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Distancia: 23'4 km. (circular)
Desnivel: 1454 m. de subida (y otros tantos de bajada).
Tiempo con paradas 10 h. 30 m.
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Probablemente sea Gredos el lugar donde desde pequeño (8 ó 9 años) empecé a amar las montañas: mis padres nos llevaban (a mi hermano y a mí) una vez al año a la Laguna Grande. Y aunque veraneábamos en un pueblo del Valle del Tiétar y tenía los montes al alcance de la mano, nada era comparable a las inmensas moles de granito que se podían ver y hasta trepar en Gredos. Recuerdo a mis padres, tíos, vecinos y más gente mayor conocida (íbamos en romería) caminar por la senda que subía desde la plataforma hacia el Prado Pozas mientras los chicos trepábamos por las rocas que la flanqueaban... "¡Que os vais a caer! ¡Paquito, como te caigas te mato!". Eran finales de los 70.
En los 90 ya tenía carnet de conducir y podíamos irnos solos, de modo que ampliamos nuestro campo de acción a las Cinco Lagunas subiendo desde Navalperal, pueblo en el que tenía familia un compañero de clase de David, mi hermano. Además ya pasábamos dos o tres días acampados (al final nos pusieron una multa).
Y en todos esos años, sin embargo, nunca nos decidimos por subir al Almanzor. Lo cual no significaba que no se convirtiera en una espina que se iba clavando más hondo con el paso del tiempo. Pues bien, treinta años más tarde esa espina ha sido extirpada este mes de agosto, y además por partida doble, porque del tirón también hicimos La Galana, que no estaba en el plan.
La idea consistía en salir pronto desde nuestro pueblo, la antigua Escarabajosa, llegar a la Plataforma subir al Almanzor, bajar y volver. Pero nos encontrábamos fuertes y el tiempo acompañaba.
Así que nos despertamos a las 5:00, desayunamos y a las 5:50 ya estábamos en la carretera. Afortunadamente no perdimos tiempo en ningún control de alcoholemia, ya que no había ninguno, cosa extraña pues los pueblos estaban en fiestas. A las 7:25 ya estábamos en la Plataforma tras un infructuoso intento de tomar café en Hoyo del Espino. Había bastantes vehículos aparcados para ser tan pronto, pero claro, estábamos en vacaciones y en puente.
En 10 minutos ya estábamos caminando. Hacía bastante tiempo que David y yo no coincidíamos en una larga marcha por el campo, es más, no recuerdo ninguna en la que fuésemos los dos solos. La conversación empezó a versar sobre la familia aunque al poco rato giraba en torno a la educación de los adolescentes, la pasión y el trabajo de David. Concretamente hablábamos sobre el uso de las nuevas tecnologías para fomentar el espíritu investigador.
En 20 min. llegamos al Prado Pozas y en otros tres cuartos de hora a Los Barrerones, sin pararnos en ninguna de las fuentes, pues para agua fresquita ya llevábamos la del Puerto del Pico. A las 9:05 llegábamos al refugio Elola. Allí hicimos una paradita para tomarnos el segundo desayuno (un plátano y una barrita), admirar el entorno (yo hacía año y medio que no iba, desde el examen de Técnico Deportivo) y fotografiar a un espécimen de cabra pirenaica (sí, sí, pirenaica aunque estemos en Gredos) que se acercaba sin miedo a ver si le caía algo del desayuno.
Tras el pequeño picnic y las fotos (10 min.) enfilamos la subida por detrás del refugio y hacia la izquierda (la flecha que indica la dirección es la de metal, la que marca de frente). Aunque David ya había subido un par de veces no se acordaba muy bien de por dónde salir de la laguna y aunque yo llevaba un track registrado en el GPS decidimos seguir a tres montañeros que salieron antes que nosotros (ya veríamos si coincidía con el track).
En principio había hitos, así que mala dirección no parecía que llevásemos, además coincidía con el track grabado. Ya una vez afianzados en el camino a seguir apretamos la marcha. Al llegar a la vaguada de la Portilla Bermeja adelantamos a los tres que nos precedían, aunque bien es cierto que se equivocaron y tuvieron que dar un rodeo a una gran roca. Mi hermano imponía un ritmo que yo lograba seguir no sin gran esfuerzo.
A mitad de la vaguada, más o menos, el track indicaba un giro a la derecha, hacia la Portilla del Crampón. Por ella veíamos subir a cuatro personas. Hicimos una parada para beber agua y tomar unas fotos. A las dos primeras, una pareja ya mayorcita, les alcanzamos pronto; a las otras dos (una pareja joven) justo en la portilla. Desde allí nuevamente hicimos unas cuantas fotos:
Desde la Portilla del Crampón hay que atacar el pico por su lado oeste siguiendo los hitos, aunque se hallan bastante "descolocados"; hay que ir mirando a izquierda y derecha constantemente. Hasta que llegas a la "temida trepada" (se me olvidó hacer foto), al menos para mí que ya me he sacado varias veces el hombro. David subió primero y luego yo: el miedo es el peor consejero, tuve que hacer varios intentos y probar varias posiciones hasta que lo logré. Entonces el miedo a la subida se convirtió en... Miedo a la bajada. Después de nosotros subió la pareja joven, aunque la chica, asustada como quedó por la pared decidió no dar los últimos pasos hasta la cima. Además decidió esperar a que bajásemos nosotros para asegurarla entre varios en el descenso, pero lo hicieron otros chavales que bajaron antes.
Y por fin llegamos a la cima: 2592 m. sobre el nivel del mar, el pico más alto del Sistema Central; el día claro (aunque con calima al fondo) y las vistas espectaculares. Eran las 10:30; habíamos subido en menos de hora y media. En la cima el viento era considerable, así que después de las fotos de rigor bajamos unos cuantos metros hasta encontrar unas rocas planas, horizontales y al sol en las que disfrutar de las vistas y de algunas viandas, que nos las habíamos merecido. Al poco de estar allí (y para mi sorpresa) apareció la pareja mayor: nunca subestiméis a nadie; donde no hay fuerza hay tiempo, hay maña y hay equipo; iban encordados; probablemente subió primero el hombre y luego desde arriba le aseguró a ella. Al final del día los volveríamos a encontrar llegando casi a la Plataforma. Fotos desde la cumbre:
Tras permanecer una hora en la cima decidimos ponernos en marcha, pero como la caminata se nos había hecho corta (3 horas desde la Plataforma) nos aventuramos a tachar el siguiente pico de la lista: La Galana. Aunque primero tenía que salvar la pared de la chimenea... Suele decirse que es más difícil bajar que subir, porque no tenemos más remedio que ver el patio. Sin embargo esta vez no fue así, bajé con bastante soltura, mucho mejor y más rápido que la subida. Antes de bajar nos cruzamos con los tres chicos que habíamos adelantado al comienzo de la subida.
Después de salir de la chimenea nos dirigimos hacia el norte, por la cresta (bueno, unos metros más abajo), en vez de bajar de nuevo por la Portilla del Crampón. Al poco tiempo llegamos a la Portilla de los Cobardes, la cual no me pareció tan complicada de bajar ni de subir, aunque puede ser que con nieve y hielo la cosa cambie mucho. En general hacer en invierno lo que hicimos en verano es para gente muy experta en alpinismo. Creo recordar que para superar el resalte rocoso tuvimos que descender un poco por la portilla hacia el oeste y luego continuar siguiendo los hitos hacia el norte, adentrándonos en el Cuchillar de Ballesteros.
Aunque de vez en cuando perdíamos los hitos la dirección estaba bastante clara, pero los caos de bloques o canchales, característicos en Gredos, es lo que tienen. Su superación precisa de cierta pericia en el caminar, pues hay que ir muy pendiente de dónde se pisa y sobre todo saber pisar en las aristas de las rocas, pues no es lo normal encontrar piedras planas y bien colocadas, además es necesario equilibrio y ausencia de vértigo.
Tras superar el cuchillar llegamos al Collado del Venteadero, donde tomamos una fotos y desde donde se sube fácilmente hasta las inmediaciones de la cima de La Galana. Hasta las inmediaciones, decía bien, porque para llegar hasta el final hay que superar dos obstáculos: el primero es un gran corte, la "Muesca de La Galana", al que hay que destrepar por la derecha; el segundo una pared de unos tres metros con varias grietas (se puede evitar por la derecha, pero la caída por ese lado no lo hace recomendable). Posteriormente para llegar hasta la cumbre hay que rodear por el oeste, por una cornisa con un patio que hace recomendable pasarla a gatas (aunque cuando bajábamos los tres chicos que nos seguían la pasaban caminando como por su casa).
Llegamos a la cima de La Galana (2563 m., el segundo más alto del Sistema Central) sobre las 13:00 y estuvimos unos 20 min. Desde ella pudimos observar el comienzo del incendio de Madrigal de la Vera, cuya nube de humo nos acompañaría todo el día y al final llegaría hasta Santa María del Tiétar. Allí decidimos continuar hacia la Portilla del Rey, pasando por la canal y el pasillo del siguiente pico. Por supuesto tomamos fotos:
Al igual que me ocurrió en la pared del Almanzor, el descenso de la pared de la Galana me resultó más fácil que su subida. Una vez en la Muesca, descendimos por ésta hacia el Circo de las Cinco Lagunas, aunque sólo para sortear La Galana por el Oeste y sin llegar a la Laguna del Gutre. Después subimos por la canal que se veía desde la cima y bajamos hasta la Portilla del Rey (que curiosamente no coincide con lo que marca el mapa del IGN).
Eran las 14:10, buena hora para comer. Sacamos lo que nos quedaba de comida (queso, jamón, pan y chocolate) y dimos buena cuenta de ella. Mientras tanto observamos a un chico llegar al camino desde el Canchal de La Galana (pared oeste del Gargantón); continuó como si fuera a bajar hacia el Gargantón, pero dudó, se dio la vuelta, volvió a dudar, volvió a darse la vuelta y así varias veces. Entonces apareció por la cresta otro chico; el primero le vio y subió hasta donde estábamos. Las palabras que se dirigieron no eran muy amables; iban juntos pero se habían separado: "yo voy por aquí", "pues yo por aquí" y ya la tenenmos liada. En montaña conviene no separarse y, de hacerlo, dejar bien claro por dónde se va a ir, hacia dónde, y no cambiar de idea por el camino. Después bajaron juntos hacia las Cinco Lagunas.
También estuvimos viendo a tres o cuatro machos de cabra pirenaica en los altos frente a nosotros, al otro lado de la portilla. Parecían estar descansando hasta que su descanso fue turbado por un helicóptero (y yo me pregunto: si están acostumbrados a la gente, ¿no lo están a sus engendros mecánicos?): huyeron despavoridos hacia donde estábamos nosotros pasando a unos cinco metros de distancia; pero no eran tres o cuatro sino más, todo un rebaño de machos jóvenes que en cuatro saltos alcanzaron nuestra posición; todo un espectáculo que no pudimos grabar para no perder detalle.
El resto ya era pan comido, aunque con cuidado de no pillar un tropezón. Salimos a las tres menos cinco y llegamos a la Plataforma a las seis de la tarde. Durante el camino de regreso desde la Laguna Grande nos encontramos con todo tipo de gente, edades e indumentarias; las más llamativas, las que iban en bañador o bikini olvidando (o sin saber) que a 2000 m. de altitud la radiación ultravioleta es mucho mayor que a nivel del mar. Esto, por cierto, David lo sabía, mas no por ello quiso ponerse protección solar en el cuello; al día siguiente no había quien le diera una colleja.
Y por fin llegamos a la Plataforma, habíamos tardado 10 h. 30 min. con 2 horas y media de paradas. El lugar estaba bastante concurrido y animado, sobre todo desde que han modernizado el chiringuito... Pero nuestro más ferviente deseo en esos momentos no pudo ser satisfecho: café con hielo. En su defecto acabé con el pan y el chocolate acompañado de sorbos de agua. Nos cambiamos de calzado y de camiseta, montamos en el coche y fuimos a Hoyo del Espino a por ese café tan deseado. Mientras tanto la nube de humo del incendio continuaba avanzando hacia el este.
Llegamos a casa a las nueve de la tarde. Ducha, cena y a la cama con el cuerpo desecho pero la mente satisfecha. Al día siguiente me enteré de que el día 14, dos días antes de nuestra marcha, había muerto un chico de 21 años en la cara norte del Almanzor. Las montañas también tienen su cara amarga. Descanse en paz.
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