Bueno, he decidido alternar capítulos temáticos con capítulos "históricos"; alguno de estos puede que sea muy corto al no acordarme de mucho. Intentaré meter fotos de cosas interesantes, monumentos, etc., aunque sean sacadas de interné (ya os dije que no me llevé cámara, que pesaba, y parece que el personal no tiene prisa por mandar las que hicieron).
Pues bien, una vez decidido hacer el Camino... Pensaba haberlo hecho en julio, pero como se me salió el hombro haciendo el cabra por los montes madrileños... Y menos mal, porque nos dijeron que julio había sido una locura de gente... Pues decidí pasar unos días con mi familia de San Sebastián (besos a mi prima Mari Carmen y su familia y a los peregrinos de Irún, Asier y Larraitz), para después pasar a Francia, hasta Saint Jean Pied de Port. El novio de mi prima me acompañó en el topo hasta Hendaya, allí cogí otro tren hasta Bayona y después otro hasta Saint Jean. La broma salió casi por 40 euros, habiendo una distancia de 50 km entre Irún y Saint Jean por carretera (pero no había buses). Salí a las 8 de la mañana, más o menos, y llegué a las 12.
Mi intención inicial era llegar y salir andando, total ya conocía el pueblo, pues estuve con mi madre hace 3 años, cuando mi padre se hizo el Camino en bici. Sin embargo, eran 27 km y la guía decía que se tardaban 8 horas. Y no era plan de llegar a las ocho de la tarde a Roncesvalles, ya que no te da tiempo a ver nada, aunque allí haya poco que ver y ya lo conozcas. Decidí, entonces, esperar al día siguiente.
Como era novato y no sabía de qué iba la vaina, aunque me lo imaginaba (me refiero al tema de conocer gente, gente peregrina), uno llega cargado de las actitudes, miedos y complejos que constriñen su vida en la ciudad, su vida "real", su pseudo-vida. De modo que me comporté como siempre me comporto, con cierto recelo a entablar conversaciones con gente desconocida, aunque por su atuendo sabía que iban al Camino, es decir, que vínculo temático existía. El recelo es máximo cuando se trata de gente extranjera, pues mi inglés es malísimo (no obstante, en este mes también se me ha quitado ese complejo, acabas hablando aunque sea mal, en realidad acabas hablando una mezcla de italoespanglis) y el tren estaba lleno de franceses (recordad que estábamos en Francia) e italianos, salvo alguno que, de nuevo por su atuendo, podías adivinar que era español: se trataba de Ángel, que llevaba una camiseta de Skizo (grupo para solo iniciados en los secretos del metal ibérico), aunque le conocí más tarde. En fin, que por gilipollas, me encontré en Saint Jean más solo que la una.
Lo primero que hice fue presentarme a los amigos de Saint Jacques, que es como se conoce a Santiago por esos lares... Por esos y por otros. Y es que en realidad el nombre de Santiago procede de Santo y de Iago, que es lo mismo que Jacob, Iacobus, Jacques, Jacobo, etc. De ahí lo de la ruta jacobea y todo lo demás. Ahora bien, lo que jamás ha de hacerse, jamás, es ser tan snob, tan pijo, o más bien pseudo-pijo, de llamar Iago a tu hijo (toma pareado), sobre todo de llamarlo a gritos por la calle, como pude oír en Muxía: "¡Iago, ven aquí! ¡Iago, no hagas eso! Iago...". Petarda!!! Llámale Jacobo, y si no quieres que sus futuros compañeros hagan rimas, llámale Santiago, por muy atea que seas.
Lo segundo dejar las cosas en el albergue y buscar algo para comer. Allí todo es carísimo, de modo que seguí los consejos de la hospitalera y busqué el carreful de estambul. La hospitalera en cuestión es otro de los personajes del camino: una vieja medio loca que se pasa el día farfullando en francés (la única lengua que sabe) riñendo a los peregrinos y echándose a reír cada dos por tres; su mosqueo de ese día al parecer consistía en que no había ningún peregrino francés, solo italianos, españoles y polacos.
Compré pan, queso y salami o salchichón, mezcla que Arzak o Arguiñano jamás sacarían por televisión... Aunque vete a saber, cualquier día te aparecen con el típico plato cuadrado de los restaurantes de diseño, de enormes bordes (para tirar las copas mejor), y el bocata envuelto en papel aluminio, pero eso sí, con nombre exhuberante, nada de "bocata de queso y salami", sino algo como "eyaculación de dioses sobre carne mortal entre nubes" o pamplinas de ese tipo. Me subí a la atalaya del pueblo y devoré el bocadillo a la sombra de algún árbol y sin camiseta mientras hambrientos turistas pasaban a mi lado con ojos ávidos (no sé si de bocata o de mi carne mortal, que tampoco estoy tan mal).
Y luego empecé a dar vueltas y vueltas por el pueblo y sus alrededores. La parte vieja del mismo consiste en una larga calle con un par de aledañas; no podría decir cuántas veces la recorrí, cuántas veces me encontré a los peregrinos que venían en el tren y más tarde conocería, especialmente a las polacas, que parecían estar en todas partes salvo en las empinadas cuestas que subían a la fortaleza. A las seis de la tarde ya estaba mareado de dar vueltas, ya no sabía qué hacer, así que como cuando se aburre el diablo mata moscas con el rabo, yo decidí matarme un poco y volver a fumar, aunque solo durante el mes que durase el Camino. Recorrí nuevamente la calle principal buscando un estanco, que por esos lares se denomina "tabacs"... Vale, ya iba a hacer la típica gracia sobre la diferencia y propiedad del nombre del establecimiento, menos mal que la prudencia me ha hecho consultar el diccionario; observad: "Estanco: ... 3. m. Embargo o prohibición del curso y venta libre de algunas cosas, o asiento que se hace para reservar exclusivamente las ventas de mercancías o géneros, fijando los precios a que se hayan de vender". Por eso en los estancos se venden más cosas aparte del tabaco. De todos modos el Estado francés se pasa con los precios del mismo, se ve que no quiere que la gente fume, así que pillé el tabaco de liar más barato que vi: "Evergreen". "Mentolado", decía en letras más pequeñas cuando me paré a leerlo más tarde. "Ya la he cagao, pensé". Pues no, oye, fue una nueva experiencia para mis sentidos. Le dabas una calada y tus pulmones se abrían cual flor de primavera a los vientos, es más, no te dejaba la garganta ni la nariz reseca; lo único extraño, incongruente, era el calor que pasaba a tus entrañas. Me fumé, pues, el primer cigarrillo en las murallas que quedaban justo encima del albergue, mientras espiaba los movimientos de las polacas, con una de las cuales pude cruzar algunos rudimentos de inglés al intentar mediar entre ella y la hospitalera.
Gente curiosa las polacas. Grandes mochilas cargadas de cremitas y de modelos de noche; muy guapas se ponían tras la ducha para asistir a la misa del pueblo en que estuvieran. Al cabo de tres días las pobres estaban reventadas, llenas de vendas, tobilleras, rodilleras... Pero era imposible no enamorarte de ellas, especialmente de Paulina, con sus ojos azules, su cabello rubio, su imborrable sonrisa y su indumentaria paramilitar-mamachicho (sin mangas ni perneras). Lamentablemente no nos intercambiamos los emilios, de modo que no sé si podré meter alguna foto suya. Lamentablemente, también, resultaron unas tramposas, salvo una, y saltaron de Burgos a no-se-dónde en autobús.
Ahora no solo era yo el que daba vueltas por el pueblo, como no estoy acostumbrado a fumar, también era el pueblo el que daba vueltas sobre mí. Una vez repuesto y cansado de estar sentado, salí de mi escondrijo a buscar la cena, pensando más en las polacas que en otra cosa. Vueltas y más vueltas buscando algo barato que comer. Nada. Serían cerca de las nueve de la noche, los turistas habían desaparecido y la mayor parte de las tiendas (souvenirs) habían cerrado. Decidí, entonces, repetir el menú de la mañana, "eyaculación de dioses sobre carne mortal entre nubes", y me encaminé hacia el albergue. Al llegar a su puerta había un numeroso grupo de gente cargada de mochilas. Evidentemente acababan de llegar y preguntaban si había sitio.
"Entonces, abajo del todo a la derecha, ¿no, señora?" La voz alta, ronca y algo macarra me resultaba familiar: la imagen de Javier, con su pañuelo en la cabeza, su bastón de madera, su tripa cervecera y su inseparable cigarro, me vino a la memoria; cuando se despejó la gente, me llegó a los ojos. Un efusivo abrazo siguió a la exclamación más utilizada para estos encuentros inusuales: ¡COÑO! La conversación fue corta pues tenían que alojarse, pero nos veríamos al día siguiente. Javier es un habitual del senderismo por la sierra de Madrid y, aunque solo hayas estado con él una vez, su imagen se te queda grabada para siempre, te acuerdas de él... Y de toda su familia si te toca caminar a su lado respirando el humo de su tabaco; cabrón (sin acritud).
Entré en el albergue y estaban cenando los italianos. Sobre los mismos he de decir que no los volví a ver hasta León (día 21), en la plaza del Parador, y posteriormente en Muxía (6 de septiembre), en el albergue; a Muxía llegaron en autobús desde Santiago, el hospitalero se percató y les estaba echando; prefería el albergue vacío a que se ocupara con turistas; de nada valieron los ruegos y lloros, el hombre era inflexible. Estaban cenando paella, me dijeron que se la pidiera a la hospitalera y, con miedo, así lo hice, miedo no infundado, pues fui objeto de sus gritos en francés, tras los cuales llegaron sus consabidas risas y el plato con paella, previo paso por el microondas. La paella estaba de muerte, abuela, así que reviví en mis carnes el clásico de la fabada Litoral, solo que esta vez con paella Carreful. ¿A qué tendría yo que felicitar a esa vieja loca?
Tras la cena salimos fuera y fue entonces, en la calle vacía de turistas y paisanos, ya de noche, cuando los peregrinos, únicos pobladores, empezamos a conocernos, aunque durante poquito tiempo, pues a las diez cerraban las puertas del albergue para descansar, que el día siguiente sería duro. Lo de descansar es, por supuesto, mera palabrería; en primer lugar porque tampoco estábamos tan cansados (la palabra cansancio adquiere nuevas connotaciones después de haber recorrido varias etapas del Camino); en segundo lugar porque, sabido es de todo el mundo, que el primer día de viaje nunca se duerme bien.
Pues bien, una vez decidido hacer el Camino... Pensaba haberlo hecho en julio, pero como se me salió el hombro haciendo el cabra por los montes madrileños... Y menos mal, porque nos dijeron que julio había sido una locura de gente... Pues decidí pasar unos días con mi familia de San Sebastián (besos a mi prima Mari Carmen y su familia y a los peregrinos de Irún, Asier y Larraitz), para después pasar a Francia, hasta Saint Jean Pied de Port. El novio de mi prima me acompañó en el topo hasta Hendaya, allí cogí otro tren hasta Bayona y después otro hasta Saint Jean. La broma salió casi por 40 euros, habiendo una distancia de 50 km entre Irún y Saint Jean por carretera (pero no había buses). Salí a las 8 de la mañana, más o menos, y llegué a las 12.
Mi intención inicial era llegar y salir andando, total ya conocía el pueblo, pues estuve con mi madre hace 3 años, cuando mi padre se hizo el Camino en bici. Sin embargo, eran 27 km y la guía decía que se tardaban 8 horas. Y no era plan de llegar a las ocho de la tarde a Roncesvalles, ya que no te da tiempo a ver nada, aunque allí haya poco que ver y ya lo conozcas. Decidí, entonces, esperar al día siguiente.
Como era novato y no sabía de qué iba la vaina, aunque me lo imaginaba (me refiero al tema de conocer gente, gente peregrina), uno llega cargado de las actitudes, miedos y complejos que constriñen su vida en la ciudad, su vida "real", su pseudo-vida. De modo que me comporté como siempre me comporto, con cierto recelo a entablar conversaciones con gente desconocida, aunque por su atuendo sabía que iban al Camino, es decir, que vínculo temático existía. El recelo es máximo cuando se trata de gente extranjera, pues mi inglés es malísimo (no obstante, en este mes también se me ha quitado ese complejo, acabas hablando aunque sea mal, en realidad acabas hablando una mezcla de italoespanglis) y el tren estaba lleno de franceses (recordad que estábamos en Francia) e italianos, salvo alguno que, de nuevo por su atuendo, podías adivinar que era español: se trataba de Ángel, que llevaba una camiseta de Skizo (grupo para solo iniciados en los secretos del metal ibérico), aunque le conocí más tarde. En fin, que por gilipollas, me encontré en Saint Jean más solo que la una.
Lo primero que hice fue presentarme a los amigos de Saint Jacques, que es como se conoce a Santiago por esos lares... Por esos y por otros. Y es que en realidad el nombre de Santiago procede de Santo y de Iago, que es lo mismo que Jacob, Iacobus, Jacques, Jacobo, etc. De ahí lo de la ruta jacobea y todo lo demás. Ahora bien, lo que jamás ha de hacerse, jamás, es ser tan snob, tan pijo, o más bien pseudo-pijo, de llamar Iago a tu hijo (toma pareado), sobre todo de llamarlo a gritos por la calle, como pude oír en Muxía: "¡Iago, ven aquí! ¡Iago, no hagas eso! Iago...". Petarda!!! Llámale Jacobo, y si no quieres que sus futuros compañeros hagan rimas, llámale Santiago, por muy atea que seas.
Lo segundo dejar las cosas en el albergue y buscar algo para comer. Allí todo es carísimo, de modo que seguí los consejos de la hospitalera y busqué el carreful de estambul. La hospitalera en cuestión es otro de los personajes del camino: una vieja medio loca que se pasa el día farfullando en francés (la única lengua que sabe) riñendo a los peregrinos y echándose a reír cada dos por tres; su mosqueo de ese día al parecer consistía en que no había ningún peregrino francés, solo italianos, españoles y polacos.
Compré pan, queso y salami o salchichón, mezcla que Arzak o Arguiñano jamás sacarían por televisión... Aunque vete a saber, cualquier día te aparecen con el típico plato cuadrado de los restaurantes de diseño, de enormes bordes (para tirar las copas mejor), y el bocata envuelto en papel aluminio, pero eso sí, con nombre exhuberante, nada de "bocata de queso y salami", sino algo como "eyaculación de dioses sobre carne mortal entre nubes" o pamplinas de ese tipo. Me subí a la atalaya del pueblo y devoré el bocadillo a la sombra de algún árbol y sin camiseta mientras hambrientos turistas pasaban a mi lado con ojos ávidos (no sé si de bocata o de mi carne mortal, que tampoco estoy tan mal).
Y luego empecé a dar vueltas y vueltas por el pueblo y sus alrededores. La parte vieja del mismo consiste en una larga calle con un par de aledañas; no podría decir cuántas veces la recorrí, cuántas veces me encontré a los peregrinos que venían en el tren y más tarde conocería, especialmente a las polacas, que parecían estar en todas partes salvo en las empinadas cuestas que subían a la fortaleza. A las seis de la tarde ya estaba mareado de dar vueltas, ya no sabía qué hacer, así que como cuando se aburre el diablo mata moscas con el rabo, yo decidí matarme un poco y volver a fumar, aunque solo durante el mes que durase el Camino. Recorrí nuevamente la calle principal buscando un estanco, que por esos lares se denomina "tabacs"... Vale, ya iba a hacer la típica gracia sobre la diferencia y propiedad del nombre del establecimiento, menos mal que la prudencia me ha hecho consultar el diccionario; observad: "Estanco: ... 3. m. Embargo o prohibición del curso y venta libre de algunas cosas, o asiento que se hace para reservar exclusivamente las ventas de mercancías o géneros, fijando los precios a que se hayan de vender". Por eso en los estancos se venden más cosas aparte del tabaco. De todos modos el Estado francés se pasa con los precios del mismo, se ve que no quiere que la gente fume, así que pillé el tabaco de liar más barato que vi: "Evergreen". "Mentolado", decía en letras más pequeñas cuando me paré a leerlo más tarde. "Ya la he cagao, pensé". Pues no, oye, fue una nueva experiencia para mis sentidos. Le dabas una calada y tus pulmones se abrían cual flor de primavera a los vientos, es más, no te dejaba la garganta ni la nariz reseca; lo único extraño, incongruente, era el calor que pasaba a tus entrañas. Me fumé, pues, el primer cigarrillo en las murallas que quedaban justo encima del albergue, mientras espiaba los movimientos de las polacas, con una de las cuales pude cruzar algunos rudimentos de inglés al intentar mediar entre ella y la hospitalera.
Gente curiosa las polacas. Grandes mochilas cargadas de cremitas y de modelos de noche; muy guapas se ponían tras la ducha para asistir a la misa del pueblo en que estuvieran. Al cabo de tres días las pobres estaban reventadas, llenas de vendas, tobilleras, rodilleras... Pero era imposible no enamorarte de ellas, especialmente de Paulina, con sus ojos azules, su cabello rubio, su imborrable sonrisa y su indumentaria paramilitar-mamachicho (sin mangas ni perneras). Lamentablemente no nos intercambiamos los emilios, de modo que no sé si podré meter alguna foto suya. Lamentablemente, también, resultaron unas tramposas, salvo una, y saltaron de Burgos a no-se-dónde en autobús.
Ahora no solo era yo el que daba vueltas por el pueblo, como no estoy acostumbrado a fumar, también era el pueblo el que daba vueltas sobre mí. Una vez repuesto y cansado de estar sentado, salí de mi escondrijo a buscar la cena, pensando más en las polacas que en otra cosa. Vueltas y más vueltas buscando algo barato que comer. Nada. Serían cerca de las nueve de la noche, los turistas habían desaparecido y la mayor parte de las tiendas (souvenirs) habían cerrado. Decidí, entonces, repetir el menú de la mañana, "eyaculación de dioses sobre carne mortal entre nubes", y me encaminé hacia el albergue. Al llegar a su puerta había un numeroso grupo de gente cargada de mochilas. Evidentemente acababan de llegar y preguntaban si había sitio.
"Entonces, abajo del todo a la derecha, ¿no, señora?" La voz alta, ronca y algo macarra me resultaba familiar: la imagen de Javier, con su pañuelo en la cabeza, su bastón de madera, su tripa cervecera y su inseparable cigarro, me vino a la memoria; cuando se despejó la gente, me llegó a los ojos. Un efusivo abrazo siguió a la exclamación más utilizada para estos encuentros inusuales: ¡COÑO! La conversación fue corta pues tenían que alojarse, pero nos veríamos al día siguiente. Javier es un habitual del senderismo por la sierra de Madrid y, aunque solo hayas estado con él una vez, su imagen se te queda grabada para siempre, te acuerdas de él... Y de toda su familia si te toca caminar a su lado respirando el humo de su tabaco; cabrón (sin acritud).
Entré en el albergue y estaban cenando los italianos. Sobre los mismos he de decir que no los volví a ver hasta León (día 21), en la plaza del Parador, y posteriormente en Muxía (6 de septiembre), en el albergue; a Muxía llegaron en autobús desde Santiago, el hospitalero se percató y les estaba echando; prefería el albergue vacío a que se ocupara con turistas; de nada valieron los ruegos y lloros, el hombre era inflexible. Estaban cenando paella, me dijeron que se la pidiera a la hospitalera y, con miedo, así lo hice, miedo no infundado, pues fui objeto de sus gritos en francés, tras los cuales llegaron sus consabidas risas y el plato con paella, previo paso por el microondas. La paella estaba de muerte, abuela, así que reviví en mis carnes el clásico de la fabada Litoral, solo que esta vez con paella Carreful. ¿A qué tendría yo que felicitar a esa vieja loca?
Tras la cena salimos fuera y fue entonces, en la calle vacía de turistas y paisanos, ya de noche, cuando los peregrinos, únicos pobladores, empezamos a conocernos, aunque durante poquito tiempo, pues a las diez cerraban las puertas del albergue para descansar, que el día siguiente sería duro. Lo de descansar es, por supuesto, mera palabrería; en primer lugar porque tampoco estábamos tan cansados (la palabra cansancio adquiere nuevas connotaciones después de haber recorrido varias etapas del Camino); en segundo lugar porque, sabido es de todo el mundo, que el primer día de viaje nunca se duerme bien.
Mago de Oz: Conxuro |
ya m h disculpado x haber dejado la identidad del sr snorkel al descubierto.solo un par d puntualizaciones.estanco en gabacho es bureau de tabacs,que se abrevia coloquialmente en tabacs.en cuanto a lo d iago,s trata d una forma arcaica procedente del galaicoportugues.en ingles el nombre iacobus da tanto jacob como james,forma coloquial ya admitida como nombre desde hace bastant en castellano,similarment tenemos jacob,cultismo biblicista,jaime y diego,formas coloquiales,y yago,como el personaje del merkder d venezia,forma medieval q paso al castellano dl galaicoportugues
ResponderEliminarNo es Snorkel amigo, sino Snorrell o Snorfold, como prefieras. Ambos significan lo mismo: son voces latinas que resultan de la traducción sonora del término procedente del benjumeo tradicional y que en castellano se emplearía para significar "la insidia del Abejorro Gordo". No hay nada que disculpar pues Estamos en un blog familiar y amistoso.
ResponderEliminarRespecto al comentario:"Camino de Santiago IV", tengo que decir lo siguiente: de nuevo nos encontramos con un Rossanova que se empeña en descender con velocidad de la cima literaria que había alcanzado. En esta ocasión lo hace dando tumbos entre dos tipos de estilos. Pasa del "comentario culto" a la "gracieta lisonjera" sin apenas solución de continuidad. Los términos dramáticos que escapan a la anterior dinámica nos ofrecen los mejores momentos de la narración. Aunque el autor lo advirtió, no se terminan de encajar las idas y venidas en el camino. En este caso volvemos a la casilla de salida: Francia, lo que genera cierta fatiga mental para quien ya sabe lo que ocurrió posteriormente.
Snorrell, que no puede estarse quieto, seguirá con interés la aventura hasta el final,dispuesto a criticar por deporte todo aquello que se preste a comentario. No es que nadie haya atribuido a Snorrel la legitimidad para erigirse en crítico de Rossanova pero, haciendo honor a su estirpe, estará dispuesto a actuar con "la insidia del abejorro gordo" que le caracteriza.
Snorrell ha leído algunos comentarios del blog que hacen una cierta defensa numantina del camino. Estas personas, sin duda poco críticas y excesivamente dependientes del "halo mítico de la historia" tratan de ir más allá y, soobreponiéndose al caríz cristiano del camino, afirman que éste tiene sus comienzos en las tradiciones celtas. De cualquier forma sigo insistiendo en el carácter de bussines que tiene actualmente.
Me llama la atención la exaltación del sufrimiento como algo positivo que hacen los militares del camino y que ven con buenos ojos los lectores de este blog. Una cosa es la autodisciplina y espíritu de sacrificio y otra la penintencia autoinducida. Me da que en el camino hay de todo un poco, pero me quedo con las primeras. El espíritu de sacrificio tiene que ver con el logro de un objetivo. Este motivo, relevante para quien lo persigue, justifica la actitud. La autodisciplina sería el método operativo que viene como consecuencia.
Por el contrario la penitencia se asume como un castigo previo o posterior al hecho que la provoca. En general tiene una componente de autoafirmación y suele redundar en demostraciones públicas. El paso para exigir o imponer a los demás una actitud semejante es corto y suele darse con facilidad. Los militares trabajan en eso.
Recomiendo a los lectores de este blog que repasen o descubran a los situacionistas franceses, especialmente a Raoul Vaneigen ("Tratado del saber vivir para uso de jóvenes generaciones". Edit. Anagrama)
Seguiremos en la zanja, es lo que nos queda.
Snorrel
Permíteme discrepar, Snorfold, acerca de la etimología de tu propio nombre, pues de todos es sabido que en benjumeo tradicional, la voz que se usa para referirse a la "insidia del abejorro gordo o rechoncho" es ABERRONCHO. Snorfold o Snorrel, en cambio, proceden del maridaje del benjumeo con el sajón y viene a significar algo así como "estornudo insidioso", "nariz sonora", etc. Históricamente se cree que fueron disidentes de las tropas de Wellintong que, tras vencer a Napoleón en Vitoria no quisieron regresar a su tierra y se internaron en los bosques navarros. Fueron acosados por los lugareños, ya que tenían por costumbre desflorar a las mozas, y casi exterminados. Pero ellos no se daban por vencidos llamándolas en la noche con ese sonido nasal e insidioso que se denomina snorrel o snorfold, término, este último que recuerda, además, a pequeños seres del bosque.
ResponderEliminarPor lo demás, amigo mío, acabas de destapar la caja de pandora sobre ti, acabas de mencionar lo inmencionable: MAYO del 68. Mis huestes de seguidores darán buena cuenta de todo eso. ¿Aún no te has dado cuenta que este es un blog de y para gente reaccionaria?
Yo ahora he de subir a la tienda, no tengo tiempo. Miki, JR, por favor, merendaos a Snorfold.
Me gusta tu narración. Como siempre. y qué te diría yo? En polonia no hay caminos? Si no los hay los inventamos. Si ya lo dijo Jonás: El camino de "txauquescu". Tiene que ser la ostia. Todo lleno de spices rubias , con ojos azules. Eso si que sería un buen perigrinaje...
ResponderEliminarSr Zanjas Pro:
ResponderEliminarCada vez que veo el blog, a la que voy bajando se me juntan todas las letras y se me arremolinan al final de la pantalla.
PARECE EL PUTO MATRIX.
Abandona el Iexplorer de Microsoft, pásate a Firefox, que es software libre y puedes deshacerte de publicidad indeseable:
ResponderEliminarhttp://es.wikipedia.org/wiki/Mozilla_Firefox
http://www.mozilla-europe.org/es/products/firefox/
De nada