Suena el despertador a las ocho menos cuarto, ayer dejé preparada la mochila, signo inequívoco de fracaso sabático, es decir, de no haber salido de marcha. Al menos estuve viendo "Instinto" (con Anthony Hopkins) en la tele, una peli con un cierto toque naturalista y ecologista, buena preparación del ánimo para salir al campo al día siguiente, aunque en realidad la película es una panorámica de los diferentes tipos de control y dominación que ejercen los hombres: sobre sus propias "mentes" y emociones, sobre sus semejantes, sobre la naturaleza... Y contraposiciones entre esos tipos de control y sus correspondientes "libertades" , espontaneidad, etc. Muy buena película, sí señor.
Salgo como siempre con la hora pegada al culo, aunque esta vez no hay manifestación ni carrera popular por Bravo Murillo, ni en Pza. Castilla. Llego, pues, a la hora en punto a este último lugar, en el cual he quedado con Janeth y Juan Carlos, miembros de Cespedosa, un grupo de senderismo creado en internet, escindido de Luz de Cruce por disensiones internas, aunque la verdad es que sus miembros pertenecen a los dos. Nos saludamos, nos presentamos y nos marchamos hacia Zarzalejo, lugar de salida de la ruta. Autopista de la Coruña hacia adelante hasta llegar al kilómetro 47, donde está el desvío hacia el Valle de los Caídos (por Dios, por España, por supuesto) y hacia El Escorial. A la entrada de San Lorenzo nos detuvimos para hacernos unas fotos dentro de la escultura de "Los fusilamientos del 3 de mayo", obra de Ángel Rodríguez y Mariano Blázquez que reproduce en chapa el cuadro de Goya, y más adelante también hicimos unas fotillos al pequeño monasterio que da nombre al pueblecillo. Subimos el puerto de la Cruz Verde siendo adelantados constantemente por los motoristas que allí se citan para desayunar, y tras unos cinco kms. de estrecha carretera, llegamos a Zarzalejo.
Allí estaban esperándonos Fernando (nuestro guía y lugarteniente) y Jose, los demás estaban en el bar tomándose el cafelito de rigor, aunque para Fernando el rigor sea salir a la hora en punto. Optamos por el café, además el bar de la plaza del pueblo es muy bonito, todo de madera, con dos alturas, vigas a la vista, etc., muy rural, como corresponde al entorno, un entorno lleno de grúas, motos, quads, amén de alguna que otra mansión. Al final Juan Carlos y yo nos tuvimos que tomar el café a la carrera.
Decidimos salir desde un parquecillo en el que se podían aparcar todos los coches juntos y para allá que fuimos, pero antes de salir un gran todoterreno se interpuso en mi camino. "Ya tenemos al pesao de turno", pensé; se bajó la ventanilla del copiloto y allí estaba Marta, la chica que conocimos la semana pasada, con la cual había hablado a las ocho de la mañana para contarle dónde íbamos. Pero con todo el trajín ya se me había olvidado, menos mal que llegaron a tiempo, ella y Lolo, un gallego muy majo que se dedica a proyectos de agricultura ecológica... O eso me pareció entender.
Y por fin, tras todas estas vicisitudes, logramos ponernos en marcha las 17 personas humanas que componíamos el equipo. Lo primero que tuvimos que hacer fue andar un kilómetro más o menos por la carretera en dirección al puerto de la Cruz Verde hasta llegar a una curva cerrada en la que se ve un camino forestal que sigue en línea recta la dirección que llevábamos; pasamos una portaleda para el ganado y empezamos la ascensión hacia la Machota Alta, 360 m. de desnivel en poco más de 2,5 km., lo que hace una pendiente media de, más o menos, un 14%, si bien es cierto que al principio era más suave que el tramo final. Unos subimos más rápido y otros más lento, pero todos llegamos arriba, desde donde se podía divisar El Escorial, toda la Sierra de Guadarrama, el embalse de Valmayor con sus veleros, etc.; también se veía, entre la bruma-contaminación, algo de Madrid-ciudad: las cuatro construcciones fálicas de la antigua Ciudad Deportiva. Bebimos agua... Que, por cierto, se me olvidó la cantimplora en la furgoneta... La que llevo colgada, la del oeste, sí. Menos mal que llevaba otra dentro de la mochila, pero es una lata tener que andar quitándote la mochila cada vez que quieres beber agua. Comimos algo y nos hicimos unas fotos en el Risco del Fraile, las típicas cuatro piedras tochas montadas unas encima de otras que solo sirven para que el más gilipollas del grupo escale hasta lo más alto poniendo en peligro su integridad física y la de los que se encuentran debajo, amén de que arruinaría el buen rollo de la excursión. En fin, que bajé como pude de las dichosas rocas y continuamos el camino hacia abajo, hacia el collado, y una vez allí seguimos por el GR hacia la Silla de Felipe II, aunque nos desviamos antes de llegar allí, para bajar hasta casi la Ermita de la Virgen de Gracia.
Era la hora de comer, lo cual siempre conlleva ciertas tensiones, pues la gente está cansada, tiene hambre, etc.; a algunos no les importa comer donde sea, pero otros son más exigentes, bien sea porque quieren comer como señores en una mesa, bien sea porque quieren un lugar blandito y despejado de ramas e insectos varios, bien sea porque quieren alejarse lo más posible de cualquier otro contacto humano ajeno al grupo. Evidentemente yo pertenezco a esta última subespecie, y Fernando también, y como Fernando era nuestro líder, hábilmente le convencí para llevarnos a los gatos a las piedras. Tras algunas reticencias nos aposentamos y empezamos a comer. Saqué mi hermosa tortilla (española, de patatas) con pimientos hecha por mi amiga Catherine (francesa) el viernes... ¿o quizá fue el jueves?, hecha junto a otras cinco tortillas, es decir, que por poder llevar, podía haber llevado otras dos más. Ofrecí tortilla a todo el mundo, pero declinaron mi invitación, ¿acaso olían el pimiento fermentado? En fin, que no pude comprobar si ese sabor acidillo era objetivo o producto de mi imaginación. En cambio sí que probaron de las guarrerías que les ofrecía Fernando: que si mini-napolitanas, que si té con ginseng... ¡Mariconadas! ¡Donde esté la tortilla de patatas con pimientos fermentados...! Luego resulta que la gente no come nada, tiene mucha hambre, pero sólo comen un bocadillín, salvo Nieves, que no dejaba de menear su quijada, lo último que comió fue una zanahoria... ¿Sabéis que las zanahorias son de los alimentos que más rápido se asimilan y más energía dan? Vamos, como el isostar pero en naranja.
La peña se echó la siesta; yo, en cambio, me hice un cigarrillo de liar y me puse a fumar. Me gusta echarme un cigarrito en el campo después de la comida: tras el masaje intestinal producido por la caminata y el calor generado por la actividad gastrointestinal, un cigarrillo tiene efectos inmediatos, así que me ausenté para hacer mi ofrenda a los dioses. Cuando volví todo el mundo estaba dispuesto y... Discutiendo. Loli no quería volver a subir hacia el collado, no se encontraba bien, prefería irse al Escorial y allí coger el tren. Nuestros ruegos fueron inútiles, pues es una mujer decidida, como debe ser: basta de gazmoñerías y ñoñeces, ¡aupa Loli!
Un poco más arriba se separaron Lolo (Loli... Lolo...) y Marta, ellos preferían bordear la Machota Baja antes que volver a subir al collado, el problema es que cuando ya cogíamos los vehículos, ellos todavía no habían llegado. ¡Marta! ¿Puedes dar señales de vida? Así que nuestro mermado grupo volvió a ascender esta vez con el estómago lleno y los ánimos más bajos que por la mañana. La idea inicial era subir hasta la Machota Baja, pero viendo el percal nos dividimos en dos grupos: los Machotes y los Mediomachotes (ya que habían subido a la M. Alta), los cuales nos esperarían en el collado, aunque luego decidieron aventurarse en solitario hasta el pueblo y descubrieron por qué se le llama Zarza-lejo. Mientras tanto los Machotes (los dos Joses, Jesús, Fernando y el que suscribe) llegábamos hasta la segunda cima del día, la cual es más espectacular por las rocas que tiene, aunque sea sesenta metros más baja que su hermana. Allí nos comimos unos chocolatillos que nos dio Jesús y volvimos sobre nuestros pasos.
A través de los walkis de Fernando nos comunicamos con el otro grupo, que se encontraba en plena lucha contra las zarzas. Les encontramos con los prismáticos y les dijimos por dónde habían de ir, pero como si nada, o eran muy cabezotas o los walkis de Fernando son una eme. Lo curioso es que Fernando se ofuscase porque Luisfe no le entendiera, cuando tampoco él entendía a Luisfe, todo era una sucesión de ruidos y palabras entrecortadas. Pero bueno, al final, a pesar de la diáspora sufrida, porque también hubo una pareja que se escindió de los Mediomachotes para volver a buscar un anillo a la fuente de Entrecabezas, al final, digo, todos nos encontramos en el pueblo, en el mismo bar de por la mañana, aunque ahora más atestado de gente y de humo... ¿Todos? No, una pareja compuesta por un irreductible gallego y una irreductible ¿madrileña? quizá anden perdidos todavía por los montes de Zarzalejo.
En fin, tras los besos y despedidas montamos en los vehículos y, al menos nosotros, nos tragamos el atasco-que-asco de la A-6, durante el cual no pudimos ponernos de acuerdo en la emisora a escuchar: ¿Bachata para Janeth? ¿Heavy Metal para mí? ¿Música medieval evocando festines y orgías en castillos para Juan Carlos? Y la pobre Ana sin decir nada en todo el camino.
Hasta la próxima amigos... Y no olviden supervitaminarse y mineralizarse.
P.D.: los datos técnicos de la ruta los encontraréis en http://es.groups.yahoo.com/group/CESPEDOSA/message/3395
y la dirección del grupo es, evidentemente:
http://es.groups.yahoo.com/group/CESPEDOSA