Tras años de tramitación administrativa, se ha declarado finalmente elParque Nacional de Guadarrama.A lo largo de este recorridoMountain Wildernessha venido planteando alegaciones y propuestas a los distintos PORN que se fueron presentando y que finalmente dan lugar al actual Parque Nacional.
La valoración que hacemos del Parque Nacional es muy crítica. Las expectativas que depositamos en un proyecto que creíamos pondría freno a las agresiones que sufría la Sierra, han quedado defraudadas.
EnMountain Wildernesshemos sido desde el inicio defensores del Parque Nacional. Sin embargo, el resultado final no responde a nuestras aspiraciones. No era eso lo que queríamos. Aspirábamos simplemente a que el Parque permitiera a las generaciones futuras disfrutar de un entorno natural con los excepcionales valores ambientales, culturales, paisajísticos y deportivos que nos ofrece la Sierra de Guadarrama. Casi con toda seguridad eso ya no podrá ser. Se ha optado por la explotación económica de sus recursos, y por convertir la Sierra en algo más parecido a un parque temático-turístico que a una zona de montaña.
En primer lugar, criticamos los conceptos utilitaristas y posibilistas con los que se ha diseñado el Parque. Al final, se protege pensando más en las posibilidades que ofrece la titularidad del terreno (público, municipal, privado) y en la actividad económica que se puede perder (forestal, ganadera, urbanística o turística), que en criterios ambientales, ecológicos o paisajísticos. Nuestros políticos deberían tener claro si quieren o no un Parque Nacional, porque de quererlo, hay que asumir que será costoso en términos económicos para la sociedad, no sólo por las indemnizaciones o adquisiciones que se requieran, sino sobre todo, por la pérdida de actividad económica que se deriva de una autentica protección. Todo lo que se pierde en mercancía, se gana en valor.
Criticamos el manejo técnico-administrativo llevado a cabo para poder adaptarse a la forma jurídica de Parque Nacional. La solución de las autoridades parece escandalosa; si la figura de Parque Nacional, no permite legalmente una determinada actividad, se propone como Parque Nacional sólo aquellas zonas que no tiene tal actividad, que es lo que finalmente se ha hecho. No importan los contenidos de protección, ni el territorio a proteger, eso es lo de menos, se adapta a “lo posible”.Además nos tememos una inminente modificación de la Ley de Parques Nacionales para permitir usos turísticos o cinegéticos.
Es evidente que el Parque sufre de estrangulamientos inconcebibles en términos ecológicos, que está fragmentado y que ello sólo obedece a criterios de titularidad del suelo (privada, municipal) o de actividades económica (estaciones de esquí). Además algunas zonas pueden perder protección. Zonas que antes eran Parque Regional, ahora pasan a ser zona periférica del Parque (P.ej. La Barranca o vertiente sur del Puerto de la Morcuera).
El Parque Nacional se queda corto, muy corto. Desde luego en cuanto a su extensión que queda circunscrita, a la zona de cumbres, excluyendo amplias zonas con excepcionales valores, en ocasiones muy superiores a los de las cumbres. Nosotros queremos el Parque, claro, mejor un parque que nada, pero no a costa de tener un parque devaluado o peor aún, listo para ser “vendido” comercialmente.
Las estaciones de esquí de Navacerrada (y urbanización del Puerto) y Valdesquí, son incompatibles con cualquier concepto, no ya de Parque Nacional, sino de mera sensibilidad ecológica. Son un anacronismo ambiental, estético e incluso económico. La adaptación que se ha hecho de la zonificación en el mapa, para que queden fuera del Parque Nacional, es una burla a los ciudadanos y desgraciadamente nos tememos que llegará a ser un ejemplo internacional de lo que no debe ser un Parque Nacional.
Guarramillas y el Valle/Loma del Noruego (estaciones de esquí), son zonas emblemáticas no sólo para el montañismo madrileño y castellano, son representativas del guadarramismo por su historia y su aportación a la cultura, al deporte y a la ciencia.Mountain Wildernessaboga por el desmantelamiento progresivo de las estaciones de esquí, la recuperación del suelo y el paisaje y la reordenación territorial de todo el entorno, adecuándolo al Parque Nacional. Esta aspiración, que algunos pretenden presentar como utópica o inviable, fue sin embargo, llevada a cabo con indudable éxito en la vecina estación de Cotos. Renunciar al desmantelamiento y reordenación del territorio es por el contrario una actitud pusilánime que permite su existencia, y lo que es peor, su ampliación... ¡en el mismo corazón de un Parque Nacional! No es una demanda radical, no es nada que no esté contemplado en el espíritu y en la letra de la Ley de Parques Nacionales.
Por todo ello pedimos:
Seguimiento y vigilancia exhaustiva del Parque a través de los planes previstos en la Ley (Plan Director y Plan Rector de Uso y Gestión; PRUG).
Ampliación del Parque a los pinares de Los Belgas y de Valsaín[1].
Desmantelamiento, reordenación del territorio e incorporación al Parque de las estaciones de esquí de Navacerrada y Valdesquí1.
Mantenimiento del nivel de protección existente hasta ahora en las zonas que antes eran Parque Natural o Parque Regional y que ahora entren en la zona periférica del Parque Nacional.
No modificación de la Ley de Parques Nacionales con el objeto de permitir actividades (caza, turismo…)
Desnivel: 1400 m. de subida (y otros tantos de bajada).
Tiempo con paradas 9 h. 45 m.
Los nombres de Sabiñánigo y Jaca me hacen viajar 30 años atrás hasta 1982, año en el que mi padre compró un coche nuevo, un Renault 18 verde metalizado (con una tapicería cuyo olor a nuevo jamás se fue), y para hacer el rodaje nos fuimos de vacaciones haciendo una gira por los Pirineos, País Vasco y Santander. En mi cabeza resuena la música de Jean Michael Jarre y el "Ma quale idea" de Pino D'Angio; "Beats'n'pieces", creo que se llamaba el recopilatorio. En 30 años no volví a pasar por allí, hasta que en 2012 hice prácticas de Técnico Deportivo de Montaña. Los recuerdos son más bien borrosos: una larga calle de Jaca, el aparcamiento del Valle de Ordesa y picos sobresaliendo de un mar de nubes visto desde algún puerto de carretera.
No conozco bien los Pirineos, nunca he sido un gran viajante; siempre he preferido quedarme cerca de casa (Guadarrama, Ayllón, Gredos...), pero las impresionantes moles de caliza pirenaicas bien valen la pena. Hice un par de prácticas en 2012, como ya he dicho, y se me clavaron muchas espinas que había que sacar, entre ellas el Monte Perdido.
A principios del verano me enteré de una ascensión solidaria a este mítico monte, promovida por Entreculturas, (ONG jesuita para el desarrollo), que recaudaba fondos para una escuela en Ecuador. Y me apunté matando así dos pájaros de un tiro: subiría al Monte Perdido y acallaría la mala conciencia de consumidor occidental (o eso creía) o al menos contribuiría un poco a una buena causa.
Y a la espera de este fin de semana tan ansiado pasé todo el mes de agosto sin moverme a ningún otro lado. Llegó el día anterior a mi partida y... Mi niño se puso malo.
Es lo que tienen los niños, que cuando empiezan la guardería se ponen malos los jueves o viernes, se recuperan durante el fin de semana, vuelven el lunes y vuelta a empezar.
Así que lo acostamos con 39 de fiebre y un chupito de paracetamol. Al día siguiente lo llevamos a la pediatra y nos dijo lo que ya sabéis: un virus, que habrá que esperar a ver su evolución, que si supera los 40 que vayamos a urgencias...
No sería para tanto, pensé yo, y me fui a los Pirineos, con la espada de Damocles pendiente sobre mi cabeza. Llegué a Nerín sobre las siete de la tarde. Ya había algunos compañeros y gente de la organización esperando; me parecieron gente muy maja y a lo largo de los dos días siguientes me lo demostraron. Las charlas previas a la cena y durante la misma fueron las típicas de montañeros: recuerdos de ascensiones, recomendaciones de rutas, etc.
Desde el albergue de Nerín se divisaba (al fondo) la Peña Montañesca, así como las paredes del Valle de Añisclo (los sestrales alto y bajo, la Punta de las Puertas y el Garrot del Diablo), iluminadas por los últimos rayos de sol:
Lo más importante fue, sin embargo, el cambio de planes: inicialmente estaba previsto ir el sábado hasta Góriz, dar una vuelta por los alrededores, hacer noche, y ascender al Monte Perdido el domingo por la mañana temprano, pero las previsiones meteorológicas daban mejor tiempo para el sábado, de modo que los guías (del club Montañeros de Aragón) nos propusieron ascender el mismo sábado y dar la vuelta por los alrededores el domingo por la mañana. Todos estuvimos de acuerdo y eso hicimos.
Y a las diez de la noche la espada cayó: Gema me llamó desde urgencias mientras yo me preparaba para irme a dormir en el albergue de Nerín. Estaba en el hospital con sus padres y Rafa con 40 de fiebre. ¿Qué podía hacer yo? ¿Volverme? Los compañeros me decían que la fiebre alta era normal en los niños y que sí, que se les llevaba al hospital para tenerlos controlados, pero sin mayores problemas.
Así pues continué con el plan aunque parte de mis pensamientos siempre estaban con la familia. Sobre las doce menos algo me volvieron a llamar para decirme que les enviaban para casa; un pequeño alivio. Dormí más tranquilo... Tras recuperarme del susto que me di al bajarme de la litera (para hablar fuera de la habitación), pues no se me ocurrió otra cosa que saltar desde ella a oscuras, sin ver a que altura estaba el suelo, y claro, me desequilibré y me di de bruces contra la litera de enfrente.
A las seis de la mañana nos levantamos, desayunamos y nos fuimos al aparcamiento donde nos esperaba el autobús que nos llevaría hasta un mirador sobre el Valle de Ordesa. Nuestro grupo constaba de 22 personas, pero las últimas llegaron "in extremis": venía gente de Madrid, Valladolid, Londres y algún sitio más, y fueron llegando desde las cinco de la tarde del día anterior, durante toda la noche, y hasta las mismísimas 7:00 de la mañana. Pero al final nadie se quedó en tierra.
Se trataba de un autobús del Parque de Ordesa que por una pista forestal subía desde Nerín, pasando por Cuello Arenas hasta lo alto de las paredes del valle, un paraje nombrado en los mapas como Sierracils. Desde allí hasta el refugio de Góriz era prácticamente llano y tardamos unas dos horas. Al ser por la mañana temprano y no haber salido el sol, algunos de los pasos estaban húmedos y había que tener cuidado para no aparecer defenestrado en el fondo del valle.
Unas fotos de la caminata hacia Góriz:
Una vez en el Refugio hicimos las gestiones pertinentes para dejar el material no necesario en la subida, tomamos un tentempié y continuamos la marcha.
El camino hasta la cumbre no tiene pérdida, está bien marcado con hitos y las únicas dificultades hasta el Lago Helado son un par de pasos en los que hay que echar las manos o trepar, los cuales no son excesivamente complicados si la roca está seca, pero si estuviera húmeda la cosa puede cambiar bastante. Ahora bien, la dificultad por excelencia para subir al Monte Perdido es la Escupidera, una canal de tierra suelta con una pendiente muy pronunciada que, si bien es bastante dura subirla por lo que desliza la tierra, resulta mortal cuando hay nieve dura o hielo, pues un deslizamiento nos expulsaría al vacío o contra las rocas. Este verano, sin embargo, solo había nieve cerca del Lago Helado (el cual tampoco estaba helado, a pesar de su nombre).
Después de la Escupidera sólo quedan 250 m. fáciles hasta la cumbre. Con paradas tardamos desde el refugio 2h 30min. Desde allí las vistas son espectaculares. Las fotografías aquí puestas sólo dan una ligera idea. Al principio algunas nubes cubrían parte del paisaje, pero hacía tan buen tiempo que pudimos esperar lo necesario para que se disiparan.
Los compañeros me cantaban las maravillas de valles y picos y sentía que me faltaría vida para poder visitarlos todos.
Sin embargo, lo que más me impactó a lo largo de estos dos días, fueron los gigantescos plegamientos de las calizas, testigos casi intemporales de las fuerzas geológicas de la Tierra: el más impresionante, sin duda, el del Cilindro de Marboré:
Llegaron todos los componentes de la expedición, hicimos la foto de familia, comimos e
iniciamos el regreso.
Desnivel: 550 m. de subida (y otros tantos de bajada).
Tiempo con paradas 6 h. 30 m.
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Esta ruta la realizamos mi hermano David y yo como reconocimiento para posteriormente llevar a un grupo de alumnos suyo del Instituto Rosa Chacel (Colmenar Viejo, Madrid), con la particularidad de que la realizamos en sentido inverso a como la vamos a presentar, ya que vimos que de este modo sería más llevadero, es decir, siguiendo el curso del río Manzanares hacia abajo. Esto supondrá que veremos las fotografías en orden inverso: primero las de por la tarde y luego las más tempraneras (si es que se puede considerar temprano empezar a andar a la una de la tarde).
Venga, vamos:
Saldremos del Instituto Rosa Chacel, situado en la calle de las Huertas, hacia el Paseo de la Magdalena, pero subiremos paralelos a éste por el parque de la derecha hasta la siguiente rotonda; cruzaremos entonces a la otra acera del Paseo desde donde podremos acceder a otro parque con bastante sombra, fuente, etc. Siempre es mejor caminar por tierra que por asfalto, y cuanto más apartados de los coches mejor (menos humos y menos posibilidades de ser atropellados). Por este parque llegaremos a la rotonda del helicóptero y acabaremos la cuesta arriba; a partir de aquí sera (casi) todo cuesta abajo hasta el Puente de la Marmota. Bajaremos por la calle paralela (por la izquierda) a la Carretera de Hoyo, que es la calle del Ferrobús.
¿Qué es un ferrobús? Os preguntaréis. Pues nada como ir a la Wikipedia: "No debe confundirse con Tranvía. El ferrobús, conocido también como railbús, autorriel, buscarril y coche motor liviano en el mundo hispanoparlante, es un vehículo ferroviario ultra ligero de una sola unidad o con hasta tres acoplados formando un tren, autopropulsados por motores térmicos o eléctricos, diseñado específicamente para el uso en líneas de ferrocarril de poco tráfico, y como el nombre sugiere, comparten muchos aspectos de su construcción con un autobús, por lo general con un chasis regular o modificado de autobús, con dos ejes sobre una base fija en lugar de sobre los bogies. Una característica del ferrobús es que la cabina de conducción está integrada en el propio coche sin ningún tipo de separación con los viajeros".
De todos modos nosotros bajaremos andando, porque raíles tampoco hay. Y llegaremos hasta unas instalaciones que sinceramente no sabemos lo que son, ni lo que hacen dentro, pero huele fatal; puede que sea una planta de tratamiento de basuras o algo por el estilo. Para no caminar por la carretera podremos bajar hasta el cauce del arroyo de los Navarrosillos, que a esta altura va seco (posteriormente tendremos que volver a cruzarlo; ya veremos si no tenemos que arremangarnos los pantalones).
Atravesaremos otro parque cuesta arriba hasta una nueva rotonda y reguiremos paralelos a la carretera por el camino de la izquierda bordeando la urbanización hasta llegar a las vías del tren (primera de nuestras fotos). Cruzaremos las vías por la carretera y volveremos a la pista de tierra que corre paralela a la misma. Siguiendo la carretera llegaremos hasta el Río Manzanares.
Concrétamente llegaremos al Puente de El Grajal, puente que fue construido por los andalusíes entre los siglos IX y XI para formar parte del camino militar de defensa de la Marca Media (las tierras del Califato de Córdoba); dicho camino iba desde Talamanca del Jarama al Valle del Tiétar uniendo atalayas y ciudadelas. Posteriormente el puente fue reconstruido en el siglo XVIII (fuente: Wikipedia y http://pasionpormadrid.blogspot.com.es/2010/05/la-marca-media-el-puente-musulman-del.html).
Seguiremos río arriba por la pista de servicio y al poco llegaremos a la Presa de El Grajal, construida en 1908 para dar servicio eléctrico a Madrid, con la curiosidad de que fue Colmenar Viejo la población que antes se benefició de esta obra, es decir, que Colmenar tuvo electricidad antes que Madrid. Os dejamos unas fotos hechas en la ruta de reconocimiento y un vídeo muy interesante sobre la historia de la presa.
Volveremos sobre nuestros pasos hasta el puente y cruzaremos la carretera para continuar río abajo por la pista de servicio del canal; bajo nuestros pies tendremos una canalización de agua que surte a Madrid desde el embalse de Santillana en Manzanares. A nuestra derecha, al otro lado del río, podremos observar unas importantes fracturas en las rocas, algunas con varios metros de separación; podrían ser pequeñas fallas.
También observaremos dos molinos de agua a medio reconstruir. Y es que, no lo hemos dicho, esta ruta se denomina "Molinos y batanes de Colmenar". Antiguamente el agua del Manzanares era utilizada como fuerza motriz para moler los cereales y para batanear las telas (compactarlas). De hecho la construcción de la presa de El Grajal tuvo sus mayores opositores entre los propietarios de molinos y batanes, pensaban que se quedarían sin agua para mover sus máquinas, pero al final lo que acabó con ellos fue la marcha del progreso, la competencia de industrias con máquinas eléctricas... Lo cual les daba la razón a dichos propietarios, pues a la postre fueron las empresas hidroeléctricas las que contribuyeron a su declive, aunque por otros derroteros.
El camino discurre a cierta altura sobre el río, el cual sólo se deja ver en algunos momentos, pues suele esconderse bajo los árboles y arbustos del bosque de galería, caracterizado sobre todo en este tramo por los sauces. Pasaremos también bajo imponentes roqueros de granito que obligaron a los ingenieros a construir una terraza para la conducción hidráulica.
Parte de todo esto nos lo contaron un par de agentes forestales que nos encontramos cuando hicimos la ruta; estaban de vigilancia anti-incendios aunque también deberían intervenir ante la presencia de vehículos motorizados, cazadores, etc. Siempre es interesante escuchar lo que otra persona pueda contarte acerca de su trabajo o, en general, de lo que sabe. El otro día, por ejemplo, el más joven de los dos agentes nos aleccionó sobre el concepto de "contaminación acústica": "la gente suele pensar que la contaminación acústica es una cosa así como molesta pero sin grandes repercusiones, es decir, que sí, que nos molesta el ruido en el campo porque no se puede escuchar a los pajaritos o el ruido del arroyo; sin embargo lo peor no es eso: el ruido tiene grandes repercusiones; yo he visto perderse varias puestas de huevos de búho real debido a que bajo las ramas pasaban motos de cross; el ruido espantaba al búho y las urracas, más acostumbradas al ruido, se comían los huevos". Nos explicaron varias cosas sobre los molinos, la presa, la conducción de agua, etc... "Ya veis, somos agentes forestales, pero nuestra vocación frustrada es ser guías de turismo", nos comentaron entre risas.
También fueron ellos los que nos comentaron pasar por los "Cantos Coloraos", otro roquero que hace de espolón sobre el Manzanares y que tiene una curiosa ventana formada por tres rocas. Posteriormente volveremos a la canalización y bajaremos hasta la desembocadura del Arroyo de los Navarrosillos.
En las fotos siguientes tenemos también un ejemplar de Mantis religiosa a la cual casi piso, fue David el que se dio cuenta.
Esperemos no tener que cruzar el Navarrosillos descalzos, más que nada porque el agua que baja de ahí es la que sale de la depuradora de Colmenar (cerca de la cual pasaremos al final), es decir, que sin ser estrictamente aguas fecales lo son en su origen, ya veréis cómo huele, ya. Nosotros por nuestra parte no tuvimos ningún problema al cruzarlo, no venía crecido y había varias piedras en las que pisar.
Y después de bajar... Toca subir de nuevo... Unos 70 m., ¿alguien dijo que esto sería un camino de rosas? Puede serlo en primavera, pero las rosas también crecen en las cuestas arriba; rosales silvestres, por supuesto. Alcanzaremos la cota de los 800 m. de altitud y caminaremos en horizontal hasta llegar a la Mina de San Marcelino, antigua explotación de cobre y, atención, ¡MUY PELIGROSA! pues existen bloques inestables que se nos pueden venir encima y al fondo el aire está muy viciado. Ignorante de mí, cuando estuvimos por allí me calcé el frontal y me adentré unos 12 m. hasta encima del montículo (¿qué montículo? Pinchad en esta web: http://speleominas.blogspot.com.es/2012/07/la-mina-de-cobre-san-marcelino.html)
Tras la mina toca de nuevo subir un poco hasta las inmediaciones del alto de Peñalvento y luego Las Carrizosas, dos colinas, desde donde puede observarse perfectamente el bosque de galería del Río Manzanares, un bosque cuya forma es, precisamente la del río. Si nos situásemos en una canoa (si fuera posible) o si fuéramos tan pequeños que pudiésemos navegar en una hoja, sólo observaríamos un túnel verde; en pocas ocasiones veríamos el cielo.
Después, bajaremos de las colinas hasta el río y nos encontraremos con las ruinas de otro molino justo en medio del camino. De hecho en esta ruta, a pesar de su denominación (molinos y batanes), y aunque existen unos XXX, solo visitaremos éste, pues para ver los demás hay que adentrarse en los zarzales del río.
Tras el molino avanzaremos por la ribera del río hasta que el camino empieza a ganar altura, pues debemos salvar otro espolón de rocas sobre el río. Nuestro camino va a parar a la pista que baja desde Colmenar por el otro lado de las colinas, pista que sigue el trazado del Cordel de la Marmota (para saber más sobre cordeles y otras vías pecuarias: http://es.wikipedia.org/wiki/V%C3%ADa_pecuaria). Una vez en el cordel bajaremos de nuevo hacia el río.
Como David y yo hicimos el camino a la inversa subíamos por el cordel buscando la desviación hacia la izquierda. En un momento determinado nos encontramos con una brillante lata de atún y empezamos a despotricar sobre lo guarra o descuidada que es la gente: cuando uno va al campo no debería dejar nada de lo que lleva especialmente nada que no sea orgánico, e incluso hay teorías sobre los posibles inconvenientes de desechos orgánicos como las mondas de frutas, pues pueden llevar productos químicos que impacten en el microhábitat de donde caigan; además debemos recordar que un resto puede ser bio-degradable, pero también bio-desagradable (para los que vengan detrás). Y en estas disquisiciones seguimos hasta que nos dimos cuenta de que nos habíamos pasado la desviación. Pero en vez de volver hacia atrás a buscarla decidimos tomar una senda que suponíamos nos llevaría al camino. Y efectivamente, así hicimos. Mas una vez en el camino nos picó la curiosidad de ver desde dónde salía y cómo nos lo habíamos pasado. Así que volvimos hacia atrás unos 600 m., hasta el cordel.
¿Y en qué punto exacto del cordel estaba la desviación? Exactamente donde la lata de atún, sólo que la lata estaba a la derecha del camino y la desviación a la izquierda. Alguien con muy mala idea la habría debido poner ahí para confundir a los transeúntes. Indignado todavía más con la lata y con su dueño, me di a la tarea de construir un hito en el punto de la desviación.
Previamente a todo esto habíamos estado en la ribera del río buscando el primero de los molinos, pero la vegetación estaba muy cerrada y lo único reseñable que pudimos encontrar fue unos ejemplares de Datura stramonium (Ver comentarios en este artículo http://zanjasprofundas.blogspot.com.es/2012/09/estramonium-escurialensis.html)
Y, como decíamos, por el cordel hacia abajo llegaremos al río. Bueno, exactamente llegaremos al Puente de la Marmota, puente construido en el siglo XVIII durante el reinado de Fernando VI para dar servicio a la vigilancia del perímetro de El Pardo que por aquella época fue cerrado para dejarlo como coto de caza real (fuente: http://pasionpormadrid.blogspot.com.es/2011/10/el-puente-de-la-marmota.html). Impresiona la altura del mismo.
Una vez visitado el puente debemos volver por el cordel hacia atrás, hasta encontrar un camino que sale a la derecha y que nos permite ganar altura hasta encontrar la valla de El Pardo. Desde este punto ya vemos el embalse y la ciudad de Madrid al fondo, pero las vistas son más impresionantes desde el Alto de la Marmota, al cual subiremos siguiendo una senda que encontraremos a la izquierda, tras recorrer unos cien metros al lado de la valla.
A parte de las vistas hacia el sur, hacia el norte podemos observar toda la Cuerda Larga, desde Guarramillas (Bola del Mundo) hasta Cuatro Calles (Puerto de la Morcuera). También veremos unas construcciones a medio terminar cerca del alto. Lo curioso del nombre de este cerro y del puente es que en España no existen marmotas (salvo las que se han introducido en los Pirineos procedentes de Francia; en septiembre vi varias cerca del Monte Perdido). Al parecer dicho nombre es una corrupción lingüística de Mamotar, antiguo sinónimo de mama (teta, ubre).
Desde el alto volveremos hacia el norte por una pista que nos llevará de nuevo hasta el cordel y por éste hasta Colmenar dejando a nuestros lados tierras dedicadas a pastos. Justo antes de entrar al polígono industrial nos encontraremos con la Depuradora de los Navarrosillos, lugar donde se filtran las aguas residuales de Colmenar y que, a la postre van a dar al Manzanares.
Después ya sólo nos queda atravesar el polígono y volver al instituto.
Actualización a 20-11-2013
A continuación dejamos las fotos de la salida con el instituto:
Desnivel: 1454 m. de subida (y otros tantos de bajada).
Tiempo con paradas 10 h. 30 m.
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Probablemente sea Gredos el lugar donde desde pequeño (8 ó 9 años) empecé a amar las montañas: mis padres nos llevaban (a mi hermano y a mí) una vez al año a la Laguna Grande. Y aunque veraneábamos en un pueblo del Valle del Tiétar y tenía los montes al alcance de la mano, nada era comparable a las inmensas moles de granito que se podían ver y hasta trepar en Gredos. Recuerdo a mis padres, tíos, vecinos y más gente mayor conocida (íbamos en romería) caminar por la senda que subía desde la plataforma hacia el Prado Pozas mientras los chicos trepábamos por las rocas que la flanqueaban... "¡Que os vais a caer! ¡Paquito, como te caigas te mato!". Eran finales de los 70.
En los 90 ya tenía carnet de conducir y podíamos irnos solos, de modo que ampliamos nuestro campo de acción a las Cinco Lagunas subiendo desde Navalperal, pueblo en el que tenía familia un compañero de clase de David, mi hermano. Además ya pasábamos dos o tres días acampados (al final nos pusieron una multa).
Y en todos esos años, sin embargo, nunca nos decidimos por subir al Almanzor. Lo cual no significaba que no se convirtiera en una espina que se iba clavando más hondo con el paso del tiempo. Pues bien, treinta años más tarde esa espina ha sido extirpada este mes de agosto, y además por partida doble, porque del tirón también hicimos La Galana, que no estaba en el plan.
La idea consistía en salir pronto desde nuestro pueblo, la antigua Escarabajosa, llegar a la Plataforma subir al Almanzor, bajar y volver. Pero nos encontrábamos fuertes y el tiempo acompañaba.
Así que nos despertamos a las 5:00, desayunamos y a las 5:50 ya estábamos en la carretera. Afortunadamente no perdimos tiempo en ningún control de alcoholemia, ya que no había ninguno, cosa extraña pues los pueblos estaban en fiestas. A las 7:25 ya estábamos en la Plataforma tras un infructuoso intento de tomar café en Hoyo del Espino. Había bastantes vehículos aparcados para ser tan pronto, pero claro, estábamos en vacaciones y en puente.
En 10 minutos ya estábamos caminando. Hacía bastante tiempo que David y yo no coincidíamos en una larga marcha por el campo, es más, no recuerdo ninguna en la que fuésemos los dos solos. La conversación empezó a versar sobre la familia aunque al poco rato giraba en torno a la educación de los adolescentes, la pasión y el trabajo de David. Concretamente hablábamos sobre el uso de las nuevas tecnologías para fomentar el espíritu investigador.
En 20 min. llegamos al Prado Pozas y en otros tres cuartos de hora a Los Barrerones, sin pararnos en ninguna de las fuentes, pues para agua fresquita ya llevábamos la del Puerto del Pico. A las 9:05 llegábamos al refugio Elola. Allí hicimos una paradita para tomarnos el segundo desayuno (un plátano y una barrita), admirar el entorno (yo hacía año y medio que no iba, desde el examen de Técnico Deportivo) y fotografiar a un espécimen de cabra pirenaica (sí, sí, pirenaica aunque estemos en Gredos) que se acercaba sin miedo a ver si le caía algo del desayuno.
Tras el pequeño picnic y las fotos (10 min.) enfilamos la subida por detrás del refugio y hacia la izquierda (la flecha que indica la dirección es la de metal, la que marca de frente). Aunque David ya había subido un par de veces no se acordaba muy bien de por dónde salir de la laguna y aunque yo llevaba un track registrado en el GPS decidimos seguir a tres montañeros que salieron antes que nosotros (ya veríamos si coincidía con el track).
En principio había hitos, así que mala dirección no parecía que llevásemos, además coincidía con el track grabado. Ya una vez afianzados en el camino a seguir apretamos la marcha. Al llegar a la vaguada de la Portilla Bermeja adelantamos a los tres que nos precedían, aunque bien es cierto que se equivocaron y tuvieron que dar un rodeo a una gran roca. Mi hermano imponía un ritmo que yo lograba seguir no sin gran esfuerzo.
A mitad de la vaguada, más o menos, el track indicaba un giro a la derecha, hacia la Portilla del Crampón. Por ella veíamos subir a cuatro personas. Hicimos una parada para beber agua y tomar unas fotos. A las dos primeras, una pareja ya mayorcita, les alcanzamos pronto; a las otras dos (una pareja joven) justo en la portilla. Desde allí nuevamente hicimos unas cuantas fotos:
Desde la Portilla del Crampón hay que atacar el pico por su lado oeste siguiendo los hitos, aunque se hallan bastante "descolocados"; hay que ir mirando a izquierda y derecha constantemente. Hasta que llegas a la "temida trepada" (se me olvidó hacer foto), al menos para mí que ya me he sacado varias veces el hombro. David subió primero y luego yo: el miedo es el peor consejero, tuve que hacer varios intentos y probar varias posiciones hasta que lo logré. Entonces el miedo a la subida se convirtió en... Miedo a la bajada. Después de nosotros subió la pareja joven, aunque la chica, asustada como quedó por la pared decidió no dar los últimos pasos hasta la cima. Además decidió esperar a que bajásemos nosotros para asegurarla entre varios en el descenso, pero lo hicieron otros chavales que bajaron antes.
Y por fin llegamos a la cima: 2592 m. sobre el nivel del mar, el pico más alto del Sistema Central; el día claro (aunque con calima al fondo) y las vistas espectaculares. Eran las 10:30; habíamos subido en menos de hora y media. En la cima el viento era considerable, así que después de las fotos de rigor bajamos unos cuantos metros hasta encontrar unas rocas planas, horizontales y al sol en las que disfrutar de las vistas y de algunas viandas, que nos las habíamos merecido. Al poco de estar allí (y para mi sorpresa) apareció la pareja mayor: nunca subestiméis a nadie; donde no hay fuerza hay tiempo, hay maña y hay equipo; iban encordados; probablemente subió primero el hombre y luego desde arriba le aseguró a ella. Al final del día los volveríamos a encontrar llegando casi a la Plataforma. Fotos desde la cumbre:
Tras permanecer una hora en la cima decidimos ponernos en marcha, pero como la caminata se nos había hecho corta (3 horas desde la Plataforma) nos aventuramos a tachar el siguiente pico de la lista: La Galana. Aunque primero tenía que salvar la pared de la chimenea... Suele decirse que es más difícil bajar que subir, porque no tenemos más remedio que ver el patio. Sin embargo esta vez no fue así, bajé con bastante soltura, mucho mejor y más rápido que la subida. Antes de bajar nos cruzamos con los tres chicos que habíamos adelantado al comienzo de la subida.
Después de salir de la chimenea nos dirigimos hacia el norte, por la cresta (bueno, unos metros más abajo), en vez de bajar de nuevo por la Portilla del Crampón. Al poco tiempo llegamos a la Portilla de los Cobardes, la cual no me pareció tan complicada de bajar ni de subir, aunque puede ser que con nieve y hielo la cosa cambie mucho. En general hacer en invierno lo que hicimos en verano es para gente muy experta en alpinismo. Creo recordar que para superar el resalte rocoso tuvimos que descender un poco por la portilla hacia el oeste y luego continuar siguiendo los hitos hacia el norte, adentrándonos en el Cuchillar de Ballesteros.
Aunque de vez en cuando perdíamos los hitos la dirección estaba bastante clara, pero los caos de bloques o canchales, característicos en Gredos, es lo que tienen. Su superación precisa de cierta pericia en el caminar, pues hay que ir muy pendiente de dónde se pisa y sobre todo saber pisar en las aristas de las rocas, pues no es lo normal encontrar piedras planas y bien colocadas, además es necesario equilibrio y ausencia de vértigo.
Tras superar el cuchillar llegamos al Collado del Venteadero, donde tomamos una fotos y desde donde se sube fácilmente hasta las inmediaciones de la cima de La Galana. Hasta las inmediaciones, decía bien, porque para llegar hasta el final hay que superar dos obstáculos: el primero es un gran corte, la "Muesca de La Galana", al que hay que destrepar por la derecha; el segundo una pared de unos tres metros con varias grietas (se puede evitar por la derecha, pero la caída por ese lado no lo hace recomendable). Posteriormente para llegar hasta la cumbre hay que rodear por el oeste, por una cornisa con un patio que hace recomendable pasarla a gatas (aunque cuando bajábamos los tres chicos que nos seguían la pasaban caminando como por su casa).
Llegamos a la cima de La Galana (2563 m., el segundo más alto del Sistema Central) sobre las 13:00 y estuvimos unos 20 min. Desde ella pudimos observar el comienzo del incendio de Madrigal de la Vera, cuya nube de humo nos acompañaría todo el día y al final llegaría hasta Santa María del Tiétar. Allí decidimos continuar hacia la Portilla del Rey, pasando por la canal y el pasillo del siguiente pico. Por supuesto tomamos fotos:
Al igual que me ocurrió en la pared del Almanzor, el descenso de la pared de la Galana me resultó más fácil que su subida. Una vez en la Muesca, descendimos por ésta hacia el Circo de las Cinco Lagunas, aunque sólo para sortear La Galana por el Oeste y sin llegar a la Laguna del Gutre. Después subimos por la canal que se veía desde la cima y bajamos hasta la Portilla del Rey (que curiosamente no coincide con lo que marca el mapa del IGN).
Eran las 14:10, buena hora para comer. Sacamos lo que nos quedaba de comida (queso, jamón, pan y chocolate) y dimos buena cuenta de ella. Mientras tanto observamos a un chico llegar al camino desde el Canchal de La Galana (pared oeste del Gargantón); continuó como si fuera a bajar hacia el Gargantón, pero dudó, se dio la vuelta, volvió a dudar, volvió a darse la vuelta y así varias veces. Entonces apareció por la cresta otro chico; el primero le vio y subió hasta donde estábamos. Las palabras que se dirigieron no eran muy amables; iban juntos pero se habían separado: "yo voy por aquí", "pues yo por aquí" y ya la tenenmos liada. En montaña conviene no separarse y, de hacerlo, dejar bien claro por dónde se va a ir, hacia dónde, y no cambiar de idea por el camino. Después bajaron juntos hacia las Cinco Lagunas.
También estuvimos viendo a tres o cuatro machos de cabra pirenaica en los altos frente a nosotros, al otro lado de la portilla. Parecían estar descansando hasta que su descanso fue turbado por un helicóptero (y yo me pregunto: si están acostumbrados a la gente, ¿no lo están a sus engendros mecánicos?): huyeron despavoridos hacia donde estábamos nosotros pasando a unos cinco metros de distancia; pero no eran tres o cuatro sino más, todo un rebaño de machos jóvenes que en cuatro saltos alcanzaron nuestra posición; todo un espectáculo que no pudimos grabar para no perder detalle.
El resto ya era pan comido, aunque con cuidado de no pillar un tropezón. Salimos a las tres menos cinco y llegamos a la Plataforma a las seis de la tarde. Durante el camino de regreso desde la Laguna Grande nos encontramos con todo tipo de gente, edades e indumentarias; las más llamativas, las que iban en bañador o bikini olvidando (o sin saber) que a 2000 m. de altitud la radiación ultravioleta es mucho mayor que a nivel del mar. Esto, por cierto, David lo sabía, mas no por ello quiso ponerse protección solar en el cuello; al día siguiente no había quien le diera una colleja.
Y por fin llegamos a la Plataforma, habíamos tardado 10 h. 30 min. con 2 horas y media de paradas. El lugar estaba bastante concurrido y animado, sobre todo desde que han modernizado el chiringuito... Pero nuestro más ferviente deseo en esos momentos no pudo ser satisfecho: café con hielo. En su defecto acabé con el pan y el chocolate acompañado de sorbos de agua. Nos cambiamos de calzado y de camiseta, montamos en el coche y fuimos a Hoyo del Espino a por ese café tan deseado. Mientras tanto la nube de humo del incendio continuaba avanzando hacia el este.
Llegamos a casa a las nueve de la tarde. Ducha,
cena y a la cama con el cuerpo desecho pero la mente satisfecha.
Al día siguiente me enteré de que el día 14, dos días antes de nuestra
marcha, había muerto un chico de 21 años en la cara norte del Almanzor.
Las montañas también tienen su cara amarga. Descanse en paz.
Desnivel: 650 m. de subida (y otros tantos de bajada).
Tiempo con paradas 4 h. 30 m.
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La última de las excursiones en Fuerteventura la realicé en solitario... Bueno, no exactamente, iba sin Gema y sin el niño, pero justo antes de salir andando desde donde había dejado el coche, aparecieron en taxi dos alemanes ya mayorcitos que me acompañaron durante toda la subida. La conversación con ellos fue difícil, ya que no estoy
acostumbrado a hablar en inglés, pero en las dos horas que estuvimos
caminando algo nos entendimos. Eran dos tipos simpáticos, deportistas y acostumbrados a la montaña, lo contrario del grupo de turistas (ingleses o alemanes) que salieron antes que nosotros, gordotes, colorados y por los que no apostábamos (ni los alemanes ni yo) una piedra del camino. Apuesta que hubiésemos perdido como justo varapalo a nuestra vanidad, pues hasta arriba del todo que llegaron y no mucho después que nosotros.
La ruta consistía en la subida al pico más alto de la isla (812 m sobre el nivel del mar), una subida sostenida con una pendiente media del 10% (650 m en 6'3 km), aunque en el último kilómetro se inclinaba un poco más (20%). Poco hay que decir sobre esta ruta que no se haya dicho ya en las entradas anteriores acerca del paisaje majorero, especialmente en la del Gran Valle, pues la zona era la misma. Se salía desde la calle de Sancho Panza, en la urbanización Solana Matorral, del mismo Morro Jable y se caminaba por una pista en dirección norte y cuesta arriba. No había pérdida posible, al menos no con visibilidad, pues La Zarza casi siempre estaba a la vista.
Desierto con Pico de la Zarza al fondo (el más alto de la derecha)
A medida que nos acercábamos hacia la cima se observaba una especie de edificación. Por lo que les (mal)entendí a los alemanes se trataba de una edificación militar, pero según pudimos comprobar más tarde se trataba de un ingenioso sistema para captar agua y que lamento no haber fotografiado: consistía en una especie de estantería con los estantes inclinados, pero estos estantes eran pequeñas redecillas en las que se acumulaban las gotas de agua de las nubes, en ellas condensaban y precipitaban a un canalón que acababa en un pequeño depósito. ¿Y el agua para quién? La zona estaba vallada, toda la cumbre, para evitar la entrada de cabras (pues había una planta en peligro de extinción) y la salida de personas por sitios difíciles y peligrosos.
Llegamos a la cumbre y nos hicimos la foto de rigor (con los brazos en jarras, como mandan los cánones). Los alemanes estuvieron muy poquito tiempo, les esperaban para comer. Yo, en cambio, comí allí mismo y a aquella hora. El otro grupillo también estuvo algo más de tiempo, haciéndose fotos y soportando en manga y pantalones cortos la fría brisa que soplaba.
Como poco más se puede decir, aquí dejo unas fotos.
Playa de Cofete, con Cofete y la Villa Winter
Playa de Barlovento
Planta crasa (no sé si es ésta la especie protegida).
Buena caída
La vuelta no tuvo nada que reseñar, salvo ver las cosas desde otra perspectiva, lo cual nunca deja de tener su interés, aunque con el calor del medio día tampoco tenga uno muchas ganas de detenerse a contemplar paisajes.
Quizá a esa hora lo más relevante fuese el inmenso oasis (al menos eso parecía desde la distancia) de palmeras que había en el barranco de la derecha según bajaba, y que no era nada más y nada menos que el complejo turístico Stella Canaris. Complejo que según me he enterado recientemente está al borde de la bancarrota, el oasis casi seco y los 150 empleados okupando las instalaciones para evitar que se cierre y para que les paguen las mensualidades atrasadas (más información en http://eldia.es/criterios/2013-08-11/9-maldicion-Stella-Canaris.htm).
Tras la ruta volví al apartamento a comer con la familia.
MI RECUERDO PARA ESTOS DOS BUENOS MONTAÑEROS Y AMIGOS
María Rey Sánchez, santiaguesa de32 años.
Volvía a casa para disfrutar con la familia de las fiestas de Santiago
Viajaba en el tren con su novio, Raúl, también fallecido.
Raúl Bonilla Trimiño, nacido en Madrid de 37 años
Fue uno de los fundadores del grupo de senderismo LUZ DE CRUCE, grupo en el que tantas ocasiones tuve de conocer a gente estupenda, entre ellos Raúl y su novia.
Desnivel: 100 m. de subida (y otros tantos de bajada).
Tiempo con paradas 3 h. 30 m.
Me levanté el viernes, 17 de mayo, un tanto despistado (Gema dice que, más que despistado, desinteresado) y no me enteré muy bien de lo que íbamos a hacer (hay que decir que en este viaje casi toda la organización se la dejé a ella). Pensé que la rutilla ésta sería un paseíto y ni siquiera me vestí para ir de campo.
Salimos del apartamento a las 10:00 am hacia el norte de la isla, hacia La Oliva y Villaverde, pero son casi 100 km y con las paradas llegamos a Villaverde a las 12:00.
La idea era primero visitar un tubo volcánico en el que han instalado un centro de interpretación de la naturaleza, pero estaba cerrado. De hecho estaban cerrados todos y cada uno de los centros de interpretación de la isla por los que pasamos. ¿Consecuencia de la crisis? Quizá, pero ¿por qué la crisis siempre afecta primero a la educación y la cultura? En fin, esto no es un blog de política.
Así que tuvimos que cambiar los planes y realizar la marcha por la mañana... Por la mañana es un decir, porque cuando comenzábamos a andar ya eran las 12:30. Y durante un buen trecho del camino nos acompañó un amiguito un tanto flaquito:
La idea era recorrer el camino señalado en la guía turística de La Oliva visitando dos volcanes, la Montaña Negra y la Montaña Blanca (aunque esta última en el mapa del IGN viene como Montaña Pajarita). Como se puede observar en las fotos el paisaje es semidesértico, aunque a un lado del camino existía una explotación de pitas, no sabría decir si abandonada.Y, por supuesto, por todos los lados, solitarias o en rebaños, las omnipresentes cabras.
Montaña Negra a la izquierda
Pitas y Montaña Negra
Como curiosidad cabe destacar que en muchas zonas el suelo estaba tapizado de un rojo/granate intenso, color que le daban unas plantas rastreras de las que no he podido determinar su nombre.
En la guía la ruta bordeaba los volcanes, aunque se decía que a la Montaña Negra se podía subir fácilmente, bien es cierto que por en nordeste, y no por el noroeste (como se allí se decía). Y como visitar los cráteres es algo que nos fascina, pues allá que fuimos. A media subida encontramos una especie de pequeño cráter secundario, aunque no sabría decir si no se trataría más bien de una antigua cantera. Y otra curiosidad: había dos canalones rellenos de maíz. No sabemos muy bien para qué, si para las aves del entorno, para las gallinas de la granja cercana (al pie del volcán) o para las también muy extendidas, aunque más difíciles de ver, ardillas morunas.
La ardilla moruna es una especie invasora procedente de África y al parecer es muy voraz, se come todo lo que encuentra y no tiene depredadores, de modo que es considerada una plaga. En algunos sitios, en cambio, parecen gozar de la simpatía de los transeúntes.
Cartel antiardillas en el macizo de Betancuria
Ardilla Moruna en pared de Morro Jable
(la mano no es nuestra, es de una alemana)
Y tras algún que otro traspiés, sin que el contenido de mi mochila tocara el suelo, llegamos al borde del cráter, encontrando esto que veis en la foto (quizá un poco deformada, que es lo que tienen las fotos panorámicas montadas con Photoshop): un cráter pequeñito pero resultón.
Y hacia fuera del cráter tenemos unas magníficas vistas de la parte norte llegando a ver las dunas de Corralejo, la isla de Lobos y Lanzarote (se puede pinchar en la foto para verla más grande).
Y después bajamos al cráter, el cual parece ser estuvo dedicado a terreno de cultivo, por la tierra del fondo, diferente a la circundante, y a las gradas en las paredes del cráter para evitar desprendimientos, . Ahora, sin embargo, sólo crecen unos matojos y algún resto del cultivo que sirvió para dar sombra a Rafa. Nosotros, en cambio, tuvimos que soportar el calor no atenuado por el viento que soplaba fuera del cráter.
Tras haber comido y descansado durante 50 min. nos pusimos de nuevo en marcha bajando por donde habíamos subido
y tomando la pista que bordeaba el volcán para volver al camino que
indicaba la guía. No obstante, previamente y desde las alturas habíamos
decidido no realizar la ruta completa, pues eran 17 km. por pistas como
la que habíamos llevado hasta el momento. Preferíamos subir a la Montaña
Pajarita (si es que era posible) y volver por el mismo camino. Así que una vez a sus pies continuamos por un sendero que terminaba en una cantera abandonada: la tierra negra y las paredes del volcán descarnadas,
aunque nada comparado con lo que hicieron en el Croscat, en la Garrocha (Gerona), desde 1966 a 1991:
(La declaración del Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrocha, en 1982, arranca de las movilizaciones populares que se produjeron contra la destrucción de este volcán, el último en entrar en erupción en la península). Pero volvamos a Fuerteventura y a la Montaña Pajarita: a sus pies se encuentra una explotación de cabras que, pese a estar vallada, sus habitantes se mueven en relativa libertad por los alrededores.
Finalmente no pudimos subir al volcán y ver su cráter, el terreno era demasiado inestable para andar con el pequeño a cuestas; podía habérselo dejado a Gema, pero ya estaba dormido y... En fin, todos sabemos cuánto nos molesta que nos despierten, ¿no? Bueno, de todos modos podemos poner la foto de alguien que sí estuvo allí, Majalulo (foto de wikiloc):
En su lugar quise dar la vuelta al volcán, pero hubo diferencias de criterios entre los miembros de la expedición... En la siguiente fotografía me veis caminando a lo lejos (por la falda de las Calderas Blancas, volcán anejo a La Pajarita) mientras la fotógrafa permanecía en su puesto a la espera de que me diese cuenta de la situación.
Al final volvimos por el mismo camino, aunque bordeando la Montaña Negra por el otro lado. Después nos encaminamos hacia Corralejo para ver las dunas y a ser posible darnos un bañito, pero hacía un poco de viento y a veces se nublaba el cielo. Aquí dejamos unas fotos: