Ayer me pasó lo mismo: metí rápidamente los cacharros en el lavavajillas antes de irme al monte, solo quedó una sartén... ¿Las sartenes pueden meterse en el lavavajillas? Me da que no. Una sartén que limpié a mano cuando volví.
Otra vez solo al monte. Ayer todo el mundo me dejó tirado, peregrinos y colegas. El único que se había comprometido era Mirwav, el fotógrafo, y al final tuvo que quedarse cuidando de la niña. Para colmo hacía mal tiempo: las nubes cubrían toda la sierra. Enfilé la carretera de Colmenar pues desde ella se obtiene una buena panorámica de las montañas, de manera que en un momento dado puede decidirse por el sitio con menos nubes. Lo de ayer era indiferente. Como las nubes estaban muy bajas me decidí por ir a algún sitio alto no fuera a ser que, por casualidad, superase en altura a las nubes, dándome un baño de sol con un mar de algodón debajo. Pero raras veces se produce esa casualidad aquí en Madrid. Lo más normal es que te metas en la niebla y no te veas ni la punta de la nariz. Subí a la Morcuera en coche y de allí caminando hasta la Najarra y por la Cuerda Larga hasta Asómate de Hoyos. Al comienzo se veía algo, pero una vez arriba la niebla era muy espesa, me daban tentaciones de volverme. Seguí adelante. Es una sensación extraña, espeluznante, caminar en solitario y con niebla; aún lo es mas si la montaña está nevada. Te sientes como en otro mundo; esperas que, de un momento a otro aparezca algo o alguien, la literatura y el cine fantásticos nos tiene acostumbrados a ello: un personaje demacrado como en Los Otros, un pterodáctilo como en La Niebla, de Stephen King... Según vas andando aparecen sombras, inmóviles, son rocas. Escuchas sonidos a tu espalda y te das la vuelta sobresaltado, sin ver nada. Mientras, el viento arrecia lanzando contra tu chubasquero pequeñas gotitas de agua. Había cabras, término genérico para los legos en materia de caza o biología de montaña, como soy yo; ayer no las vi, pero las escuché y las olí. Ellas me escucharon antes y salieron huyendo... Bueno, en realidad escucharon mis bastones.
Me encontré con un ser humano que, harto de la niebla, se volvía a casa. Su encuentro me hizo recapacitar sobre mi situación, mi situación geográfica: estaba más arriba de lo que yo pensaba, me había pasado un desvío. Saqué el tamagochi y lo comprobé con el mapa, efectivamente. Entonces se me ocurrió sacar partido al asunto: a partir de ahí haría una ruta de orientación. Marqué dos puntos en el mapa, los metí en el tamagochi, y recé para que los americanos no movieran los satélites de su sitio. Bien, lo cierto es que fui un poco patán al meter los datos, me equivoqué en unos cientos de metros, pero el aparatejo funcionaba de maravilla; la equivocación fue solventada por mi sentido de la orientación o compensada por el error de no hacer caso al bicho, nunca se sabe. El mejor momento del día fue cuando, mientras bajaba, se abrió la niebla y tuve una perspectiva del Valle del Lozoya con las nubes al alcance de mi mano. Al final hice 17,11 km. con unos 800 m. de desnivel positivo.
Y todo esto después de haber estado hasta las tantas viendo a los Caskarrabias, que mira que son malos: tres melenudos gigantescos haciendo ruido infernal. Y no es envidia. ¡Juanjo, no vuelvo a ver a tu grupo ni a hacerte publicidad! Al menos hasta que no cambiéis de técnico de sonido y de cantante y metáis el violín en todas las canciones. Los de Ginevra Benci, sin embargo, sonaron bastante bien, estilo rock transgresivo, discípulos de Extremoduro, Platero y otras hierbas. En cuanto me funcione interné (qué cruz, Dios mío, mayor que la de Santiago) pongo la mula a trotar para bajármelo.
Otra vez solo al monte. Ayer todo el mundo me dejó tirado, peregrinos y colegas. El único que se había comprometido era Mirwav, el fotógrafo, y al final tuvo que quedarse cuidando de la niña. Para colmo hacía mal tiempo: las nubes cubrían toda la sierra. Enfilé la carretera de Colmenar pues desde ella se obtiene una buena panorámica de las montañas, de manera que en un momento dado puede decidirse por el sitio con menos nubes. Lo de ayer era indiferente. Como las nubes estaban muy bajas me decidí por ir a algún sitio alto no fuera a ser que, por casualidad, superase en altura a las nubes, dándome un baño de sol con un mar de algodón debajo. Pero raras veces se produce esa casualidad aquí en Madrid. Lo más normal es que te metas en la niebla y no te veas ni la punta de la nariz. Subí a la Morcuera en coche y de allí caminando hasta la Najarra y por la Cuerda Larga hasta Asómate de Hoyos. Al comienzo se veía algo, pero una vez arriba la niebla era muy espesa, me daban tentaciones de volverme. Seguí adelante. Es una sensación extraña, espeluznante, caminar en solitario y con niebla; aún lo es mas si la montaña está nevada. Te sientes como en otro mundo; esperas que, de un momento a otro aparezca algo o alguien, la literatura y el cine fantásticos nos tiene acostumbrados a ello: un personaje demacrado como en Los Otros, un pterodáctilo como en La Niebla, de Stephen King... Según vas andando aparecen sombras, inmóviles, son rocas. Escuchas sonidos a tu espalda y te das la vuelta sobresaltado, sin ver nada. Mientras, el viento arrecia lanzando contra tu chubasquero pequeñas gotitas de agua. Había cabras, término genérico para los legos en materia de caza o biología de montaña, como soy yo; ayer no las vi, pero las escuché y las olí. Ellas me escucharon antes y salieron huyendo... Bueno, en realidad escucharon mis bastones.
Me encontré con un ser humano que, harto de la niebla, se volvía a casa. Su encuentro me hizo recapacitar sobre mi situación, mi situación geográfica: estaba más arriba de lo que yo pensaba, me había pasado un desvío. Saqué el tamagochi y lo comprobé con el mapa, efectivamente. Entonces se me ocurrió sacar partido al asunto: a partir de ahí haría una ruta de orientación. Marqué dos puntos en el mapa, los metí en el tamagochi, y recé para que los americanos no movieran los satélites de su sitio. Bien, lo cierto es que fui un poco patán al meter los datos, me equivoqué en unos cientos de metros, pero el aparatejo funcionaba de maravilla; la equivocación fue solventada por mi sentido de la orientación o compensada por el error de no hacer caso al bicho, nunca se sabe. El mejor momento del día fue cuando, mientras bajaba, se abrió la niebla y tuve una perspectiva del Valle del Lozoya con las nubes al alcance de mi mano. Al final hice 17,11 km. con unos 800 m. de desnivel positivo.
Y todo esto después de haber estado hasta las tantas viendo a los Caskarrabias, que mira que son malos: tres melenudos gigantescos haciendo ruido infernal. Y no es envidia. ¡Juanjo, no vuelvo a ver a tu grupo ni a hacerte publicidad! Al menos hasta que no cambiéis de técnico de sonido y de cantante y metáis el violín en todas las canciones. Los de Ginevra Benci, sin embargo, sonaron bastante bien, estilo rock transgresivo, discípulos de Extremoduro, Platero y otras hierbas. En cuanto me funcione interné (qué cruz, Dios mío, mayor que la de Santiago) pongo la mula a trotar para bajármelo.
No está nada mal. Yo me hubiera muerto de miedo. solo de pensarlo...
ResponderEliminarA mi sí me gustan Caskarrabias, aunque reconozco que los técnicos y los equipos de sonido de este tipo de eventos no suelen estar a la altura. Se nota la descompesación. Te fastidian el concierto. A tí y a los músicos, que han estado durante varios meses ensayando siete u ocho horas a la semana. No está mal tampoco. Lo peor de todo es que la culpa no la tiene nadie. Ambiguo.
...o, tal vez Yoko Ono
Tra la ri!!! Tra la ra!!! fiu, fiu , fiu, lara, lara....
ResponderEliminarQue bonito.....es cantar
que bonito....es cantar, tralarí, tralará, estoy ahora en el curro, tralarí, tralará, me estoy tocando los pelé, la, la, la.
¡¡¡¡NO TENGO GANAS DE CURRAR!!!
FOTOS DE SLOVAKAS YA
Sr Zanjas Pro:
ResponderEliminar¿desde cuando rezas al tamagotxi, no eras ateo?
Me cago en la santa copa, ya te he dicho que te busques un curro con intenné por la filosa y se te acabarán los problemas, peaso vago y no me vetes que te conozco que se cómo te gustan las ensaladas.
Besos.
CASCARRABIAS EL MEJOR GRUPO DE ROCK DE TODOS LOS TIEMPOS
ResponderEliminarInnovadores, con un montón de influencias, canciones sumamente curradas. El cantante tiene una voz versatil, gracil pero poderosa. Las guitarras rasgan el ambiente con caricias punzantes y la batería, ahhh la bateriia, que sonido tan espectacular. Golpea tu corazón y te traspasa. Creo que bien merecerían figurar en la cabezera de cualquier enciclopedia de la música. Son, sin duda, el mejor grupo de rock de todos los tiempos. CASCARRABIAS QUE GRUPAZO.
Fdo. Farria (una fan)
Snorfold, no te pajees, que te conozco. Tenías la entrada y no fuiste al concierto. ¿Por qué? Por vago... O por perseguir niñitas pijas, lechoncejas, en cualquier garito de Huertas. ¿Y para qué? Para terminar pillando una gripe.
ResponderEliminarSi es que...
¿Es pa matarlo o no es pa matarlo?
Eso,eso, Lechoonas, soy el monstruo de las lechonas, je, je,. lechonas, lechonas, lechonas, como me gustan las lechonas, slurpp!!!!
ResponderEliminarMETELE VIDILLA
ResponderEliminarBueno qué pasa, estamos a 9 de octubre y seguimos en la Morkuera.
Que empiece ya! que el público se vá! la gente se marea y un fulano (del atleti) se mea.
Para que están los cibercafés.La plaza de Santo Domingo es wifi.
pakito fuiste tu el q m llamo para un concierto el sabado x la tarde-era para ver a los casarrabias esos? m dio mi madre el recado al dia siguient,esq estuve en una cena d ramadan montada-flipa-por los curillas rojetes d la san carlos borromeo.excelente organizacion,excelente rollo y sobre todo excelentes personas
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