredos, con las ruinas del refugio de Los Pelaos, y de toda la sierra hacia el Este. Eran las 10:00 de la mañana.

Desde allí hasta La Mira el camino es un paseo, una leve pendiente y rocas planas. Pero al poco de abandonar la portilla, hacia la izquierda, conviene detenerse para contemplar Los Galayos desde arriba, pues la perspectiva ya es completamente distinta. Se ven perfectamente las agujas con todos sus relieves. Y un poco más adelante, antes de llegar a la cima, podremos disfrutar con las vistas de la parte Oeste: las cumbres más altas del Sistema Central: el Almanzor (2592 m. de altitud) y La Galana (2563 m.). Nos cruzamos con el superhombre, que ya estaba de vuelta.

Llegamos a La Mira sobre las 10:25. En ella se ha construido un mirador (valga la redundancia) circular y elevado varios metros al que se accede por una escalera de piedra. Desde allí las vistas son fabulosas y de 360º (norte, sur, este y oeste de Gredos), comparables a las que se tienen desde el Almanzor. Siguiendo con la vista la cuerda hacia el Oeste podíamos ver en unas paredes cercanas (el Risco de los Cotriles, balcón sobre la Garganta Lóbrega) las inconfundibles marcas blancas de unas buitreras, y con los prismáticos podíamos ver a sus moradores salir, llegar y otear pacientemente los alrededores. Gozando de todo aquello y de ver a un ratoncillo luchando por llevarse nuestra cáscara de plátano, tomamos nuestro segundo desayuno.




Entre todas estas cosas sopésabamos la posibilidad de no volver sobre nuestros pasos, sino por la cuerda de (según subíamos) la izquierda. Esta posibilidad se empezó a formar en mi mente en cuanto el sol iluminó esa parte, pues (en las fotos no se aprecia) podíamos ver unas zetas que bajaban desde un collado cercano. En ese mismo momento, haciendo uso de la brújula, lo identifiqué en el mapa como el Collado de las Arbillas. Y entre las cosas de las que hablamos con el superhombre y con los chicos del perro fue si conocían esa cuerda. No la conocían, pero nos animaban pues no pensaban que fuera difícil. 



Mientras David buscaba hitos con los prismáticos, yo buscaba una salida hacia la cuerda, pues hay que salvar un buen desnivel desde La Mira. Ambas búsquedas resultaron fructíferas, así que nos pusimos en marcha. Eran las 11:00 de la mañana y me propuse llegar al collado "antes de comer" para que lo que quedara por andar con la tripa llena fuera fácil y cuesta abajo... Efectivamente, sin especificar hora. Ni que decir tiene que no lo conseguimos, aunque nos quedamos cerca y sin subida pendiente.

La salida desde La Mira a la cuerda se realiza por las piedras del frente un poco hacia la izquierda; sólo hay que buscarlo un poco y no hay pérdida posible, pues por cualquier otro lado hay desniveles importantes. Y nada más terminar de bajar continuamos por la parte izquierda de la cuerda hasta encontrar el primer hito. Después sólo hay que seguirlos.

 

Hay que tener cuidado pues se trata de un canchal durante todo el camino, el truco está en ir despacio, asegurándo los pies, y a menudo manteniendo el equilibrio. Conviene parar de vez en cuando para admirar las formaciones rocosas y sus curiosas formas de animales, mostruos, caras... Sí, claro, hay que echarle un poco de imaginación. Y sobre todo ir mirando a Los Galayos para descubrir nuevas perspectivas.

Y tras una gran pared vertical asomaba la gaita una simpática cabrilla. Llegamos sin problema a la Peña del Chocarrón que imagino yo sería una gran roca redonda que te encuentras en la cuerda, pues entre tanto salto, trepada y destrepada, se me olvidó tomar referencias. Eran las 12:00 de la mañana; habíamos recorrido un kilómetro y medio en una hora. Aquí van unas fotos:



Las siguientes metas a cubrir serían las cotas de El Raso y Risco Moreno, aunque éste último es más bien parte de la loma que baja desde El Raso hasta El Portillo. 

Aunque ya nos habíamos encontrado algunas manchas de piornal entre canchal y canchal, a partir de aquí comienzan a hacerse más grandes y espesas, no obstante pueden ser atravesadas sin mucha dificultad. En casi todos los collados y portillas me pareció posible tomar vías de escape hacia el Nogal del Barranco, aunque sólo en una de ellas vimos hitos que bajaban. Siempre es posible bajar, aunque a veces haya que dar buenos rodeos para salvar desniveles verticales.



Como se podrá observar en las siguientes fotografías prácticamente a lo largo de toda esta cuerda estaremos disfrutando de las vistas del Galayar a la izquierda y de las altas cumbres a la derecha (Almanzor, Galana), así como de la Garganta Lóbrega, que baja justo desde La Mira hasta convertirse en la Garganta de Santa María y regar los campos de Candeleda. También encontraremos unos riscos que parecen sacados de la Isla de Pascua: una cara de perfil, con bigote y todo (cuarta foto del siguiente grupo).

Creo recordar que es en este tramo donde se encuentra el paso más difícil de toda la ruta, un destrepe de unos tres metros por una grieta de la vertiente oeste; la suerte es que en medio de la grieta hay una piedra encajada en la que apoyarse, si bien hay que tener las piernas un poquito largas. Una vez que baja el primero del grupo ya puede ayudar al de detrás a colocar los pies, pero su situación tampoco es segura del todo; hay que bajar con cuidado y si no, retroceder hasta que se pueda sortear por abajo.

También hay un paso muy divertido consistente en una serie de rocas planas con una buena inclinación, aunque se puede bajar de pie si las botas agarran bien y no se tiene miedo, y grietas entre ellas; hay foto con David haciendo "culing". 

En el Portillo, collado entre El Raso y el Cabezo del Cervunal, podemos encontrar un gran hito a modo de monumento tibetano sobre el que dar siete vueltas para atraer los buenos espíritus. No obstante, un portillo o portilla es, como su nombre indica, una puerta pequeñilla, un sitio de paso, y desde este hito no se ve paso hacia ningún sitio; hay que continuar unos metros más adelante, tras unas rocas, para encontrar otro hito más pequeño y la senda que cruza de un lado a otro de la cuerda. Eran las 14:00; 2'8 km. en dos horas. Ahí van unas fotos de este tramo:



Desde el Portillo hasta el Cabezo del Cervunal hay que salvar casi 200 m. de desnivel, pero al ser la última de las subidas y haber decidido comer arriba, lo tomamos con ganas; tardamos 15 min. He aquíi un pequeño vídeo:

 

Una vez arriba buscamos un sitio a la sombra para comer y, mirando hacia el oeste, nos zampamos las viandas: una estupenda tortilla con calabacín que nos hizo nuestra madre, embutidos, chocolate, etc. Y como no era cuestión de echarse una siesta (que bien nos hubiera gustado), pues llevábamos una hora descansando y no sabíamos dónde acababan las zetas de bajada, emprendimos el camino; eran las 15:20; ya sólo quedaba bajar, aunque después de tanto tiempo de marcha, una bajada puede ser tan dura como una subida, y no por el esfuerzo, sino por los dolores en pies y rodillas. 

Al respecto, durante la bajada nos surgió una reflexión: cómo cambia nuestra valoración de los hechos con el paso del tiempo; durante una ruta o una excursión hemos sufrido dolores y cansancio, incluso podemos habernos lesionado o haber sentido verdadero pánico ante la perspectiva de caer al vacío o perdernos en el monte; entonces nos hemos preguntado por qué hemos venido, por qué hemos cambiado el itinerario, por qué habremos hecho caso a tal o cual, podemos haber discutido con nuestros compañeros de ruta... Pero con el paso del tiempo, con las ampollas curadas y el ánimo sereno, aquella excursión la vemos como una bonita experiencia, como una aventura incluso, que quisiéramos repetir. La memoria no es fiel a los hechos, los tergiversa, magnificando los aspectos positivos o negativos (probablemente según nuestro carácter).

Y digo bien "emprendimos el camino", pues hasta ahora camino no había, sino hitos sobre rocas; a partir del Cervunal se baja por un camino en toda regla. Primero se baja hasta el siguiente collado, la Portilla del  Pubisal, y desde allí, giramos a la izquierda, sin subir a la Cabeza de Arbillas y despidiéndonos de las vistas del oeste, especialmente del Almanzor. En la Cabeza de Arbillas la cuerda se divide en dos, si continuáramos por la subcuerda suroeste llegaríamos hasta Candeleda. Nosotros continuamos por la otra rama, dirección sudeste, hasta el Collado de Arbillas.

Antes de llegar allí nos encontramos con un grupo de buitres bebiendo agua en un manantial. David, que es biólogo, parece que identificó a uno de ellos como un buitre negro; los demás eran leonados. No pudimos sacarles fotos porque se espantaron muy rápido, sólo pudimos fotografiar y recoger sus plumas, externas e internas (ver fotos).

Desde el Collado de Arbillas el camino continúa hacia el este y pronto empieza a descender por las zetas que llevábamos viendo durante toda la excursión. Como podéis ver en las fotos, la vegetación era casi todo piorno. Sólo tras acabar las zetas comenzaron los primeros pinos. El camino, entonces gira hacia el norte, y tras cruzar la vaguada que baja del Pubisal, se adentra en el pinar. El camino se convierte en una pista abandonada. Comienzan entonces los helechos y se pasa por una zona donde son tan altos como nosotros. La pista termina en la carretera, pero antes es cruzada por otra que lleva las marcas de PR y en el cruce podemos admirar un antiguo chozo (probablemente restaurado) de pastores. Bordeamos el chozo por la derecha y continuamos por la pista que se dirige hacia el arroyo, el que baja de los Galayos. Le cruzamos y tras una pequeña subida nos encontraremos en la carretera.

Desde ahí hasta la plataforma quedan escasos 100 m. Eran las 17:00 y habíamos recorrido 6'5 km en 1 h, 20 min. (recordemos que era cuesta abajo). Lo peor del asunto era coger el coche de nuevo para volver a casa. Qué se le iba a hacer. Unas fotos de este último tramo.



lunes, 28 de abril de 2014

Puerto de Navacerrada - Boca del Asno (17/04/2014)

Distancia: 13'200 km.
(trazado en rojo sobre el mapa)
Desnivel: 152 m. de subida y 826 de bajada. 
Tiempo con paradas 4 h. 


Descarga de mapa en PDF:

Descarga de track

Perfil desde Pto. Navacerrada a Boca del Asno


Con la intención de reconocer el terreno para realizar una marcha con el Instituto Rosa Chacel de Colmenar Viejo hemos hecho esta ruta su promotor, David Rosa (profesor de ciencias naturales), y un servidor, hermano del anterior. Al final del artículo están los enlaces a las fotografías de los días que hicimos la marcha con los alumnos.

Al preparar la marcha sopesé dos posibles rutas a realizar con los alumnos, por ello pretendíamos, en este reconocimiento, bajar desde el puerto de Navacerrada hasta Boca del Asno por una de las rutas y después subir por la otra. Decidimos comenzar siguiendo el Camino Schmid para luego bajar por el Cerro de Navalazor hasta el Arroyo Minguete y enlazar con el río Eresma hasta Boca del Asno; una vez allí y cruzando la carretera subiríamos a buscar el Cojón de Pacheco, un tolmo con la susodicha forma, aunque invertida. Después, para ver la otra posibilidad, intentaríamos remontar de nuevo el Eresma, el Arroyo del Telégrafo y el Arroyo de la Rinconada.

Tras un infeliz comienzo por la discrepancia con una camarera acerca de la preparación de un café americano, discrepancia natural (o más bien cultural) ya que estamos en Europa, comenzamos a andar por la pista asfaltada que sale desde el puerto hacia el oeste, por la cara norte de los Siete Picos, y que lleva hasta la Residencia militar de los Cogorros... No sé qué es un cogorro; lo he buscado pero no es una palabra registrada en el diccionario de la RAE, parece ser un apellido o algo así.

Justo en la barrera de la residencia comienza el Camino Schmid, un camino de tierra que discurre prácticamente horizontal por la umbría (sombría, siempre le da la sombra porque es cara norte) de Siete Picos y luego pasa hacia el sur (solana), al Valle de la Fuenfría por el Collado Ventoso; este camino fue señalizado por primera vez en 1926 por un guarda del albergue del mencionado valle, el austriaco Eduardo Schmid, del cual evidentemente tomó su nombre. Tanto el Valle del Eresma como el Valle de la Fuenfría contienen una importante masa arbolada de pino silvestre o pino de Valsaín, caracterizado por su corteza anaranjada en la parte alta del pino. El pino de Valsaín es una especie muy apreciada por la calidad de su madera para la construcción de muebles, razón por la cual casi todos estos bosques suelen estar explotados por la industria maderera. Sin embargo, se trata de una explotación muy respetuosa con el entorno, no es una esquilmación, y es una de las industrias más antiguas que existen en España. Concretamente el Valle del Eresma es explotado por El Aserradero, perteneciente al Organismo Autónomo de Parques Nacionales, es decir, se trata de una empresa pública. Otra empresa privada, pero de gran tradición (desde mediados del s. XIX) es la Sociedad Anónima Belga de los Pinares de El Paular que, como se puede imaginar, explota el Valle de El Paular, Rascafría, etc.

El Camino Schmid fue acondicionado en el año 2008; cabe destacar de este acondicionamiento la canalización de los arroyos que lo cruzan y que evita la erosión fluvial del mismo, así como las grandes piedras que se sitúan contrapeadas para evitar una excesiva velocidad de los ciclistas. Sin embargo, no se pudo evitar que dicho camino atravesara la pista de esquí de El Telégrafo, única dificultad de esta ruta, pues a primera hora la nieve está muy dura y sufrir un resbalón puede significar deslizarse 20 o 30 m. ladera abajo.

Posteriormente nos encontramos con una curiosa formación: un pino que ha crecido recubriendo el pico de una roca, pareciendo todo lo contrario, que la roca se ha incrustado en él. Tras vadear el Arroyo del Telégrafo, que venía crecidito (puede hacerse por piedras o por un gran tronco, pero ambas requieren su porción de equilibrio), nos encontramos con un gran pino seco y, clavados en su tronco, dos poemas: "Soneto a un árbol solo" y "Del pino al poeta". Podéis leerlos en las fotos:



Después de estos hitos el camino nos deleita con múltiples curiosidades y paisajes: desde ramas rotas colgando de otras sanas que se ofrecen cual telarañas al trasluz, tocones carcomidos, árboles y ramas caídos, hasta las vistas de la verde Pradera de Navalusilla, perspectivas del Valle del Eresma con San Ildefonso y el embalse del Pontón Alto, o la cara oeste de Peñalara con sus acompañantes: Peña Citores y las Dos Hermanas.

Llegamos a una bifurcación señalizada (en el tronco de un árbol) del sendero: a la izquierda continúa el Camino Schmid que sube al Collado Ventoso, a la derecha se sigue por la Senda Cospes hasta el Puerto de la Fuenfría. Este puerto es históricamente muy importante, pues se trata de uno de los pasos naturales entre Castilla y Madrid; fue utilizado por los romanos en el trazado de la Vía XXIV, que unía Segovia con Toledo. Sin embargo, lo que se vino conociendo hasta hace poco como la Calzada Romana de la Fuenfría era en realidad una Calzada Borbónica construida en el s. XVIII. ¿Diferencias? Los romanos eran menos bestias: preferían hacer sus calzadas en zigzag para evitar grandes pendientes. En 2006 se señalizó el auténtico trazado de la Calzada Romana. En fin, dejemos la historia y continuemos por nuestro camino (todo esto es para animar a la gente a que salga al campo a ver cosas).

En la susodicha bifurcación nosotros vamos por la derecha, por la Senda Cospes, que baja hacia el Arroyo Ventoso, si bien prácticamente nada más cruzarlo nos desviamos de nuevo a la derecha por una pista que se observa menos transitada y que discurre por la loma o Divisoria de Navalazor. Lo más curioso de esta parte del camino fueron los grandes tapizados de musgo de las rocas, algunas de cuyas partes estaban arrancadas, no sabemos si por animales o por humanos (aunque sospechamos de los segundos).

También pudimos observar otra perspectiva de las antenas de la Bola del Mundo. Por cierto, es poco conocida la procedencia del nombre de esta montaña y es que se trata de un caso reciente de sustitución del nombre tradicional (Alto de Guarramillas) por su "apodo" popular: fue en 1959 cuando se instalaron las antenas para emitir las señales de radio y televisión; en las señales televisadas la publicidad del ente comenzaba con la imagen de dichas antenas sobre un globo terráqueo, es decir, sobre una Bola del Mundo, de ahí el nombre popular. También se puede observar desde la cara norte a los Siete Picos, aunque desde este lado sólo se ven seis; y como estamos con toponimias diremos que ya Alfonso X el Sabio, en su Crónica General de España, habla de estos montes, si bien en aquella época se conocía a estos picos como la Sierra del Dragón, topónimo bastante evidente.

Y luego llegamos a la mágica Pradera de Navalviento, una praderita tapizada por una alfombra de florecitas amarillas acampanadas visitadas por unos cuantos abejorros negros, delimitada por pinos silvestres bajos y frondosos, adaptados a las zonas de viento.

Unas fotos de este tramo:



A la pradera de Navalviento se entra por el sudeste y se cruza hacia el noroeste; es difícil encontrar un camino, pero tampoco hace falta, ya que se trata de bajar hasta encontrar otro camino perpendicular a nuestra dirección y seguirlo hacia el norte; se trata del Camino de Lumbralejos, que tras enseñarnos maravillas como cortezas agujereadas por quién sabe qué insectos, setas que crecen en los excrementos y colonias del mítico muérdago, nos lleva hasta la Pradera de Navalazor, una pradera pequeña pero con unas vistas inmejorables, pues se encuentra en la parte superior de un espolón, lo cual le proporciona un carácter de "mirador natural", especialmente a las rocas de su parte nordeste. Desde allí volvemos a ver el Valle del Eresma más de cerca, la loma que baja desde Peña Citores y alguna de Las Hermanas (Peñalara no se ve pues queda detrás de Peña Citores).

En estas rocas nos paramos un rato a admirar sus líquenes, sus Ombligos de Venus, a ver el paisaje y a tomar un tentempié: unos anacardos y ciruelas pasas. Tras lo cual nos pusimos en marcha bajando por la loma norte (al principio no se ve el camino, ya que el giro que hace lo hemos dejado atrás, antes de las rocas). El camino lleva hasta una pista asfaltada por la que discurre el trazado del GR-10-1. Justo antes de llegar a la pista nos encontramos con varias bifurcaciones, pero todas llevan a ella. Y también antes nos encontraremos con una zona de "clareo". Los clareos son una de las formas de explotación del pinar: en una zona de pinos maduros (de unos 120 años) se talan todos, se clarea el bosque, de modo que (se aprovecha la madera y) puedan crecer nuevos ejemplares; sin estos clareos los nuevos retoños no crecerían suficientemente rápido, pues no les llega luz del sol debido a la sombra que les hacen sus mayores (sin metáfora).



Salimos a la pista asfaltada, la cual discurre paralela al Arroyo Minguete, y seguimos bajando hasta que cruzamos sobre el Arroyo del Telégrafo. Justo en este punto, donde confluyen los dos arroyos, algunos mapas consideran que nace el Río Eresma; otros mapas, como el del IGN, consideran que nace al otro lado del Cerrillo de Martín Pascual, justo después de las Siete Revueltas; seguramente dependa del caudal que lleven estos arroyos.

Pues bien, nada más cruzar el Arroyo del Telégrafo, salimos de la carretera hacia la izquierda, siguiendo la margen del río/arroyo hasta el primer puente que encontremos; lo cruzamos y ya no abandonaremos la margen izquierda hasta Boca del Asno. Son 4 km. repletos de pequeñas maravillas que, si pudiéramos quedarnos a observarlas el tiempo que merecen, tardaríamos una eternidad en llegar al destino: brillantes gotas de resina en troncos cortados que evocan el preciado ámbar de tiempos pasados, pequeños rápidos y chorreras en cada recodo del río, cantos perfectamente rodados, taludes de erosión donde se observan los horizontes edáficos, un musgo distinto del que vimos más arriba, con sus "tallos" más largos, como derramándose por la roca, un vivac natural, encajonamientos del río, el Camino Real de las Pesquerías, mandado construir por Carlos III para disfrutar de este entorno...

De hecho el camino empedrado por el que vamos es el de las Pesquerías, que llega hasta San Ildefonso. En alguna de sus piedras podemos ver labradas (muy desgastadas, eso sí, y por ello difíciles de encontrar) las marcas de la Corona, incluso inscripciones más largas, como la de Boca del Asno.

De especial interés biológico es un árbol caído en el que se pueden ver cómo sus raíces han atrapado los cantos rodados del margen del río. Su imagen sirvió para reanudar una curiosa charla que veníamos trayendo desde muy arriba acerca de lo bello, lo sublime y el éxtasis místico.



A medida que nos acercábamos a Boca del Asno aumentaba el número de personas que nos encontrábamos, pues se trata de un área recreativa muy famosa. Y por fin llegamos al destino. Nunca había estado allí, a pesar de las veces que he pasado por la carretera. Y lo cierto es que impresiona, pues se trata de un encajonamiento del río entre grandes rocas con un par de saltos de agua, no muy altos, pero al estar en época de deshielo el caudal es abundante, lo cual magnifica el espectáculo del agua.

Es interesante allí recorrer las dos márgenes del río (aunque nosotros sólo lo hicimos por la derecha), para observar cada detalle de las rocas erosionadas por el agua. También se puede observar en unas de las rocas graníticas (plutónicas) una zona de metamorfismo, aunque no sabemos si es del propio granito o de una intrusión posterior en una grieta. En fin, como ya venimos diciendo: pequeñas maravillas.

En la margen izquierda existe una pequeña plataforma desde la que observar el salto de agua y la roca con la inscripción real, que dice así: "Año 1769 se hizo este camino". El área recreativa consta de un Centro de Interpretación con información sobre la historia y el uso de los pinares de Valsaín (aunque tampoco lo visitamos en esta ocasión).



Y la ruta prevista para realizar con el instituto termina aquí. No obstante, siempre hay que programar algún extra por si hay gente interesada en conocer algo más. Como está previsto llegar a las 14:00 a Boca del Asno y salir de allí sobre las 17:00, si dejamos una hora para comer, se puede organizar una subida y bajada rápida para visitar el Cojón de Pacheco en una hora y poco. Según la leyenda popular este Pacheco era un fanfarrón de Valsaín que presumía de "hacer el amor" con varias mujeres cada noche, por lo que sus vecinos, mofándose de él, le dedicaron este tolmo, pues así los debía tener para darles tanto uso.



Mi hermano David y yo subimos hasta el Cojón, comimos en las cercanías y, al final, decidimos no volver a bajar a la Boca, sino volver por esta vertiente del valle, por la pista asfaltada (trazado morado en el mapa; cerrada al tráfico). Una de las razones de más peso es que la ruta que habíamos hecho era la ideal para realizar con el instituto, pues gozaba de amplias vistas panorámicas, cosa que no iba a ser posible si se descendía desde el puerto por la vera del arroyo.

Para llegar hasta la pista asfaltada había que subir un poco y, gracias a ello, conseguí un bonito trofeo que podéis ver en las fotos. La vuelta, muy cómoda por el tramo de asfalto se nos complicó nada más acabar éste: arroyos "infranqueables" (lo pongo entre comillas porque sí que los vadeamos, pero nos costó) y cuatrocientos metros al final, llegando al Puerto de Navacerrada, con una elevada pendiente. Sin embargo, el esfuerzo tuvo sus recompensas en forma de curiosidades: tocones de árbol con el suelo hozado a su alrededor (tampoco sabemos si por humanos, jabalíes u otra especie), agujeros de picapinos (David vio salir a uno), nuevas áreas de clareos, rocas con formas sorprendentes, setas negras, troncos cubiertos por hiedras...



Y después de la marcha un cafetito con hielo para conducir despejado.
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Actualización del 12-05-2014:

En el siguiente enlace podéis ver las fotografías del día (8-05-2014) que fuimos con el instituto:
https://www.flickr.com/photos/106450203@N05/sets/72157644166847640/show/with/14139254875/

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Actualización del 20-06-2014:

Posteriormente (5-06-2014) repetimos la ruta para 3º ESO; en el siguiente enlace podéis ver las fotografías:
https://www.flickr.com/photos/106450203@N05/sets/72157644619461237/show/with/14351312561/

domingo, 20 de abril de 2014

Peñalara y Claveles (8/04/14)

Tras dos años sin pisar la nieve ni el hielo, por fin me he quitado el mono. Este martes, día 8 de abril, para celebrar mi cuadragesimotercer cumpleaños, nos hemos escapado al techo de Madrid. Con mi pareja alpina habitual quedamos en la Fonda Real (pasado el pueblo de Navacerrada) para subir en un sólo vehículo. Llegamos al Puerto de Cotos, nos calzamos las botas de siete leguas, protección solar y... Para arriba. Previamente pasamos por la caseta de los guardias para ver cómo estaba el asunto: riesgo 2 por caída de cornisas y más bien por la tarde; sin problemas de placas. Así que decidimos subir por algún tubo.

Nos dirigimos directamente hacia la Laguna de Peñalara. A esa hora, las ocho de la mañana, todavía estaba dura la nieve en el camino; si no fuera porque no la había en algunos tramos, los crampones tampoco nos hubieran sobrado, pero no nos los pusimos hasta afrontar la subida.

La laguna estaba todavía helada, de unos 10 a 15 cm de espesor, si bien en los bordes escaseaba el hielo. Desde allí se divisaban restos de aludes bajo la cornisa. Y antes de subir siempre tienes la misma duda: ¿Tubo Central o Ceja? Esta vez nos decidimos por el central, y fue todo un acierto, porque aunque la nieve ya estaba empezando a ponerse papa nos desviamos por el canalillo que sube por la izquierda hasta encima de La Ceja, y ese, que siempre está en sombra, estaba en muy buenas condiciones, aunque no era hielo puro, pues podías hundir el mango del piolet. La mayor complicación, pues solo llevaba un piolet, estaba en superar un escalón sin nieve y algo de hueco entre la nieve y la roca. En esos momentos tan complicados no se nos ocurrió sacar fotos. Sudor y adrenalina.

Después sorteamos las cornisas (nieve papa) y salimos a la loma; aquí la nieve estaba muy dura, casi hielo. Llegamos sin complicaciones hasta la cumbre de Peñalara. Pero el viento resultaba desagradable, de modo que buscamos un parapeto que encontramos camino de Los Claveles, una especie de medio tubo horizontal. Tomamos un tentempié antes de afrontar el siguiente tramo de adrenalina: la arista de Los Claveles.

En la arista había suficiente nieve y hielo para pasar sin problema con los crampones, aunque en algunos puntos se estrechaba demasiado. El ambiente aéreo y el peligro de deslizamiento hacía subir las pulsaciones y como las fotos las sacábamos con el móvil en este tramo decidimos no hacerlas y poner toda la atención en nuestros pies.

Ya superada la arista bajamos hasta la laguna de Los Pájaros y volvimos hacia el circo de Peñalara. Lo cierto es que nos quedamos con las ganas de subir por algún canal de los que se ven desde allí abajo, pero ni ya era hora, ni estábamos muy boyantes de energía. Al entrar en el circo lo hicimos por la cara que daba al sur, que no tenía nieve, así que durante un tramo de piornos y piedras nos fue difícl avanzar, ya que decidimos no quitarnos los crampones. Dimos toda la vuelta al circo a media altura para salir por encima del refugio de Zabala.

Una vez allí comimos un poco, nos quitamos los crampones (o más bien viceversa) y continuamos camino abajo hasta el aparcamiento de Cotos. Nos cambiamos, estiramos un poco y nos fuimos a tomar algo al Marcelino. Pero hacía tanto calor en la terraza que nos tomamos el refresco rápidamente. Bajamos a la Fonda Real, donde estaba el otro coche y nos tomamos un café con una gran porción de tarta.

En fin, aquí dejamos una cuantas fotillos:

miércoles, 19 de febrero de 2014