Bien, ha llegado el momento de hacer esfuerzos para traer los recuerdos al presente, para movilizar las neuronas e intentar retrasar un poco el alzheimer que nos acosa desde lejos. Quizá debiera ir contando poco a poco las etapas, lo que me acordase de ellas, quizá lo haga, pero ya prometí en la primera entrega que hablaría sobre alguno de los personajes curiosos que me he encontrado a lo largo del Camino. Allá vamos:
Aquí podemos ver una instantánea tomada a las afueras del albergue de Logroño, mientras los peregrinos esperaban a que abriesen sus puertas y les dejasen caerse muertos en sus literas. Era muy típico que la gente saliese a caminar muy pronto por la mañana, llegase a las 11:00 al destino, y tuviese que esperar una hora o dos porque el albergue estaba cerrado. Puede parecer estúpido, pero lo cierto es que por la mañana temprano se anda mucho mejor, aunque a mediodía no haga calor; se anda mejor tempranito... Pero cuesta levantarse.
Bueno, a lo que íbamos. En dicha foto (podéis pinchar en ella y verla más grande) podemos observar a uno de los personajes... Lo cierto es que quizá debiéramos distinguir entre "personajes" y "peregrinos curiosos, interesantes"; el término "personaje" deberíamos reservarlo para aquellos que decididamente han cruzado la débil línea que separa la "normalidad" de la "locura". Este del que voy a hablar hemos de considerarlo un peregrino interesante.
Se trata del tío calvo que vemos sentado en el suelo: Miguel, de Vigo, con un acento gallego encantador; militar retirado por haber resultado herido en Kósovo cuando el BMR que dirigía volcó tras pisar una mina. Todos los años Miguel se hace el Camino entero, desde Roncesvalles a Finisterre. Son sus auténticas vacaciones. Este año, sin embargo, no ha podido terminarlo, pues le llamaron para realizar unas gestiones y tuvo que dejarlo en Burgos. Miguel tiene 46 años y se dedica a hacer deporte por las mañanas en la playa: corre, monta en bici, etc. Creo que en ninguno de los ratos que hemos pasado juntos charlando hemos hablado de libros, sin embargo, se nota que es una persona instruida, probablemente autodidacta. En cualquiera de los casos es la imagen completamente opuesta a la que tenemos del militar. "Yo entré en el ejército porque era lo que vi desde niño, vivía al lado de los cuarteles, pero no tenía vocación", me dijo mientras paseábamos por Estella. Cuando caminaba me resultaba imposible seguirle (eso si le alcanzaba en alguna parada, ya que solía salir antes que yo), era pura fibra en movimiento, pero cuando hablaba, rezumaba sensibilidad, transmitía una agradable sensación de paz, de serenidad. Fue una lástima que no pudiera continuar. Un día me dijo: "cuando veas a alguien caminar en dirección contraria (a un peregrino, se entiende), párale y pregunta, seguro que tiene una buena historia que contarte".
Y eso hice. Casi al final de la etapa del día 20 de agosto, llegué a Reliegos procedente de El Burgo Ranero, en León, tras 12,7 km de tierra compactada al lado de la carretera, sin pueblo o fuente alguna (aunque agua no me faltó, que para eso llevaba mi cantimplora del oeste en la que caben dos litros, que causa la admiración de peregrinos, turistas y transeúntes varios y que me deja la ropa hecha polvo con el roce del aluminio). No recuerdo haber hecho ninguna parada para descansar en esa etapa, hice 20 km del tirón y en solitario (salí de Bercianos), llegaba la hora de comer y ya estaba bastante cansado. Debido a esas estupideces que uno hace en la vida, cuando pasé por Reliegos (a esas horas un pueblo fantasma), no me desvié hacia el bar, pensando que habría otro al final del pueblo, pensando que me harían dar una vuelta estúpida. El estúpido, por supuesto, fui yo. ¿Alguien me dijo que al final del pueblo había un bar? No ¿intente preguntárselo a alguien? Tampoco. Es posible que el hambre hiciese estragos en mi cerebro. Claro que al llegar al final y ver que no existía ni una mala tabernucha en la que tomarme una cerveza con limón, se me cayeron los palos del sombrajo; al ver que eran las dos y mierda, se me cayeron más todavía: no pensaba dar la vuelta. La única sombra que por allí existía era la de la pared del frontón, aunque el suelo no era lo más apropiado: pajas secas, trozos de cristales, alguna mierdecilla seca de perro... Lo único practicable era un poco de cemento informe procedente del tropiezo de algún obrero mientras construían el frontón. Y allí, ya descalzado, un poco mareado, solitario y confuso (como decía el Molina de los Ñu, personaje infame donde los haya) me preparé un bocadillo de queso con choped de pavo.
Por cierto, creo recordar que andaba yo un poco chungo de las tripas, con ganas de emular a los perros que por allí habían dejado sus recuerdos, quizá con dolor de estómago... No de estómago no, no habría podido comerme el bocata. Pero recuerdo que al llegar a Mansilla de las Mulas me tomé un zumo de limón natural con ginebra (un poquito, ¿vale?) que ponía los pelos del punta al personal que lo probaba, remedio casero de la abuela, que de estas cosas sabían mucho; eso te corta la cagalera.
Bueno, pues 6 km antes de lo del remedio, recordáis que estaba comiendo, ¿no? Pues bien, termino de comer, me preparo los pies (es decir, los unto de vaselina), preparo la mochila, y cuando voy a ponérmela veo a un peregrino que camina en dirección contraria; estaba medio lejos así que no había problema, pero héte aquí que se para me mira y me pregunta por un cigarro: "Peregrino, ¿tienes un cigarro?"; "de liar", le dije; "bueno es", me contestó. Le presté los artilugios para trabajar y seguí el consejo de Miguel, le pregunté por qué hacía el Camino al revés.
Antes de transcribir la mal recordada conversación conviene dar unas pinceladas acerca del atuendo y apariencia física del peregrino en cuestión: vestía un chandal azul y rojo que, para sorpresa, ni era de marca ni estaba viejo o roto, tampoco olía excesivamente mal el hombre; contaría unos sesenta y tantos años de edad, el pelo largo, muy largo y grasiento, un pañuelo a lo Johnny Deep en Piratas del Caribe cubría su cabeza, le faltaban dos dientes y en su bastón, terminado en una cruz, pendía la imagen de no sé qué Virgen. Carlos, se llamaba. Carlos presentaba toda la apariencia de un mendigo, pero eso sí, un mendigo itinerante, errante, siempre caminando.
Ocho años decía que llevaba viviendo en el Camino, ocho años caminando, salvo cuando estaba tan enfermo que lo ingresaban en algún hospital. "En el Camino encuentro la paz, en la ciudad solo veo violencia, egoísmo, envidia; en ella no puedo estar más de dos o tres días". "¿Y tus pies, no te salen ampollas?", le pregunté.
-Claro que me salen, pero yo no las pincho, no las curo, sigo caminando y cuando me duelen al dar un paso digo "gracias"; doy otro paso, me duele y digo "gracias"; punpun, gracias; punpun, gracias. Camino hasta que se hace de noche, hasta que ya no veo el camino, entonces me tumbo a un lado, o busco algún sitio más apropiado. Ayer pasé por León, iba a quedarme, pero él -señalando la cruz del bastón- me dijo "continúa". Me equivoqué y fui a dar a un río que no podía vadear, allí me quedé a dormir. -Sus ojos no me miraban- No me gustan los albergues, se dicen "amigos del peregrino", pero les pides un poco de pan y son capaces de echarte. Mira, ahora me ha dado esto -enseñándome el trozo de pan que traía en las manos, bastante sucias- una peregrina, para comer algo.
-¿Así, sin nada dentro?
-No tengo nada.
-Bueno, pues toma esto -y le entregué el queso y el choped.
-Gracias, hombre. ¿Sabes? Fumo para matar el hambre... Y como para matar las ganas de fumar. Nunca imaginé que se podía andar tanto sin comer.
Carlos tenía tres hijos y una nieta a punto de nacer, había estado en el ejército. Sus palabras, su mirada, te llevaban al límite de la razón, al límite de lo creíble, pero bajo ellas se adivinaba, se vislumbraba el peso de una gran culpa. Hay cosas que, sin embargo, uno no debe preguntar, solo esperar a que te las cuenten si el otro quiere hacerlo. "El peregrino es dueño de su silencio" se suele oir en el Camino; es una de las sentencias que forman parte del código de comportamiento, no sé si escrito, del peregrino.
-Yo no pensaba que iba a durar tanto tiempo. Ya estoy cansado, tengo ganas de que me llame para dejar de andar. He ido por el Norte, por la Plata, por Oviedo... Punpun, punpun... Estoy cansado.
Otro de los peregrinos curiosos del Camino, fumador empedernido de marihuana, calvo, cachas, tatuado y, curiosamente, también ex-militar... Por cierto, ¿qué tendrá el Camino que tanto llama la atención de los ex-militares? ¿Una disciplina sin que nadie te la imponga, libremente aceptada, pero compartida por una cierta mayoría, es decir, no meramente privada? ¿Marchas y marchas y marchas? ¿La mística de los templarios, o de la orden militar de los caballeros de Santiago (cuya bonita cruz he puesto arriba a la derecha), o de la orden de Malta? No lo sé... Y tampoco creo que yo pueda considerarme ex-militar; hice la mili, sí, en un cuerpo "especial" (especial debía ser por la cantidad de garrulos y drogaos a los que se les dejaba cojer un arma), sí... Bueno, pues dicho chaval me dijo algo con bastante razón, aunque fuera a cuenta de otro de los personajes: "mejor que estén aquí, en el Camino, andando y dentro de esta especie de burbuja social, que tirados en la calle o bajo un puente, con un cartón de vino y al desamparo de la gran ciudad".
Si algo lamento de haber hecho mal en el Camino ha sido no llevarme cámara de fotos, porque todas estas personas merecen un homenaje en la medida en que, con muy pocas palabras, son capaces de enseñarte algo, de mostrarte una nueva perspectiva de las cosas al tiempo que muestran una parte de sí mismos. Esto es, creo, lo más importante del Camino, las personas. Ahora bien, la disposición en que se encuentran, en que nos encontramos, las personas en el Camino para hablar íntimamente con desconocidos, es algo difícil de conseguir en ningún otro lugar; y esto se debe a la atmósfera ideológica que se respira en él, a la mística del Camino, que por supuesto está sostenido por un peso histórico de siglos. Y son precisamente esos siglos los que hacen irrepetible este camino, a diferencia de lo que pueda pensar Snorfold, nuestro gran crítico.
En fin, poco más puedo decir de Carlos y de mi encuentro con él, ya que lo cierto es que se repetía bastante, sólo que, al separarnos, le entregué el paquete de tabaco y los papelillos.
Aquí podemos ver una instantánea tomada a las afueras del albergue de Logroño, mientras los peregrinos esperaban a que abriesen sus puertas y les dejasen caerse muertos en sus literas. Era muy típico que la gente saliese a caminar muy pronto por la mañana, llegase a las 11:00 al destino, y tuviese que esperar una hora o dos porque el albergue estaba cerrado. Puede parecer estúpido, pero lo cierto es que por la mañana temprano se anda mucho mejor, aunque a mediodía no haga calor; se anda mejor tempranito... Pero cuesta levantarse.
Bueno, a lo que íbamos. En dicha foto (podéis pinchar en ella y verla más grande) podemos observar a uno de los personajes... Lo cierto es que quizá debiéramos distinguir entre "personajes" y "peregrinos curiosos, interesantes"; el término "personaje" deberíamos reservarlo para aquellos que decididamente han cruzado la débil línea que separa la "normalidad" de la "locura". Este del que voy a hablar hemos de considerarlo un peregrino interesante.
Se trata del tío calvo que vemos sentado en el suelo: Miguel, de Vigo, con un acento gallego encantador; militar retirado por haber resultado herido en Kósovo cuando el BMR que dirigía volcó tras pisar una mina. Todos los años Miguel se hace el Camino entero, desde Roncesvalles a Finisterre. Son sus auténticas vacaciones. Este año, sin embargo, no ha podido terminarlo, pues le llamaron para realizar unas gestiones y tuvo que dejarlo en Burgos. Miguel tiene 46 años y se dedica a hacer deporte por las mañanas en la playa: corre, monta en bici, etc. Creo que en ninguno de los ratos que hemos pasado juntos charlando hemos hablado de libros, sin embargo, se nota que es una persona instruida, probablemente autodidacta. En cualquiera de los casos es la imagen completamente opuesta a la que tenemos del militar. "Yo entré en el ejército porque era lo que vi desde niño, vivía al lado de los cuarteles, pero no tenía vocación", me dijo mientras paseábamos por Estella. Cuando caminaba me resultaba imposible seguirle (eso si le alcanzaba en alguna parada, ya que solía salir antes que yo), era pura fibra en movimiento, pero cuando hablaba, rezumaba sensibilidad, transmitía una agradable sensación de paz, de serenidad. Fue una lástima que no pudiera continuar. Un día me dijo: "cuando veas a alguien caminar en dirección contraria (a un peregrino, se entiende), párale y pregunta, seguro que tiene una buena historia que contarte".
Y eso hice. Casi al final de la etapa del día 20 de agosto, llegué a Reliegos procedente de El Burgo Ranero, en León, tras 12,7 km de tierra compactada al lado de la carretera, sin pueblo o fuente alguna (aunque agua no me faltó, que para eso llevaba mi cantimplora del oeste en la que caben dos litros, que causa la admiración de peregrinos, turistas y transeúntes varios y que me deja la ropa hecha polvo con el roce del aluminio). No recuerdo haber hecho ninguna parada para descansar en esa etapa, hice 20 km del tirón y en solitario (salí de Bercianos), llegaba la hora de comer y ya estaba bastante cansado. Debido a esas estupideces que uno hace en la vida, cuando pasé por Reliegos (a esas horas un pueblo fantasma), no me desvié hacia el bar, pensando que habría otro al final del pueblo, pensando que me harían dar una vuelta estúpida. El estúpido, por supuesto, fui yo. ¿Alguien me dijo que al final del pueblo había un bar? No ¿intente preguntárselo a alguien? Tampoco. Es posible que el hambre hiciese estragos en mi cerebro. Claro que al llegar al final y ver que no existía ni una mala tabernucha en la que tomarme una cerveza con limón, se me cayeron los palos del sombrajo; al ver que eran las dos y mierda, se me cayeron más todavía: no pensaba dar la vuelta. La única sombra que por allí existía era la de la pared del frontón, aunque el suelo no era lo más apropiado: pajas secas, trozos de cristales, alguna mierdecilla seca de perro... Lo único practicable era un poco de cemento informe procedente del tropiezo de algún obrero mientras construían el frontón. Y allí, ya descalzado, un poco mareado, solitario y confuso (como decía el Molina de los Ñu, personaje infame donde los haya) me preparé un bocadillo de queso con choped de pavo.
Por cierto, creo recordar que andaba yo un poco chungo de las tripas, con ganas de emular a los perros que por allí habían dejado sus recuerdos, quizá con dolor de estómago... No de estómago no, no habría podido comerme el bocata. Pero recuerdo que al llegar a Mansilla de las Mulas me tomé un zumo de limón natural con ginebra (un poquito, ¿vale?) que ponía los pelos del punta al personal que lo probaba, remedio casero de la abuela, que de estas cosas sabían mucho; eso te corta la cagalera.
Bueno, pues 6 km antes de lo del remedio, recordáis que estaba comiendo, ¿no? Pues bien, termino de comer, me preparo los pies (es decir, los unto de vaselina), preparo la mochila, y cuando voy a ponérmela veo a un peregrino que camina en dirección contraria; estaba medio lejos así que no había problema, pero héte aquí que se para me mira y me pregunta por un cigarro: "Peregrino, ¿tienes un cigarro?"; "de liar", le dije; "bueno es", me contestó. Le presté los artilugios para trabajar y seguí el consejo de Miguel, le pregunté por qué hacía el Camino al revés.
Antes de transcribir la mal recordada conversación conviene dar unas pinceladas acerca del atuendo y apariencia física del peregrino en cuestión: vestía un chandal azul y rojo que, para sorpresa, ni era de marca ni estaba viejo o roto, tampoco olía excesivamente mal el hombre; contaría unos sesenta y tantos años de edad, el pelo largo, muy largo y grasiento, un pañuelo a lo Johnny Deep en Piratas del Caribe cubría su cabeza, le faltaban dos dientes y en su bastón, terminado en una cruz, pendía la imagen de no sé qué Virgen. Carlos, se llamaba. Carlos presentaba toda la apariencia de un mendigo, pero eso sí, un mendigo itinerante, errante, siempre caminando.
Ocho años decía que llevaba viviendo en el Camino, ocho años caminando, salvo cuando estaba tan enfermo que lo ingresaban en algún hospital. "En el Camino encuentro la paz, en la ciudad solo veo violencia, egoísmo, envidia; en ella no puedo estar más de dos o tres días". "¿Y tus pies, no te salen ampollas?", le pregunté.
-Claro que me salen, pero yo no las pincho, no las curo, sigo caminando y cuando me duelen al dar un paso digo "gracias"; doy otro paso, me duele y digo "gracias"; punpun, gracias; punpun, gracias. Camino hasta que se hace de noche, hasta que ya no veo el camino, entonces me tumbo a un lado, o busco algún sitio más apropiado. Ayer pasé por León, iba a quedarme, pero él -señalando la cruz del bastón- me dijo "continúa". Me equivoqué y fui a dar a un río que no podía vadear, allí me quedé a dormir. -Sus ojos no me miraban- No me gustan los albergues, se dicen "amigos del peregrino", pero les pides un poco de pan y son capaces de echarte. Mira, ahora me ha dado esto -enseñándome el trozo de pan que traía en las manos, bastante sucias- una peregrina, para comer algo.
-¿Así, sin nada dentro?
-No tengo nada.
-Bueno, pues toma esto -y le entregué el queso y el choped.
-Gracias, hombre. ¿Sabes? Fumo para matar el hambre... Y como para matar las ganas de fumar. Nunca imaginé que se podía andar tanto sin comer.
Carlos tenía tres hijos y una nieta a punto de nacer, había estado en el ejército. Sus palabras, su mirada, te llevaban al límite de la razón, al límite de lo creíble, pero bajo ellas se adivinaba, se vislumbraba el peso de una gran culpa. Hay cosas que, sin embargo, uno no debe preguntar, solo esperar a que te las cuenten si el otro quiere hacerlo. "El peregrino es dueño de su silencio" se suele oir en el Camino; es una de las sentencias que forman parte del código de comportamiento, no sé si escrito, del peregrino.
-Yo no pensaba que iba a durar tanto tiempo. Ya estoy cansado, tengo ganas de que me llame para dejar de andar. He ido por el Norte, por la Plata, por Oviedo... Punpun, punpun... Estoy cansado.
Otro de los peregrinos curiosos del Camino, fumador empedernido de marihuana, calvo, cachas, tatuado y, curiosamente, también ex-militar... Por cierto, ¿qué tendrá el Camino que tanto llama la atención de los ex-militares? ¿Una disciplina sin que nadie te la imponga, libremente aceptada, pero compartida por una cierta mayoría, es decir, no meramente privada? ¿Marchas y marchas y marchas? ¿La mística de los templarios, o de la orden militar de los caballeros de Santiago (cuya bonita cruz he puesto arriba a la derecha), o de la orden de Malta? No lo sé... Y tampoco creo que yo pueda considerarme ex-militar; hice la mili, sí, en un cuerpo "especial" (especial debía ser por la cantidad de garrulos y drogaos a los que se les dejaba cojer un arma), sí... Bueno, pues dicho chaval me dijo algo con bastante razón, aunque fuera a cuenta de otro de los personajes: "mejor que estén aquí, en el Camino, andando y dentro de esta especie de burbuja social, que tirados en la calle o bajo un puente, con un cartón de vino y al desamparo de la gran ciudad".
Si algo lamento de haber hecho mal en el Camino ha sido no llevarme cámara de fotos, porque todas estas personas merecen un homenaje en la medida en que, con muy pocas palabras, son capaces de enseñarte algo, de mostrarte una nueva perspectiva de las cosas al tiempo que muestran una parte de sí mismos. Esto es, creo, lo más importante del Camino, las personas. Ahora bien, la disposición en que se encuentran, en que nos encontramos, las personas en el Camino para hablar íntimamente con desconocidos, es algo difícil de conseguir en ningún otro lugar; y esto se debe a la atmósfera ideológica que se respira en él, a la mística del Camino, que por supuesto está sostenido por un peso histórico de siglos. Y son precisamente esos siglos los que hacen irrepetible este camino, a diferencia de lo que pueda pensar Snorfold, nuestro gran crítico.
En fin, poco más puedo decir de Carlos y de mi encuentro con él, ya que lo cierto es que se repetía bastante, sólo que, al separarnos, le entregué el paquete de tabaco y los papelillos.
Mago de Oz: La Santa Compaña |
Elgrequín es a Jekyll
ResponderEliminarlo que Snorfold a Hyde
una zanja profunda les separa.
Toma Hayku !!!
Besos, amigo.
Elgrequín quería decir:
ResponderEliminarhttp://www.acantilado.es
muy apropiado
ResponderEliminarel camino de santiago
el socialismo mesiánico
el rock pseudo cristiano pseudo celta pseudo heavy pseudo patético
jeje
es lo que teneis los empiristas
jeje
un saludo
por cierto
ResponderEliminarelia y yo nos vamos este finde a la carrera nudista de sopelana, en la playa de bizkaia
un beso
Ten cuidao, no te la pique un pseudo-cangrejo con bigotes.
ResponderEliminarRossa Nova
Saludos desde Asturias!
ResponderEliminarQué sorpresa. ¡Y qué coincidencia! Hace un tiempo que la idea de hacer
el camino me ronda la cabeza... Ahora puedo leerte y aprender un poco más sobre el asunto. Curiosamente, estoy asentado en el "camino", en uno de los lugares de tránsito y desde mi ventana veo uno de esos hitos que señalan la dirección a Santiago. A menudo veo peregrinos en una u otra dirección.
Pensativos, reflexivos, serenos o atribulados.
Algún día será... Aunque temo quedar atrapado yo también por la zanja!
¿Quién demonios es Mr. Snorfold? El camino existía antes de que los católicos "descubrieran", ante la expectativa de reconquista, el supuesto cadáver del apóstol Santiago. Por supuesto que hay otros caminos de peregrinación
en el mundo, pero su éxito no es una mera conveniencia. Aquí tenemos nada menos que el lugar donde acababa la tierra (aunque ahora sepamos que el lugar más occidental esté en Portugal) y Compostela era la atalaya desde la que se veía el ocaso, donde se ponía la estrella, el sol. La "misticidad", la entienda cada cual como la entienda, está ligada a ese camino físico que le llevaba a uno hasta los límites del mundo, ya que el camino está ligado a la
búsqueda y a la metamorfosis, a la sugerencia de un nuevo comienzo allí donde los caminos trillados se han acabado... Matsuo Basho, el famoso poeta de haikus, a mi modo de ver sobrevalorado, hizo cinco veces el camino en Japón y murió en el último con las botas puestas. Según parece, quedó atrapado por la zanja. Pero el Camino allí también tiene un significado similar. Es la Senda de Oku. Como aquí, no es una, son múltiples las sendas que llevan a Oku. Y como Compostela, también tiene un significado etimológico que sugiere esa peregrinación espiritual: "tierras profundas".
¿No es ésa tu misma impresión del camino: la de las "zanjas profundas"?
Un abrazo, Mr. Zanjas
Miki
snorfold creo q es eloy,un colegota q ha estado en el indostan no ha mucho y q ha vuelto estomagado del delirio religioso q alli impera.bueno,la india es asi,excesiva en todo y los falsos gurus y faquires existen del mismo modo q el oropel existe,porque el oro autentico es demasiado valioso.alli son famosos los sadhus-la palabra faquir,"pobre" es una mala traduccion persoarabe de ese palabro sanscrito q hacen vida errante de perpetuo peregrino,d santuario en santuario,hasta q les llega la muerte,viviendo d limosna y sin apenas pertenencias.a veces van en grupo,y si son demasiado mayores o debiles viajan en cualquier transport-gratis por supuesto.est modo d vida no es muy diferent del q alguna vez existio entre los peregrinos europeos,y entre ellos se encuentran tambien todo tipo d personas y d personajes.dsd caraduras hasta gentes espiritualmente inquietas.recuerdo un conmovedor documental bengali sobre un informatico de bangalore q lo dejaba todo para vivir semidesnudo en la calle d aca para alla.
ResponderEliminarHola Jonás. Hablando de Santiago: ¿Fué Santiago el que murió en España? o ¿Fué la ballena?. Como diría Jesucristo que en paz descanse., "Todos los caminos llevan a díos".
ResponderEliminarMe ha gustado mucho este capítulo, y los anteriores... estoy deseando el siguiente
mirwav
Santiago murió en Jerusalén, degollado por orden de Herodes Agripa I. Al parecer en Hispania estuvo no más de un rato porque las gentes eran muy duras de mollera y no les entraba lo de Cristo en la cabeza, no le hicieron puñetero caso. Por eso volvió a Judea y como a él tampoco le entraba en la cabeza lo de estarse calladito se la cortaron. Entonces sus discípulos la recogieron al segundo bote driblando a los guardias romanos que cuidaban del evento; un centro chut la sacó del patio; mientras los romanos miraban atónitos la maniobra, otros dos discípulos lograron hacerse con el cuerpo. Al final reunieron los cachos, los montaron en una barca y los trajeron hasta Muxía, donde se les apareció la Virgen en una barca de piedra para felicitarles por el juego marrullero del que habían hecho gala. Los discípulos, cansados de remar, quisieron enterrarlo por allí, a la luz de las estrellas de la corona de la Virgen, pero ésta, que todo lo veía dijo que no, que en lo venidero se mancharía de chapapote, así que se lo llevaron a cuestas hasta Compostela (campo de estrellas o de basura, compostum, que la cosa no está muy clara)
ResponderEliminarpido disculpas por haber dejado a eloy con el culo al aire en est blog-para empezar no se ni lo q es un blog ya q mis conocimientos de informatik s limitan a teclear con dos deos en un ordnador prestado y mover un poco el raton,y escribo bajo anonimo pq no se como escoger una identidad,y no voy a volver a hablar d cuando pedi prestado un windows multiplicado por p.d todas formas sus experiencias por el hindostan nada tienen d extraordinario.el puto 3 mundo es asi mugriento y fecal ad nauseam,aunq manu chao s empeñe en demostrarnos lo contrario.conozco bastant gent q anduvo alguna vez por aqllos pagos-dsd profes d yoga a turistas eventuales y a todos les impacto lo mismo:la cutrez y la miseria omnipresents.en cuanto a lo d las "silkes"-no s m oqrre otro tipo d epiteto para califikr a las mochileras pijas impregnadas d seudoespiritualidad new age y d olor a pachuli q dsd hace bastant s decadas recorren el pais d rave en rave,bueno,sn un signo d nuestro tiempo,como ya dije el oropel exist xp el oro d ley es extremadamente valioso y dificil d conseguir.quien coño aguanta varios años estudiando sanscrito sentado en el suelo y oliendole el sobaco al pandita de turno cuando pued lograr el extasis meneando el culo en una playa d goa hasta arriba d pastillas?
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