martes, 16 de septiembre de 2014

Gredos: Galayos-Mira-Chocarron-Cervunal (29-08-14)






 
Distancia: 16'140 km.
Desnivel: 1.409 m. de subida y otros tantos de bajada. 
Tiempo con paradas 9 h. 45 min.
Dificultad: Técnicamente difícil (destrepes verticales) y físicamente exigente.
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Este año nuestra cita con Gredos fue por la cara sur, a los Galayos. He de confesar que, aunque mis primeros contactos con la montaña fue en estas cumbres, en Gredos, siempre nos habíamos limitado a las lagunas (Laguna Grande, Cinco Lagunas y El Gutre) viendo los picos desde lejos. No fue hasta el año pasado que decidí ascender al mítico Almanzor y a su hermana, La Galana. En esa misma ruta nos propusimos conocer los Galayos al año siguiente, es decir, éste. Y lo conseguimos pese a lo mal que nos encajaban las fechas por los viajes de vacaciones con las respectivas familias, la de David, mi hermano, y la mía.

Lo dejamos para el 29 de agosto, viernes. Siempre intentamos no ir en fin de semana para no encontrar mucha gente, algo importante a la hora de aparcar en la plataforma del Nogal del Barranco (Guisando), que es bastante pequeña, nada comparable a la de Hoyos del Espino. A las siete de la mañana llegamos allí, y todavía sin luz (7:20) echamos a andar. La senda comienza por la derecha de la plataforma (según se mira hacia hacia las cumbres), pasando también por la derecha de las construcciones (refugio y bar)... Y es que cuando vas sin saber y sin ver, cuesta encontrar los caminos.

El camino discurre por la margen izquierda del arroyo sin ninguna dificultad técnica, aunque con fuerte pendiente en algunos tramos, durante 3,5 km. tampoco tiene ningún peligro en este tramo. Al principio la vegetación son fundamentalmente pinos, y me llamó bastante la atención que una vez que estos se acaban no hay casi piornos, arbustos que abundan en la cara norte. Amanecía mientras recorríamos este camino conocido como "Senda de la Apretura" (pues la Apretura es el paraje hacia el que nos dirigimos) o "del Refugio Victory" o "Carril de los Galayos", mientras observábamos maravillados el avance del sol por nuestra izquierda y las imponentes agujas de Los Galayos por la derecha.

Los Galayos son un conjunto de agujas graníticas muy utilizadas para la escalada clásica, tanto es así que han llegado a denominarlos "los Alpes castellanos". Cuando te acercas a ellos observas una mole con muchos picos y cierto relieve, pero cuando el camino comienza a discurrir justo por debajo de ellos, se pierde la perspectiva y cuando se recupera parecen una gran pared con infinidad de grietas. Gran parte de estas grietas son falsas, son en realidad distancias de metros entre las diferentes agujas, pero desde la perspectiva de, por ejemplo, el refugio no se aprecia el relieve. También las dimensiones engañan, sólo hace falta buscar a los escaladores para darse cuenta de ello.

Como decíamos el camino discurría por la margen izquierda del Arroyo de los Galayos, pero al llegar a La Apretura, justo cuando nos colocamos debajo de las paredes verticales, el camino se bifurca: la opción más fácil es girar a nuestra izquierda, cruzando el arroyo y haciendo las zetas que, sin ningún problema nos llevarán hasta el refugio; la otra opción es físicamente más exigente y, si hacemos caso al cartel que marca la bifurcación, más arriesgada: "Zona muy peligrosa, desprendimientos". Sin embargo estos desprendimientos, todo hay que decirlo, son los que podemos realizar nosotros mismos sobre el propio camino al ser éste bastante empinado; lo cual no quita que, espontáneamente, se desprenda algún bloque desde lo alto, que no por nada el camino es un canchal; pero tales desprendimientos son más propios de épocas frías, cuando opera la gelifracción. Y yo, que iba delante, no me lo pensé: por la zona peligrosa. Fue así como logramos ver a un macho de cabra montesa, con sus dos buenos cuernos, justo delante de nosotros, posando para la foto. También vimos a los escaladores más madrugadores. A lo largo del camino, por cierto, sólo nos encontramos con otras dos parejas de caminantes, una de ellas con un perro.



Después llegamos al refugio (9:05). El nombre completo de este refugio es "Antonio Victory" (de ahí la "A" que veis en la foto). Don Antonio fue uno de los presidentes de la Real Sociedad Española de Alpinismo, uno de los pioneros en este deporte y en dar a conocer las sierras de Guadarrama y Gredos. El refugio fue construido en 1949 por la Real Sociedad de Alpinismo Peñalara y reformado en 2011 por el Grupo Gredos de Montaña de Arenas de San Pedro. En 2012 un helicóptero de la Guardia Civil, al ir a rescatar a un montañero accidentado, toco con las aspas en una de las ventanas y así quedó:


Se lo tuvo que llevar un Chinook del ejército.


Y es que el "helipuerto" es un poco pequeño.

En fin, nosotros llegamos allí y no se oía ni un ruido; todo el mundo estaría durmiendo, algunos vivaqueaban fuera, de modo que no quisimos armar mucho jaleo. Al poco de llegar nosotros apareció otro chico que debía de haber subido corriendo, en mallas, alto, todo un superhombre. Estuvimos hablando un ratito hasta que salió rumbo a La Mira. Nos tomamos un tentempié y salimos nosotros también (9:25). Justo antes de nuestra salida llegó la pareja del perro por las zetas; la otra pareja parece que tomó la senda peligrosa... No les volvimos a ver !!!

A partir del refugio el camino que sube hasta La Mira no lo es tal, es sólo un itinerario marcado con hitos, aunque si los perdemos de vista tampoco pasa nada pues lo que hemos de hacer básicamente es subir y tirar un poco hacia la izquierda. Nos hicimos unas fotos cuando el sol nos alcanzó, pues hasta entonces habíamos estado en sombra, lo cual siempre se agradece en un día de verano. Y continuamos subiendo hasta la portilla que nos da acceso a las vistas de la cara norte de Gredos, con las ruinas del refugio de Los Pelaos, y de toda la sierra hacia el Este. Eran las 10:00 de la mañana.

Desde allí hasta La Mira el camino es un paseo, una leve pendiente y rocas planas. Pero al poco de abandonar la portilla, hacia la izquierda, conviene detenerse para contemplar Los Galayos desde arriba, pues la perspectiva ya es completamente distinta. Se ven perfectamente las agujas con todos sus relieves. Y un poco más adelante, antes de llegar a la cima, podremos disfrutar con las vistas de la parte Oeste: las cumbres más altas del Sistema Central: el Almanzor (2592 m. de altitud) y La Galana (2563 m.). Nos cruzamos con el superhombre, que ya estaba de vuelta.

Llegamos a La Mira sobre las 10:25. En ella se ha construido un mirador (valga la redundancia) circular y elevado varios metros al que se accede por una escalera de piedra. Desde allí las vistas son fabulosas y de 360º (norte, sur, este y oeste de Gredos), comparables a las que se tienen desde el Almanzor. Siguiendo con la vista la cuerda hacia el Oeste podíamos ver en unas paredes cercanas (el Risco de los Cotriles, balcón sobre la Garganta Lóbrega) las inconfundibles marcas blancas de unas buitreras, y con los prismáticos podíamos ver a sus moradores salir, llegar y otear pacientemente los alrededores. Gozando de todo aquello y de ver a un ratoncillo luchando por llevarse nuestra cáscara de plátano, tomamos nuestro segundo desayuno.




Entre todas estas cosas sopésabamos la posibilidad de no volver sobre nuestros pasos, sino por la cuerda de (según subíamos) la izquierda. Esta posibilidad se empezó a formar en mi mente en cuanto el sol iluminó esa parte, pues (en las fotos no se aprecia) podíamos ver unas zetas que bajaban desde un collado cercano. En ese mismo momento, haciendo uso de la brújula, lo identifiqué en el mapa como el Collado de las Arbillas. Y entre las cosas de las que hablamos con el superhombre y con los chicos del perro fue si conocían esa cuerda. No la conocían, pero nos animaban pues no pensaban que fuera difícil. 



Mientras David buscaba hitos con los prismáticos, yo buscaba una salida hacia la cuerda, pues hay que salvar un buen desnivel desde La Mira. Ambas búsquedas resultaron fructíferas, así que nos pusimos en marcha. Eran las 11:00 de la mañana y me propuse llegar al collado "antes de comer" para que lo que quedara por andar con la tripa llena fuera fácil y cuesta abajo... Efectivamente, sin especificar hora. Ni que decir tiene que no lo conseguimos, aunque nos quedamos cerca y sin subida pendiente.

La salida desde La Mira a la cuerda se realiza por las piedras del frente un poco hacia la izquierda; sólo hay que buscarlo un poco y no hay pérdida posible, pues por cualquier otro lado hay desniveles importantes. Y nada más terminar de bajar continuamos por la parte izquierda de la cuerda hasta encontrar el primer hito. Después sólo hay que seguirlos.

 

Hay que tener cuidado pues se trata de un canchal durante todo el camino, el truco está en ir despacio, asegurándo los pies, y a menudo manteniendo el equilibrio. Conviene parar de vez en cuando para admirar las formaciones rocosas y sus curiosas formas de animales, mostruos, caras... Sí, claro, hay que echarle un poco de imaginación. Y sobre todo ir mirando a Los Galayos para descubrir nuevas perspectivas.

Y tras una gran pared vertical asomaba la gaita una simpática cabrilla. Llegamos sin problema a la Peña del Chocarrón que imagino yo sería una gran roca redonda que te encuentras en la cuerda, pues entre tanto salto, trepada y destrepada, se me olvidó tomar referencias. Eran las 12:00 de la mañana; habíamos recorrido un kilómetro y medio en una hora. Aquí van unas fotos:



Las siguientes metas a cubrir serían las cotas de El Raso y Risco Moreno, aunque éste último es más bien parte de la loma que baja desde El Raso hasta El Portillo. 

Aunque ya nos habíamos encontrado algunas manchas de piornal entre canchal y canchal, a partir de aquí comienzan a hacerse más grandes y espesas, no obstante pueden ser atravesadas sin mucha dificultad. En casi todos los collados y portillas me pareció posible tomar vías de escape hacia el Nogal del Barranco, aunque sólo en una de ellas vimos hitos que bajaban. Siempre es posible bajar, aunque a veces haya que dar buenos rodeos para salvar desniveles verticales.



Como se podrá observar en las siguientes fotografías prácticamente a lo largo de toda esta cuerda estaremos disfrutando de las vistas del Galayar a la izquierda y de las altas cumbres a la derecha (Almanzor, Galana), así como de la Garganta Lóbrega, que baja justo desde La Mira hasta convertirse en la Garganta de Santa María y regar los campos de Candeleda. También encontraremos unos riscos que parecen sacados de la Isla de Pascua: una cara de perfil, con bigote y todo (cuarta foto del siguiente grupo).

Creo recordar que es en este tramo donde se encuentra el paso más difícil de toda la ruta, un destrepe de unos tres metros por una grieta de la vertiente oeste; la suerte es que en medio de la grieta hay una piedra encajada en la que apoyarse, si bien hay que tener las piernas un poquito largas. Una vez que baja el primero del grupo ya puede ayudar al de detrás a colocar los pies, pero su situación tampoco es segura del todo; hay que bajar con cuidado y si no, retroceder hasta que se pueda sortear por abajo.

También hay un paso muy divertido consistente en una serie de rocas planas con una buena inclinación, aunque se puede bajar de pie si las botas agarran bien y no se tiene miedo, y grietas entre ellas; hay foto con David haciendo "culing". 

En el Portillo, collado entre El Raso y el Cabezo del Cervunal, podemos encontrar un gran hito a modo de monumento tibetano sobre el que dar siete vueltas para atraer los buenos espíritus. No obstante, un portillo o portilla es, como su nombre indica, una puerta pequeñilla, un sitio de paso, y desde este hito no se ve paso hacia ningún sitio; hay que continuar unos metros más adelante, tras unas rocas, para encontrar otro hito más pequeño y la senda que cruza de un lado a otro de la cuerda. Eran las 14:00; 2'8 km. en dos horas. Ahí van unas fotos de este tramo:



Desde el Portillo hasta el Cabezo del Cervunal hay que salvar casi 200 m. de desnivel, pero al ser la última de las subidas y haber decidido comer arriba, lo tomamos con ganas; tardamos 15 min. He aquíi un pequeño vídeo:

 

Una vez arriba buscamos un sitio a la sombra para comer y, mirando hacia el oeste, nos zampamos las viandas: una estupenda tortilla con calabacín que nos hizo nuestra madre, embutidos, chocolate, etc. Y como no era cuestión de echarse una siesta (que bien nos hubiera gustado), pues llevábamos una hora descansando y no sabíamos dónde acababan las zetas de bajada, emprendimos el camino; eran las 15:20; ya sólo quedaba bajar, aunque después de tanto tiempo de marcha, una bajada puede ser tan dura como una subida, y no por el esfuerzo, sino por los dolores en pies y rodillas. 

Al respecto, durante la bajada nos surgió una reflexión: cómo cambia nuestra valoración de los hechos con el paso del tiempo; durante una ruta o una excursión hemos sufrido dolores y cansancio, incluso podemos habernos lesionado o haber sentido verdadero pánico ante la perspectiva de caer al vacío o perdernos en el monte; entonces nos hemos preguntado por qué hemos venido, por qué hemos cambiado el itinerario, por qué habremos hecho caso a tal o cual, podemos haber discutido con nuestros compañeros de ruta... Pero con el paso del tiempo, con las ampollas curadas y el ánimo sereno, aquella excursión la vemos como una bonita experiencia, como una aventura incluso, que quisiéramos repetir. La memoria no es fiel a los hechos, los tergiversa, magnificando los aspectos positivos o negativos (probablemente según nuestro carácter).

Y digo bien "emprendimos el camino", pues hasta ahora camino no había, sino hitos sobre rocas; a partir del Cervunal se baja por un camino en toda regla. Primero se baja hasta el siguiente collado, la Portilla del  Pubisal, y desde allí, giramos a la izquierda, sin subir a la Cabeza de Arbillas y despidiéndonos de las vistas del oeste, especialmente del Almanzor. En la Cabeza de Arbillas la cuerda se divide en dos, si continuáramos por la subcuerda suroeste llegaríamos hasta Candeleda. Nosotros continuamos por la otra rama, dirección sudeste, hasta el Collado de Arbillas.

Antes de llegar allí nos encontramos con un grupo de buitres bebiendo agua en un manantial. David, que es biólogo, parece que identificó a uno de ellos como un buitre negro; los demás eran leonados. No pudimos sacarles fotos porque se espantaron muy rápido, sólo pudimos fotografiar y recoger sus plumas, externas e internas (ver fotos).

Desde el Collado de Arbillas el camino continúa hacia el este y pronto empieza a descender por las zetas que llevábamos viendo durante toda la excursión. Como podéis ver en las fotos, la vegetación era casi todo piorno. Sólo tras acabar las zetas comenzaron los primeros pinos. El camino, entonces gira hacia el norte, y tras cruzar la vaguada que baja del Pubisal, se adentra en el pinar. El camino se convierte en una pista abandonada. Comienzan entonces los helechos y se pasa por una zona donde son tan altos como nosotros. La pista termina en la carretera, pero antes es cruzada por otra que lleva las marcas de PR y en el cruce podemos admirar un antiguo chozo (probablemente restaurado) de pastores. Bordeamos el chozo por la derecha y continuamos por la pista que se dirige hacia el arroyo, el que baja de los Galayos. Le cruzamos y tras una pequeña subida nos encontraremos en la carretera.

Desde ahí hasta la plataforma quedan escasos 100 m. Eran las 17:00 y habíamos recorrido 6'5 km en 1 h, 20 min. (recordemos que era cuesta abajo). Lo peor del asunto era coger el coche de nuevo para volver a casa. Qué se le iba a hacer. Unas fotos de este último tramo.



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