Distancia: 14 km.
Desnivel: 303 m. de subida (y otros tantos de bajada).
Tiempo con paradas 6 h. 40 m.
Fieles a nuestra afición a los volcanes (hemos recorrido Lanzarote, La Palma y la Garrocha), esta vez tocaba visitar los más cercanos y, probablemente, los más desconocidos: los de Campo de Calatrava, en Ciudad Real, nada menos que unos 300 conos volcánicos, maares, fumarolas, charcos de lodo burbujeante... Un paraíso de Vulcano que no se puede abarcar en tres días.
Pasamos nuestra primera noche en Almagro, en el encantador hostal de San Bartolomé en cuyo patio Rafa empezó a depurar su técnica de gateo:
Tras la merecida publicidad pasamos a relatar nuestra primera salida al campo de Calatrava, región que toma su nombre de la orden militar y pseudo-religiosa que la protegió de los musulmanes durante la Reconquista, aunque a su vez esta orden toma el nombre de la ciudad de Calatrava, ahora conocida como Calatrava la Vieja (al norte de Carrión) lugar donde fue creada y tuvo su primera sede.
El navegador del androide no sólo nos dirigió sin pérdida hasta Ballesteros de Calatrava, sino que, intuyendo ya la ruta que queríamos hacer, el punto de llegada (normalmente el centro del pueblo) estaba marcado en la pista forestal que nos llevaría a nuestro lugar de salida:
Como dicho lugar había sido elegido a ojo con los mapas del IGN no había comprobado si había sitio para dejar el vehículo, cosa bastante fácil de verificar ahora con el Google Maps (salvo que el lugar esté bajo un tupido bosque), de modo que cuando llegamos la pista era tan estrecha que decidimos continuar más adelante, llegando justo al punto donde el camino de ida se unía al de vuelta.
Nada más bajar del coche, desde la cercana explotación agro-ganadera del Rondín, tres enormes mastines salieron a saludarnos con sus temibles ladridos. Lo mejor en estos casos es hacerles frente amistosamente: llamándoles desde lejos para que se acerquen confiados y se dejen acariciar; el resto es pan comido (sobre todo si se te olvida guardarlo a tiempo en la mochila, cosa que no ocurrió), ropa babeada y mochila meada. Aunque en un ataque de efusividad uno de ellos nos plantó las zarpas a mí y a Rafa, que ya lo tenía puesto en la mochila.
Comenzamos a andar (11:20 am) por la pista que lleva hacia El Rondín; a un lado y a otro del camino hay tierras de cultivo: cereales y olivos. El camino asciende suavemente hasta el collado que separa los cerros de La Conejera y El Coscojar. Antes de llegar, sin embargo, podemos detenernos a estudiar el panel informativo a los pies de La Conejera, volcán declarado Monumento Natural. Desde este punto se observan los
spatters (estratos de piroclastos) debido a un corte horizontal en el cono del volcán. Desde el mismo panel sale un camino a la derecha que parece subir hacia el volcán, pero no puedo asegurar que no haya una alambrada que saltar. Nosotros accedimos desde el collado por la puerta de la finca.
Subimos a lo alto del volcán, aunque debido a la erosión es difícil apreciar los dos cráteres que lo componen. Bajamos por el lado opuesto para dar un rodeo y observar los spatters desde cerca... Y lo cierto es que impresionan, pues desde lejos pensaba que el corte era más pequeño, pero como se puede apreciar en las fotografías tienen cuatro veces mi altura. Los spatters consisten en piroclastos soldados que forman determinados relieves, los más comunes conos volcánicos. El volcán de La Conejera se genero a partir de erupciones estrombolianas, es decir, relativamente explosivas debido a los gases que contenía el magma. Los materiales expulsados, de distintos tamaños, son los que constituyen los piroclastos.
Salimos de la finca por el mismo lugar por el que habíamos entrado y continuamos por la pista hacia el sur. A unos 500 m. en la finca de la izquierda se adivina, por el croar de las ranas una pequeña laguna, cosa que el mapa confirma. Tras ella, a los pocos metros el terreno es ocupado por un olivar con riego automático. Aunque no es necesario para llegar hasta la laguna del Acebuche, sí lo es si queremos verla desde lo alto de la sierra de cuarcitas, atravesar el olivar para acceder al camino que discurre por la loma y desde el que se obtiene una panorámica excepcional.
La laguna estacional del Acebuche sólo se llena en época de lluvias y
constituye un paraíso para aves como las garzas y los patos, que
encuentran en ella el alimento necesario. Su origen geológico consiste
en una explosión hidromagmática o freatomagmática: el magma entra en
contacto con el agua de un acuífero o de una laguna y se produce una
explosión que forma grandes cráteres en superficie (hasta dos kilómetros
de diámetro). Estos cráteres se denominan maares, y como en su origen
hay un acuífero, la depresión que forman suele formar una laguna, ya sea
estacional o perenne.
Continuamos por el camino hacia la derecha, dirección SO, atravesando una puerta. Llegamos a un cruce de caminos y tomamos el que se haya más a nuestra izquierda y que baja hacia la laguna, si bien, en un momento dado hay que desviarse nuevamente hacia la izquierda pasando a la finca por una puerta hecha con alambres y palos (o el típico somier, ya no me acuerdo).
En la bajada hacia la laguna hicimos una paradita, para que Rafa estirase las piernas y para que yo me acercase a ver unas rocas a nuestra izquierda que desde lejos parecían spatters, aunque luego resultaron no serlo. Volvimos a ponernos en marcha y en pocos minutos llegamos al Acebuche, un lugar sorprendente: tapizado de verde, la laguna el calma, los ruidos de las aves... El tiempo también nos acompañaba con un espléndido sol, de modo que, al ver una enorme y solitaria encina con vistas a la laguna, decidimos aposentarnos para comer.
Detrás de nosotros también había un corte de spatters, si bien mucho más pequeño que el de la Conejera, y todas las rocas a nuestro alrededor, como la que se ve en la foto junto a Rafa, también eran volcánicas. El paraje era tan bonito que estuvimos hora y media: comiendo, descansando, viendo jugar a Rafa y observando a las aves con los prismáticos, así como a un rebaño de ovejas que se pegaban unas a otras a la sombra de las encinas. Y es que mirad lo que les pasa a las que se salen del rebaño:
Salir de la finca hacia la cañada siguiendo el plan establecido fue complicado, porque la puerta estaba candada y era bastante alta. Tuve que sacar a Rafa de la mochila, saltar yo, pasar a Rafa por encima y después saltar Gema. Desde el otro lado los carteles colgados en la puerta no invitaban a pasar. Una alternativa a este paso, que puede ser problemático física y socialmente (si nos ven los dueños o los guardas) es salir por donde habíamos entrado, y una vez ahí ir bordeando la finca hasta llegar a la cañada. De todos modos el resto de la ruta tampoco es que fuese espectacular, así que también se puede optar por volver desandando lo andado. Hasta la laguna son 6 km.; volver hacia atrás (sin pasar por el olivar ni subir a la Conejera) nos llevaría unos 4 km., continuar serían 8 km.
Continuamos por la Cañada Real Soriana Oriental hacia el noroeste. En cierto punto todo lo ancho de la cañada se había convertido en un barrizal, incluso un vehículo se había quedado atascado en el barro y los lugareños lo estaban sacando con un tractor. Gracias a que habían echado piedras sobre el barro pudimos atravesarlo sin enfangarnos demasiado. Tras recorrer la cañada durante unos dos kilómetros, nos desviamos hacia el norte por el único camino que se habría entre las fincas.
Tendemos a pensar que caminar por una pista sin grandes relieves, sin árboles ni parajes espectaculares no merece la pena. Sin embargo no es cierto, pues siempre existe algo que nos llama la atención, algo que mueve nuestra curiosidad, algo que nos hace darnos cuenta de lo ignorante que somos y de lo maravilloso y sorprendente que es el mundo. Un par de ejemplos en este mismo tramo del camino: nos encontramos con una central de energía solar; todos los paneles orientados hacia el sol salvo un par de ellos; nos pusimos a observar, pensar y discutir sobre el tipo de mecanismo que los orientaba, tanto en la dirección como en la inclinación; la inclinación parecía bastante clara, pues se veían fácilmente los brazos y muelles, pero la orientación... Al final nos dimos cuenta del eje sobre el que giraban y las ruedas que los soportaban. Mientras tanto unas peludas orugas cruzaban el camino, pero no en procesión, sino cada una por su cuenta; empezamos a divagar sobre su alimento: que si pinos, que si encinas, que si cereales... Al final las descubrimos comiendo unas plantas de las que, por supuesto, ignoramos su nombre:
Continuamos por la pista hasta que llegamos a una bifurcación. Tomamos el camino de la izquierda y, poco después, nos encontramos con el cruce del camino de Valdehigueras, desde el cual se podía observar a lo lejos, en un cerro, la ermita de la Virgen de los Santos:
Tomamos el camino de Valdehigueras hacia el oeste esperando poder subir al Cerro Pelado, otro de los volcanes más importantes, pero se encontraba vallado y con carteles de "zona de adiestramiento de perros". Así que como ya teníamos suficiente preferimos no subir.
Después del Cerro Pelado y tras poco más de un kilómetro en el que solo nos encontramos un pequeño barrizal, llegamos a nuestro destino, el vehículo, cerca de El Rondín, donde nos esperaban nuestros amigos los mastines. Eran las 17:40 h.
Montamos en la furgoneta y nos dirigimos a Ballesteros donde tomaríamos el bien merecido refresco. Esta vez no visitamos el pueblo, preferimos volver a Almagro para ducharnos y que Rafa pudiera gatear un poco en el patio del hostal.
(Más fotos en
http://www.flickr.com/photos/gemafuente/sets/72157633314685370/show/)