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Distancia: 10'4 km. (circular)
Desnivel: 370 m.
Tiempo con paradas: 6 h. 15 min.
Tras desayunar en Almagro pusimos rumbo a Granátula de Calatrava, lugar donde Pedro Almodóvar rodó secuencias de Volver y en cuyo honor erigieron un zapato gigante de latón frente a la muy digna Iglesia de Santa Ana (ss. XIV a XVIII) para horrorizar a lugareños y foráneos; lugar también dónde nació en 1832 y tiene una calle don Epifanio Novalbos Valbuena, académico de medicina y, probablemente, antepasado mío, pues mi abuelo, Rafael Novalbos, también era oriundo de Calatrava. Don Epifanio fue bautizado por don Manuel Espartero, hermano mayor del general Baldomero Espartero, que también nació allí. En fin, un pueblo con mucha historia.
Con el otro Rafael, el bisnieto de mi abuelo, cargado a la espalda, pues el día anterior acabé molido de las lumbares de llevarle en el pecho, empezamos a andar saliendo de Granátula por la calle Miguelturra. A los pocos metros el asfalto se convierte en una pista de tierra, terreno mucho más apto para el senderismo. Desde el comienzo de la ruta se observa la sierra de cuarcitas que nos oculta el volcán de Cuevas Negras (que está detrás del cerro de la izquierda).
La idea es subir al volcán por detrás, viendo los spatters, para después bajar hasta la fumarola de La Sima, única fumarola activa de la península; tras esto volveríamos por el arroyo que discurre bajo los riscos más escarpados que se ven a la derecha. La pista nos lleva, entre campos de cereales, hasta el Collado Raso, lugar donde han construido unos depósitos aparentemente de agua. Desde allí el camino continúa ascendiendo hacia el nordeste hasta el gran cráter del volcán (unos 500 m de diámetro), desde el cual se ven los spatters:
Aunque quizá no se aprecie en las fotografías estos spatters son más impresionantes y más bonitos (por el color de la roca) que los de La Conejera. Quizá el nombre de Cuevas Negras venga de las antiguas cornisas que formasen los spatters; sin embargo ya no queda ninguna, pero se adivinan por los derrumbamientos.
Y por fin ascendemos a la cima del volcán, lugar donde por ser el punto más alto han instalado una antena, cosa que afea el paisaje, pero claro, todos en este mundo tenemos derecho a las telecomunicaciones, ¿no?
Desde la cima de Cuevas Negras podemos observar, hacia el sur, Granátula, el embalse de la Vega del Jabalón y el Puerto de Calatrava custodiado al este por el Castillo de Salvatierra y al oeste por el Castillo de Calatrava la Nueva. Hacia el norte se observa la llanura de Valenzuela y el volcán de La Sima, hacia donde dirigimos nuestros pasos.
Para llegar a él, descendemos de la cima hacia el nordeste por la segunda vaguada, cruzamos una valla fácilmente, recogemos la calavera de una cabra, y emprendemos el ascenso hacia la fumarola dando un pequeño rodeo para que la pendiente no fuera tan acusada.
Para nuestra desilusión la fumarola consistía en un agujero no muy profundo con un aparato de medición de gases ("estación geoquímica de monitoreo de gases"), pero ningún gas visible:
No nos detuvimos mucho rato en ese lugar, pues ya bastante humo de la estufa respira Rafa en casa como para exponerle también al CO2 y al radón volcánicos. Rodeamos el cráter de La Sima a media altura hasta que llegamos a las rodadas que subían hasta una puerta en la verja de la Cruz de la Zorrilla; pretendíamos desde allí echar un vistazo al paraje del otro lado del monte. En esta pequeña subida tomamos fotos de los curiosos y típicos montones de piedras para convertir el malpaís en campos de cultivo, una dura labor de limpieza:
Y tras superarlos nos encontramos con la granja ovina, donde al menos los perros estaban atados. Sin embargo, nos encontrábamos dentro de la finca, una finca cerrada por una valla alta y cuya puerta en el camino tenía cadena y candado. No sabemos si suele estar abierta o cerrada; puede que nos la encontrásemos abierta porque cuando bájabamos subía un (supuesto) pastor en motocicleta. Bueno, una foto de las ovejitas:
Tras salir de la finca llegamos a la Cruz de San Blas y al depósito de agua, un agua que para nuestra sorpresa resultó ser agria, lo cual nos recordó el viaje a las Alpujarras. La gente del pueblo iba a recogerla con garrafas, pues se supone que posee propiedades curativas. Nosotros comimos allí mismo y después, dentro del pueblo, nos tomamos un café. Después de lo cual montamos en el coche y volvimos a Almagro.
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