Distancia: 16'8 km. (ida y vuelta)
Desnivel: 650 m. de subida (y otros tantos de bajada).
Tiempo con paradas 7 h. 30 m.
Continuamos fieles a nuestra afición por los volcanes y a nuestra
intención de recorrernos todas las zonas volcánicas de España (y ya
veremos si algunas del extranjero). Hemos aprovechado unas vacaciones en mayo para realizar nuestro tercer viaje a las Islas Canarias; esta vez a Fuerteventura.
Lo primero que hay que decir sobre esta isla (como sobre cualquier otra) es que no bastan 8 días para recorrerla, al menos no para nosotros los senderistas. Con 8 días tenemos para hacernos una idea general recorriéndola en coche (haciéndote 1000 km.). Nosotros necesitaríamos más de un mes. De todos modos hemos logrado sacar tiempo para hacer alguna rutilla, como ésta que presentamos hoy.
Lo siguiente que hay que decir sobre Fuerteventura como lugar para hacer senderismo es que te ha de gustar el desierto y los parajes desolados. Y como desierto, mejor no visitarlo en pleno verano. Cumplidas estas condiciones nos encontraremos con unos paisajes de una belleza espectacular, como estos que presentamos hoy en la península de Jandía: el Gran Valle y el Arco de Cofete.
Esta ruta la hicimos el segundo día (sin contar el de llegada) de nuestra estancia en la isla. Tras desayunar en el apartamento, situado en Morro Jable, nos dirigimos por carretera hacia el sur. Poco después de pasar el puerto, la carretera de asfalto se convierte en una pista de tierra que llega hasta el Puertito de la Cruz, en la punta sur de la isla, sin embargo, para llegar hasta nuestro punto de salida en el Gran Valle sólo hay que recorrer kilómetro y medio. Una pequeña explanada para dejar el coche y un panel marcan el comienzo de la ruta, el PR-FV-55. Comenzamos a andar a las 10:30 am.
Desde el mismo comienzo se tiene una visión general del paisaje que nos va a acompañar durante gran parte de la marcha: el amplio valle "sembrado" de piedras y matorrales espinosos. Seguir el camino no supone ninguna dificultad debido a las marcas blanco-amarillas del PR, ni lo supondría aunque no existieran las marcas, pues solo hay un camino que asciende hasta la degollada (collado).
Entre la flora del entorno destaca el cardón de Jandía, una euforbia, no un cactus (la diferencia está en el látex que poseen las euforbias y no los cactus), endémica de la península de Jandía. En la siguiente fotografía podemos apreciar dos de estos ejemplares; al fondo una cisterna para almacenar agua para las cabras.
Aunque en las fotografías no se aprecia, el viento estuvo presente durante todo el camino, salvo en las inmediaciones de la degollada (que podemos observar al fondo en la siguiente fotografía)
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El Caminante, Rafa y sus sombras. Al fondo a la izquierda el Pico del Fraile (por detrás) |
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Costillitas de cabrito. |
Ya enfilando la degollada nos encontramos con un grupo de peones camineros que estaban arreglando el camino y como gente afable que somos nos entretuvimos unos minutos a charlar con ellos, así nos enteramos de que la adecuación del camino se debe a la próxima Romería de Cofete en honor a San Juan. "Todos los años tenemos que arreglar el camino, porque la lluvia se lo lleva". Y es que en Fuerteventura llueve poco, pero cuando llueve fuerte el paisaje se transforma, la erosión es brutal (más abajo hay una foto en la que aparecen unos muros en medio del valle; no sirven para delimitar las tierras de distintos dueños, sino para frenar la erosión). En la siguiente foto tomada casi desde la degollada podemos observar (en la parte inferior) a los peones (de los que volveremos a hablar) y el antiguo poblado del Gran Valle, aborigen en su fundación aunque reutilizado posteriormente por los ganaderos.
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A la derecha el Pico del Fraile |
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Llegando a la degollada |
Y por fin llegamos a la degollada: las vistas impresionantes, el viento también. Eran las 11:55 y habíamos recorrido 3'9 km.
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Gema en la degollada, sujetándose el gorro para que no se volase. |
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Al fondo la Villa Winter |
La crestería de Jandía tiene unos 32 kilómetros de este a oeste y mientras que hacia el sur presenta unos relieves relativamente suaves, hacia el norte configura una auténtica muralla vertical que va desde los 200 a los 800 metros de altura. Se trata de un conjunto montañoso formado por la superposición de miles y miles de coladas de lava del estratovolcán (volcán formado por sucesivas e intermitentes emisiones de magma) de Jandía, un volcán que podría haber alcanzado una altura similar al Teide, pero 15 millones de años dan para mucha erosión y algún que otro cataclismo: Fuerteventura se formó a partir de tres estratovolcanes en hilera, primero el Central o de Gran Tarajal, luego el de Jandía, al sur y después el de Tétir, al norte; el central se desplomó hacia el oeste. En las fotos se puede ver la estratificación de las coladas.
Comenzamos a bajar hacia Cofete y aunque el camino era bastante ancho, la vista de la caída puede producir cierto vértigo; en algunos puntos el camino se estrecha, pero por lo general es bastante fácil. En esta zona también llama mucho la atención el color blanco de las rocas, producido en casi su totalidad por un tipo de liquen, aunque también se debe a algún tipo de descomposición química de las rocas.
Un poco más abajo nos encontramos con un pequeño descansillo para los transeúntes, fundamentalmente los de la romería: consta de asientos, mesa y cenicero. Desde él se puede adivinar por qué el Pico del Fraile lleva dicho nombre.
Un poco más abajo el sendero se estrecha, pero pueden pasar hasta dos personas (con cuidado). En la siguiente fotografía se ve a lo lejos la Villa Winter, un edificio que ha dado pie a la leyenda de su primer dueño, Gustav Winter, del cual se decía que era un espía alemán y que la villa era un refugio para las tripulaciones de los submarinos nazis durante la Segunda Guerra Mundial (cosa poco probable ya que la casa se construyó después de la guerra y que los submarinos nazis se refugiaban sin secreto en los puertos de Tenerife y Gran Canaria). De la leyenda no hay nada seguro; lo que sí parece ser es que tras comprar la península de Jandía entera procedió a su desarrollo ganadero, agrario y comercial; también fue la punta de lanza del turismo alemán en la isla actuando como un auténtico embajador. El desarrollo de Morro Jable le debe mucho, pero también se dice que era un auténtico explotador de los medianeros (aparceros). Para saber más:
http://hispanismo.org/reino-de-las-canarias/5643-la-leyenda-de-gustav-winter-espia-nazi-en-fuerteventura.html
Ya más abajo llegamos a Cofete, pero dado que el tiempo atmosférico amenazaba con empeorar, decidimos ir directamente hacia la playa, así que tomamos el camino indicado hacia la derecha, camino que pasa por el antiguo cementerio, un cementerio en el que se enterraban a los moradores del pueblo (67 en su momento de esplendor, allá por 1860) la mayoría de las veces sin rito cristiano oficial, pues para llegar hasta Cofete era necesario atravesar montes y barrancos por caminos pedregosos (aún hoy la pista que llega hasta allí conviene transitarla en todoterreno). Los habitantes de Cofete se dedicaban a la agricultura y ganadería, pues esta zona da al norte y las montañas atrapan las nubes, de modo que es relativamente húmeda. Sin embargo, en los años 40 o 50 del siglo XX el mencionado Gustav Winter prohibió el cultivo en esta zona para beneficiar a Morro Jable.
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Única lápida del cementerio |
Ya en la playa (13:00 h) y con ánimo de bañarnos nos dio tiempo a sacarnos un par de fotografías, cambiar a Rafa de montura, quitarme una bota y... Empezar a llover. Fue una lástima no poder disfrutar de esta kilométrica playa, pues aunque la lluvia no era muy fuerte no sabíamos si iba a parar pronto, así que volvimos al pueblo para comer.
En el pueblo sólo había un bar, unas cuantas casuchas (residencia de fin de semana) y un horno de cal (los hornos de cal abundan por toda la isla, pues hasta los años 70 fue uno de los recursos más importantes de la isla, junto con los cereales, de cuya producción tampoco queda rastro). La construcción más llamativa, aparte del horno, es el propio bar, pues su pared está decorada con placas de piedra volcánica sobre un encalado. Entramos sin dudarlo para refugiarnos de la lluvia y ya que estábamos para comer (dejando las provisiones para más adelante). Y fue allí donde pudimos degustar uno de los manjares de la isla, el guiso de carne de cabra. La explotación del ganado caprino, fundamentalmente para leche/queso (el queso es otro manjar), es uno de los recursos ancestrales de la isla, siendo la cabra majorera autóctona de Fuerteventura, aunque exportada al resto de las Canarias; el resto de las delicias culinarias lo constituyen las diversas especies de pescado fresco (fula, vieja, bocinegro, burro...), siendo al parecer el caldo de pescado, que no pudimos catar, el summun de la exquisitez.
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El bar de Cofete por detrás |
Terminamos de comer y como seguía lloviendo nos metimos en el local adjunto al bar, local en el cual existía una exposición sobre la la historia de Cofete, amén de ser el lugar donde descansa San Juan a lo largo del año en espera del día de la romería en que le sacan en procesión; aquí le podemos ver en su sobrio altar, entre los símbolos de los cuatro evangelistas. Al parecer existió en Cofete una ermita dedicada a la Virgen de las Mercedes, sin embargo, no quedan restos.
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San Juan |
Sobre las cuatro de la tarde habiendo escampado y tras cambiar de pañal a Rafa (ocultándolo a la vista del santo para que no se creyera objeto de sacrílega ofrenda), emprendimos la vuelta por el mismo camino que habíamos llegado. Nada que reseñar en la subida hasta la degollada, salvo la presencia de dos cabritillas en medio de la nada, sin madre a la vista. Esta es otra de las peculiaridades de la isla, que se encuentran cabras en cualquier lugar, desde la playa, hasta los picos más altos, de hecho, el régimen de semilibertad en que pastan las cabras es uno de los factores de desertización más importantes.
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Cabritillas nietzscheanas (contribuyendo al avance del desierto) |
Alcanzamos la degollada hacia las 17:00 h. y ya bajando hacia el Gran Valle me llamó la atención un hueco entre las rocas; me acerqué un poco y descubrí que era una auténtica cueva (seguramente excavada por el hombre); lo más curioso es que en ella humeaban los restos de una pequeña hoguera. Sin duda habían estado comiendo allí los peones camineros que nos encontramos a la subida; ¿se habrían comido algún cabrito solitario? No lo sabemos, porque los únicos huesos que encontramos estaban demasiado descarnados, como podréis observar en la fotografía.
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Gema saliendo de la cueva tras apagar el fuego. |
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Aviso para caminantes |
Después continuamos nuestro camino hasta el vehículo sin nada digno de mención salvo las preciosas vistas del Gran Valle a la luz del atardecer.
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Muros para contener la erosión. |
Tras llegar al coche (18:00) y entablar conversación con una pareja de Gran Canaria que estaban pasando unos días en Fuerteventura, nos animamos a "acercarnos" (16 km. por pista de tierra) hasta el Puertito de la Cruz y el Faro de Jandía. Mereció la pena y decidimos que volveríamos para comer el famoso caldo de pescado (decisión que al final no se materializó).
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Faro de Punta de Jandía. Construido con bloques de basalto. |
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Atardecer con Rafa a contraluz. |
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Pequeño navegante |
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Profusa decoración marítima |
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